Australia también se rinde a Nadal

DEPORTES

02 feb 2009 . Actualizado a las 11:44 h.

Desde la tribuna de la pista central de Melbourne Park, miraba atento Rod Laver, el fenómeno que completó el Grand Slam como amateur en 1962 y repitió su hazaña como profesional en 1969. Seguro que se frotaban los ojos aquellos rivales a los que el australiano derrotó camino de su último gran hito, el español Andrés Gimeno, y sus compatriotas John Newcombe, Ken Rosewall y Tony Roche. Porque la final del Open de Australia llevó un paso más allá el traspaso de poderes en el tenis mundial. Igual que sucumbió en la tierra de Roland Garros, y como sufrió en su jardín de Wimbledon, Roger Federer también cede sobre la pista dura de Australia al empuje de Rafa Nadal. Al español le tocó esta vez resistir al tenis huracanado del fenómeno suizo y al desgaste físico y psicológico al que le sometió su épica e interminable semifinal del viernes frente a Fernando Verdasco.

Ganó de nuevo el mallorquín, esta vez por 7-5, 3-6, 7-6 (3), 3-6 y 6-2, apoyado en unas piernas de hierro, su juego musculoso de siempre y detalles de gran clase, con dejadas, golpes en la red, carreras y toques imposibles... Con un tenis cada vez más completo, aunque no conmueva en la red o le falte muñeca en las dejadas. En el duelo Federer-Nadal, histórico, como lo fueron los partidos entre Bill Tilden y William Johnston a principios del siglo pasado, las batallas entre Borg y McEnroe o la rivalidad entre Sampras y Agassi, el español está cómodo. Lleva más de un año sin perder con el suizo.

Dicen que los problemas empezaron ayer ya temprano para Nadal, con molestias en el gemelo durante su entrenamiento matinal y mareos. Pero el español entró al partido con su virtud de siempre, convertir golpes defensivos en opciones de ataque. Ssacó su mejor repertorio bajo presión. Como con 4-4, cuando rompió el servicio de Federer y se apuntó el primer set.

Gran tenis del suizo

El suizo intentaba jugar agresivo, huir de la emboscada de los peloteos donde el mallorquín es prácticamente invencible. Y le funcionó por momentos, a oleadas de gran tenis. Una de ellas llegó en el segundo set, cuando convirtió un 2-3 adverso en un 6-3 a favor. Así siguió Federer, mientras Nadal recibía el cuidado de los fisioterapeutas en dos ocasiones. Entonces llegó la gran oportunidad para el fenómeno de Basilea. Desde el 4-4, tuvo hasta seis opciones para apuntarse el break y volar hacia el triunfo en la tercera manga. Pero el español aguantó la embestida, con peloteos largos o con su mejor servicio cuando más lo necesitaba. En el tie break , Nadal se valió de algún golpe antológico y de una doble falta de Federer para desnivelar el encuentro a su favor.

El suizo, a la caza de los 14 títulos del grand slam que acaparó su admirado Sampras, se empezaba a carcomer por dentro. Respetuoso con Nadal, la tomó con el juez de silla. Encontró fuerzas e ideas para forzar el quinto set.

El recuerdo de Wimbledon

La final de Melbourne se encaminaba hacia otro duelo interminable después de cuatro sets y cuatro horas sobre la pista. Llegó entonces el recuerdo del épico partido de julio en Wimbledon, donde Nadal empezó a tomar el relevo al frente del tenis mundial. Pero el Open de Australia le exigía más en unas condiciones muy duras, con el cansancio acumulado de la semifinal del viernes, Nadal se destapó en el último set. Sin ceder un solo servicio, sin dar apenas opciones a Federer, que pareció entregarse ya demasiado pronto.

Con 22 años, Nadal está preparado para ganar en cualquier superficie. El primer grande del año deja siempre un único candidato para reeditar la hazaña de Laver, de encadenar después de Australia los otros tres grandes triunfos en un mismo año en Roland Garros, Wimbledon y el US Open. Es él.