«¿Qué vamos a hacer con Julius?»

J. Becerra? / ?R. Domínguez A CORUÑA/LA VOZ.

A CORUÑA

Una jueza ordenó someter a un examen al vagabundo para ver su estado de salud y decidir sobre su futuro. Ayer, sin embargo, caminaba de nuevo por las calles

26 may 2010 . Actualizado a las 13:52 h.

«¿Qué vamos hacer con Julius?» Esa pregunta se la llevan haciendo desde hace meses muchas personas en la ciudad. Miembros de la Policía Local, integrantes de la Cruz Roja, la Concejalía de Asuntos sociales y, cómo no, decenas y decenas de vecinos de la ciudad desconcertados cuando lo ven caminar sin rumbo por A Coruña. «Estou bem . Gracias», contestaba ayer por la mañana ante el enésimo ofrecimiento de ayuda. Andaba desorientado por la calle Pose con su indumentaria habitual: ropa negra y bolsas de basura. También, con su olor de siempre: un fortísimo hedor detectable desde varios metros de distancia.

Julius volvía a la rutina. La tarde del lunes la Policía Local intervenía una vez más en su caso. Se lo habían encontrado desnudo en las inmediaciones de la playa de Riazor. Los agentes lo detuvieron, ante su rechazo y falta de colaboración. Al ser una situación reincidente, lo pusieron en conocimiento del juzgado de guardia, el de Instrucción número 7. La jueza autorizó su traslado el Hospital A Coruña. Allí fue llevado en ambulancia custodiado por varios agentes. Del informe resultante se decidirán las medidas a tomar.

No quiere ayuda

El caso de Julius supone un desafío moral en toda regla. No causa incidentes, quiere conservar su modo de vida y dice no a cualquier clase de auxilio. De este modo frustra cualquier respuesta, desde la represiva a la solidaria. Ni merece la primera ni desea la segunda. ¿Cómo hace para ir tirando? Pues, según el Ayuntamiento, recibe periódicamente dinero de su familia alemana. Cuando le llega, se asea y acude a una pensión. Pero luego retorna a la calle del mismo modo. Y vuelta a empezar.

El vagabundo lleva unos cuatro años de un lado a otro de la ciudad. En verano del 2006 se le empezó a ver por la zona de la calle Real. Allí se plantaba, petrificado e inmune a todo, exhibiendo un cartel don un mensaje: «40 c». Con el dinero que recaudaba pasaba el día. Procedente de Alemania, según las explicaciones que dio a los muchos vecinos que hablaron con él, llegó en un barco y el barco zarpó sin contar con él.

En aquel entonces Julius era un muchacho rubio y de estética surfera. Pese a pedir en la calle, lucía un aspecto sano. Bien podía pasar por uno de esos trotamundos que van de país en país con juegos malabares. Sin embargo, la vida en la calle, durmiendo en portales y plazas, le fue pasando factura. Desde el año pasado se ha convertido un hombre siniestro, con la piel ennegrecida y que camina por la ciudad cabizbajo, inmerso en su propio mundo. Aunque de cuando en cuando se asea, pronto vuelve a las andadas, dejando a su paso no solo su inquietante apariencia, sino un insoportable olor que ha provocado muchísimas quejas vecinales.