El principal implicado en esta trama, Walter Viru, es bien conocido en el mundillo. Ya fue señalado por Jesús Manzano en aquellas escandalosas declaraciones de las que -estemos más o menos de acuerdo con el motivo por el que lo hizo- no creo que casi nadie dude ya de su veracidad. Pero tanto Viru como otros médicos de similar calaña han seguido campando a sus anchas varios años. Beltrán, Maynar, Losa, más otros que por prudencia todavía no se pueden citar, sobrevivieron a la caída de Eufemiano y hasta que sus clientes no han cantado han seguido con su negocio.
Si esta reciente redada ha llegado al gran público es por los nombre famosos implicados, lo mismo que sucedió con la operación Puerto (uno de los grandes misterios de la España del siglo XXI), pero ha habido más redadas centradas en gimnasios. Porque más grave, si cabe, que la élite se dope es que lo hagan los deportistas populares y las promesas que aspiran a llegar a la élite. Si existen médicos como Walter Viru es porque hay demanda de esa gasolina , de esos productos destinados a enfermos que se usan para trucar el motor de gente sana. Aún reprobable, resulta entendible que un profesional caiga en la tentación de doparse. Pero que lo haga quien supuestamente compite por placer o por reto es ser tonto de remate.
Pues bien, en categorías inferiores de ciclismo ya se recurre a la gasolina , algo que costean los padres; pocas luces hay que tener para creer que eso te va a servir para ganar el Tour; porque si para llegar a ser profesional ya te has dopado, mínimo va a ser el margen de progresión: serás el último de pelotón y ganarás menos dinero que en cualquier trabajo.
Y qué decir de los veteranos, en cuyas carreras no hay dinero en juego. Gastarse muchos euros y poner en riesgo tu salud a cambio de un trofeo, una foto o una rebaja de tu marca en maratón es algo tristísimo.
Esperemos que redadas así sirvan para que este mercado negro se vaya al garete.