La clave del éxito de la selección está clara: trabajo, sacrificio, más trabajo y más sacrificio.
17 sep 2007 . Actualizado a las 15:03 h.El voleibol español ha escrito la primera página de su libro de éxitos con letras de oro, tras ganar el campeonato de Europa que se ha celebrado en Moscú.
Hace apenas unas semanas, la selección ya escribió el prólogo con el título de la Liga Europea, pero nadie soñaba siquiera con lograr vencer en el Europeo.
En 2005 la federación española decidió abandonar la Liga Mundial, dar un paso atrás y coger impulso. Ahora cuatro años después la selección vuelve a estar en primer plano internacional y el organismo federativo ya ha iniciado las gestiones para volver a competir en la vanguardia del voleibol.
La clave del éxito de la selección está clara: trabajo, sacrificio, más trabajo y más sacrificio.
El bloque de jugadores no ha variado sustancialmente en estos años. Ha cambiado la planificación, el trabajo y la motivación.
El italiano Andrea Anastasi, seleccionador nacional, ha sabido convencer a los jugadores de sus posibilidades, ha aglutinado a los veteranos y a los más jóvenes y les ha hecho sentir, a todos, importantes.
Primero se formó el grupo y después, todos, se pusieron el mono de trabajo. El éxito, los éxitos, no han sido fruto de la suerte o de la casualidad, sino que detrás hay cuatro meses de duros y exigentes entrenamientos en el CAR de Barcelona.
La llegada de Rafa Pascual, tras la consecución de la Liga Europea, pudo haber significado un elemento de desestabilización, dado su historial glorioso, pero, al contrario, fue una ayuda más.
Pascual, de 37 años, asumió la capitanía y el banquillo con total naturalidad. El equipo estaba hecho y entrar en las escasas rotaciones era complicado. El mejor jugador de la historia del voleibol español lo entendió y aportó su experiencia desde el banquillo, saliendo en momentos puntuales para echar una mano.
En la primera fase, las victorias sobre Eslovenia y Eslovaquia fueron el pistoletazo de salida, aunque la confirmación llegó con el triunfo ante Francia, una potencia mundial.
España se presentó en la segunda fase como primera de grupo e invicta, condición en la que sólo le igualaba la anfitriona Rusia.
Los jugadores, animados por los resultados, siguieron el camino victorioso y se plantaron en semifinales también como primeros, eludiendo a Rusia.
En la semifinal contra Finlandia fue cuando mejor se pudo comprobar la esencia de la selección. El partido se puso feo, los nervios, la tensión y el gran juego de los fineses puso a España contra las cuerdas.
Cuando peor estaban las cosas, España recordó el trabajo realizado, no se rindió, se apretó el cinturón y sacó toda la rabia que llevaba dentro hasta alcanzar la final.
Contra Rusia, en la lucha por el oro, el equipo se soltó.
«Defenderemos nuestras opciones», decían los jugadores, aunque todos confiaban en sacarse la espina del anterior Europeo, en el que Rusia les ganó en el cruce de semifinales.
La final volvió a ser una oda al trabajo y al sacrificio en pos del bien común. España no tiene a ninguno de los considerados mejores jugadores del mundo, ni mucho menos a los más altos o a los más potentes, pero seguro que sí tiene, hoy por hoy, al mejor grupo, al más cohesionado, al más trabajador.
«Este equipo sin trabajo no es nada. Hemos dado un ejemplo a todos los equipos de voley del mundo, demostrando que a base de esfuerzo y trabajo se puede ganar. Rozamos el cielo con la punta de los dedos», dijo Anastasi a EFE tras el triunfo.
La selección, además, se ha ganado el derecho de participar en la Copa del Mundo, que se celebrará en noviembre en Japón, y que otorgará tres plazas para los Juegos Olímpicos de Pekín. España saldrá de nuevo en el grupo de las no favoritas, pero dispuesta a luchar por sus opciones.