Augusto considera que los nervios son el peor enemigo del Teucro

Xabi Otero

PONTEVEDRA

10 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La cara de Modesto Augusto a la conclusión del partido del domingo estaba relajada y eso era un claro indicio de que el fuerte temporal desatado en el duelo con el Santander ya era historia. El técnico tenía motivos para sentirse satisfecho porque el Teucro acababa de levantar la cabeza después de una decepcionante primera mitad y los socios despidieron al equipo con una sonora ovación.

«La verdad es que no estoy demasiado pendiente del tema del público. Los aficionados siempre respondieron y su comportamiento ante el Adelma fue puntual. Me llamó la atención que existiera un nivel de agresividad tan grande, que para mí era desconocido en Pontevedra, pero nunca dudé del grado de apoyo hacia el equipo», recalcó el entrenador pontevedrés.

Sea como fuere, esa buena reacción de los aficionados le hizo olvidar de un plumazo lo mal que lo había pasado, tanto en las dos últimas semanas como a lo largo de los primeros treinta minutos del choque con el Puente Genil, por la impotencia de no poder serenar los ánimos de sus jugadores.

El cangués está convencido de que los nervios se han convertido en el principal enemigo de sus pupilos, que se sienten atenazados por la presión durante varias fases de cada encuentro. Y ese puede ser un hándicap importante este fin de semana frente al Palma del Río porque el rival es de aúpa.

Pero Modesto también tiene otras razones para sentirse reconfortado porque los menos habituales, a los que en alguna ocasión pidió un esfuerzo extra para gozar de mayor peso en el equipo, le sacaron las castañas del fuego al Teucro cuando el partido estaba más atascado. El preparador mostró su satisfacción por esa capacidad de los más noveles para sostener al conjunto en los peores momentos, pero los conminó a seguir trabajando para tener cada vez más presencia y protagonismo en la pista.

Temió por la victoria

Y a continuación se centró en las citadas sombras que volvió a mostrar el Teucro contra los cordobeses. «Temí por la victoria porque existía un excesivo nerviosismo en la pista. El empate del descanso era un reflejo de lo que estaba ocurriendo. Los jugadores se encontraban en el vestuario con muchas dudas, que nos estaban llevando a una gran inseguridad», desveló.

Y añadió que «nos estábamos metiendo en un pozo, del que sería difícil salir si no cambiaban las cosas en la segunda parte. La pájara que sufrimos fue producto de errores en lanzamientos claros y eso acaba provocando la inseguridad del equipo».

Además, advirtió que «no se puede variar el juego aunque se falle cuando está dando buenos resultados. El problema es que los jugadores terminan por creer que no funciona nada en el momento en que entra en acción esa desconfianza motivada por una cuestión concreta».

El técnico no lo vio claro en ningún momento. De hecho, se vio obligado a solicitar su primer y último tiempo muerto a los doce minutos con un parcial de ?3-5. El marcador no era inquietante, pero el Teucro, que no daba una a derechas en ataque, acumulaba un buen número de minutos sin marcar. El parón no logró rápidos resultados, pero consiguió frenar la sangría local, que al menos sirvió para igualar las fuerzas.

«En el tiempo muerto les dije que teníamos que aumentar el nivel en todos los sentidos, tanto en la parcela defensiva como en la ofensiva, porque estábamos jugando a un ritmo muy bajo que solo les convenía a ellos», explicó. E insistió en que «los jugadores no juegan de la forma relajada adecuada porque las dudas le generan una gran tensión que inciden en el juego colectivo del equipo».