Pereiro y la maldición del amarillo

DEPORTES

El Tour 2006 fue un premio y un castigo para el gallego, que desde entonces no acaba de recuperar aquel punto de forma que le daba efervescencia a la «grande boucle»

13 jul 2009 . Actualizado a las 02:15 h.

En el Envalira, Óscar Pereiro vigilaba el pulsómetro. Y, por más que buscaba, mordiendo las rampas del coloso de 2.400 metros no encontraba los dígitos deseados. Las sensaciones eran malas desde Mónaco. Había estado esquivando la frustración de cada jornada con la promesa de redención en la etapa siguiente. Pero en el avituallamiento de Tarascon-Sur-Ariège se bajó de la bicicleta. «Estaba hundido, simplemente no iba. Fatiga muscular crónica», explica el corredor de Mos. Ayer ya estaba en casa, echando todavía de menos al corredor vital y efervescente que era antes de su Tour, el del 2006. El amarillo, el color de la gloria para la grande boucle y del infortunio para la superstición, ha sido para el gallego una especie de maldición, el símbolo de la fortuna y el principio de la adversidad.

«Yo no lo llamaría la maldición del 2006, pero sí es cierto que Óscar no ha conseguido lograr ese punto de forma que tuvo entonces. No ha podido volver a competir en esas condiciones. Por momentos ha estado muy bien, pero no ha encontrado continuidad. Eso es desolador para alguien que ha conocido el éxito tan de cerca», comenta Eusebio Unzué, director deportivo del Caisse d'Epargne.

El 2006 lo cambió todo. El lento proceso tras el positivo Floyd Landis, las reticencias del Tour a la hora de otorgarle al gallego su lugar en el palmarés y la propia agenda derivaron en un desgaste psicológico que pasó factura a Pereiro en el 2007, cuando casi aborrece el ciclismo. En la ronda francesa del 2008, rumbo a Foix, lanzó un ataque lejano. Pereiro ofrecía destellos. Pero aquel resplandor se apagó de forma abrupta, con una caída grave. «El año pasado empezaba a estar realmente bien, pero sufrió la caída. Y al valorar su actuación en el 2009 hay que partir del hecho de que Óscar estuvo seis meses parado. Y hacer eso con más de treinta años no es como cuando tienes 25, al cuerpo le cuesta reaccionar», apunta Unzué.

Las sensaciones, ese particular termómetro de los ciclistas, ya marcaban bajas temperaturas en la Dauphiné. «Las vibraciones no eran buenas», reconoce el corredor. Pero el Caisse d'Epargne, sin Alejandro Valverde, Chente García Acosta, Xabier Zandio y Nicolas Portal, no podía prescindir del gallego para el Tour. «Con todas esas bajas nos quedaba un grupo joven e inexperto», reconoce Unzué. «Óscar ya sabía que no llegaba al inicio de la carrera en grandes condiciones, pero su ilusión era mejorar con el paso de las etapas y llegar bien a los días claves, estar con los mejores en los Pirineos», añade.

Sin embargo, el puerto de Arcalís fue la primera puñalada para el ánimo del corredor de Mos. «Vio que no estaba donde se imaginaba y fue un golpe moral para él. En Envalira volvió a pasarlo mal y acabó viniéndose abajo. Seguro que él mismo es el que está más decepcionado, porque es un tipo muy competitivo», dice el director deportivo. «No podía continuar sin optar a nada», explica el ciclista.

El navarro lamenta el enorme vacío que deja Pereiro en su formación tanto dentro como fuera de las carreteras. «Para nosotros es muy duro. Óscar, con su conocimiento de la carrera, aportaba experiencia y veteranía sobre la bicicleta. Y dentro del equipo es un personaje importantísimo por el ambiente que genera en el autobús, en los desayunos y en las cenas», señala.

El futuro

El gallego tendrá que replantearse sus metas este año. Además, acaba contrato con el Caisse d'Epargne esta temporada. «No nos hemos puesto a pensar en eso. Estamos en pleno Tour, ya hablaremos más adelante. No es fácil ni conveniente tomar decisiones en caliente», señala Unzué.

«Ahora lo que tengo que hacer es descansar, reponerme de la fatiga cuanto antes y tener de nuevo hambre de bicicleta», dice el ciclista. Su jefe también cree que es necesario darle un tiempo al corredor «para que se recupere en todos los sentidos y poder comprobar después cómo se encuentra en su vuelta a los entrenamientos». Quizás entonces Pereiro vuelva a sonreír al mirar su pulsómetro.