Puerta, el joven que lo tenía todo

DEPORTES

Sevilla llora el fallecimiento de un «magnífico jugador, pero mejor persona», según sus entrenadores

02 sep 2007 . Actualizado a las 16:03 h.

Nadie, nunca, había hecho tan felices a los aficionados del Sevilla. Nadie, tampoco, tan desgraciados. De la euforia a la consternación en apenas 15 meses. El 27 de abril del 2006, jueves de Feria, Antonio Puerta marcó en la prórroga, con su zurda de diamantes, un tanto de espectacular volea a los alemanes del Schalke 04. «El gol que nos cambió la vida», como lo bautizaron los sevillistas. Ese día el Sevilla pasó a la final de la UEFA e inició un camino de triunfos único en su centenaria historia, coronado con cinco títulos.

Su muerte, el martes pasado, después de 63 horas de angustia y agonía, ha sido un mazazo fatal. No sólo para Sevilla, sino para toda España. El que ya era ídolo deportivo se ha convertido en leyenda. Hasta logró el milagro de que dos enemigos irreconciliables, el sevillista Del Nido y el bético Lopera, se abrazaran.

El radiocasete

«Antonio significaba mucho para nosotros. Cuando subió al primer equipo de la mano de Joaquín Caparrós era tal la depresión que cogió el vestuario que tuvimos que poner un radiocasete para animarnos. Se fue la alegría del vestuario. Era el alma del equipo». Esta anécdota contada por Manolo Jiménez, el entrenador que le mimó en el Sevilla Atlético para que siguiera su espectacular progresión, da cuenta de lo que representaba el jugador para sus compañeros y de su carácter.

Tanto Jiménez como Joaquín Caparrós, que le hizo debutar en Primera, coinciden en calificarle como «magnífico jugador, pero mejor persona». «Si necesitábamos un chiste, Antonio se sacaba un chiste de la manga», relata Caparrós, hoy entrenador del Athletic de Bilbao. «En un partido contra la Real Sociedad estaba muy agarrotado, con mucha tensión y Antoñito me dijo ?míster, Antonio es el que mejor cuenta los chistes del mundo?. Antes de salir, le dije que contara uno y todos nos reímos y le aplaudimos», recuerda.

Muy joven, con un carrera meteórica, un brillantísimo futuro por delante y a punto de ser padre por primera vez. Afable, sencillo, optimista, profesional intachable, nada divo, siempre con una sonrisa en los labios y dispuesto a firmar autógrafos y a hacerse las fotos que le pedían los aficionados. Se hacía querer. Pero a sus 22 años era también un hombre de una sorprendente madurez, ambicioso, competitivo, con un indomable carácter ganador y un peso específico importante en el vestuario, donde sus opiniones contaban. Cuando le sustituyeron tras sufrir el colapso en el fatídico partido contra el Getafe se le oyó maldecir: «¡Vaya puta mierda, me han tenido que cambiar. Qué mala suerte tengo!».

«Era una persona con la cabeza bien puesta», afirma Pedro Blanco, responsable del fútbol de base del club andaluz.

Madurez

Esa madurez también la hacía extensiva a su vida personal. Su compañera, Mar Roldán, monitora de aeróbic, casi 20 años mayor que él, divorciada y con dos hijas, con las que Puerta tenía muy buena relación, le otorgaba la estabilidad que necesitaba. Su hijo, que nacerá dentro de un mes y medio, se iba a llamar Aitor, pero ahora será Antonio, como su padre. Todos recuerdan que le dedicó el gol que marcó al Athletic llevándose el dedo pulgar a la boca como si fuera un chupete. Sus padres, Loli y Antonio, también echarán el resto para sacarle adelante.

La tragedia de Antonio Puerta ha convulsionado Sevilla como nunca antes desde la muerte de Paquirri. La manifestación de duelo ha sido impresionante y la puerta número 16 ?su dorsal? del estadio Sánchez Pizjuán se ha convertido en un altar con velas, fotografías y mensajes para el jugador.

«¡Puerta, amigo, Sevilla está contigo!». Este grito ha resonado toda esta semana en la ciudad hispalense, que nunca ha estado más unida, hermanados béticos y sevillistas.

«Era especial. Los que hemos tenido la suerte de conocerle como persona sabemos la calidad humana que tenía, la pasta de la que estaba hecho. Era el alma de todos los equipos a los que ha pertenecido», asegura Jiménez.

«Era muy de la tierra, muy flamenco. Siempre era él el que, antes de una final montaba una especie de juerga flamenca en el hotel; era muy alegre, muy simpático», afirma Marcos Álvarez, preparador físico del Sevilla.

Antonio Puerta era el hombre más feliz del mundo, el canterano mejor pagado de la historia del Sevilla, estaba enamorado e iba a ser padre, pero una enfermedad silenciosa lo mató.