Barón Rojo en blanco y negro

A CORUÑA

En 1983 los madrileños actuaron en el Pabellón de los Deportes. El alcalde Francisco Vázquez los recibió en el palacio de María Pita, dejando una imagen para la historia

05 mar 2010 . Actualizado a las 12:11 h.

Eran otros tiempos. En 1983 los roqueros podían dar miedo a la sociedad, pero desde luego no a los políticos. Al menos, a algunos políticos. Si en Madrid el carismático Enrique Tierno Galván promovía la movida, en A Coruña Francisco Vázquez simpatizaba abiertamente con el pop y el rock. El 23 de abril había sido elegido alcalde y ese verano instauró una tradición que se iba conservar durante unos años: dar una recepción en María Pita a los artistas que tocasen en la ciudad.

Estos encuentros normalmente tenían lugar antes de los conciertos. En el caso de Barón Rojo ocurrió tras la prueba de sonido. Así lo recuerda Carlos de Castro, guitarrista de la banda que este sábado tocará en el Coliseo con la formación original: «Nos hicieron llegar un mensaje al concierto en el que decían que el alcalde nos quería conocer. No era algo muy habitual que nos pasase eso, ni entonces ni ahora, pero aceptamos».

Y allí se plantaron. Frente a frente. Se puede ver perfectamente en la fotografía cedida para este artículo por Nonito Pereira, incluida en su libro Historias, histerias y anécdotas musicales de La Coruña. Por un lado, las melenas, el desaliño y las camisetas de AC/DC del grupo. Por otro, el traje, el pelo engominado y la formalidad del entonces alcalde. «Nos pareció un hombre encantador. No recuerdo bien de qué hablamos -dice Carlos de Castro-, supongo que de generalidades. Él tenía mucho interés en conocer ese movimiento en el que que nosotros estábamos -se refiere al heavy- y que había despertado tanto revuelo en la ciudad. Nos enseñó el Ayuntamiento, que me pareció muy bonito».

«Había visto que iba a venir tanta gente al concierto y quería saber qué había detrás de ello -reflexiona el músico-. Creo que era una postura inteligente porque un político es normal que quiera estar al tanto de lo que pasa en la calle».

El concierto, que finalmente reunió a más de 6.000 personas en el Pabellón de los Deportes, había estado precedido de muchos temores por la organización. La Concejalía de Fiestas lo había calificado como evento de alto riesgo y, durante su celebración, se extremaron las medidas de seguridad. «No pasó nada, todo discurrió con total normalidad», comenta De Castro, que, de cualquier modo, no se olvida de otra de las grandes anécdotas de aquel día.

La recoge detalladamente Nonito Pereira en su libro: «En uno de los momentos más calientes, se ponen en marcha los efectos especiales del escenario y el humo empieza a dispersarse. En ese momento, Jesús Caja, mánager del Barón Rojo, y yo nos percatamos de cierto revuelo entre los miembros de la Policía Nacional que, alarmados por el humo, con los extintores en ristre, se dirigían escaleras arriba para apagar el fuego del escenario».

«Nosotros llevábamos una pirotecnia para el directo, pero no nos enteramos de nada. Nos lo contaron luego y sí, al parecer, los policías estuvieron a punto de subir», dice De Castro riéndose de la surrealista situación. Al final, Juan Caja se plantó en la escalera del escenario, para impedir el acceso de los agentes hasta que se aclaró la situación. Afortunadamente todo se quedó en una anécdota.