«Ya va siendo hora de aparcar el cubata y educar el paladar»

A CORUÑA

Sus más de 30 años tras la barra de El Pirata han hecho de esta coctelería de Oleiros un referente del «buen beber»

23 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Es un profesional que, para colmo, se reconoce enamorado de su profesión. Esto se deduce escuchando a la clientela de la coctelería El Pirata, que regenta Manuel Arias. Nació en Baamonde, Lugo, pero son ya 31 años detrás de la barra de madera de su local de Santa Cristina, rodeado de infinitos tipos de licores, siropes, frutos y vasos. Es un defensor del «buen beber», y con su hablar apasionado es capaz de trasladar al interlocutor desde el otro lado de la barra hasta el Nueva York de comienzos del siglo pasado para explicar el origen de tal o cual cóctel, con una narración jalonada de mil anécdotas, referencias cinematográficas y conocimiento enciclopédico de los suyo: la coctelería.

Pero sus comienzos en el mundo de la hostelería distan mucho de los elegantes bares de los hoteles neoyorquinos donde se crearon los cócteles más clásicos: «Yo me ocupaba de colocar a mano los bolos en el Molino Rojo, una bolera que estaba cerca de la catedral en Lugo. Miraba la barra desde la otra punta de la pista y me decía que tenía que estar al otro lado. Y lo conseguí, en poco tiempo pasé a fregar vasos y limpiar neveras», recuerda con una sonrisa.

Formación continua

La vocación la tuvo siempre clara: «Es algo que no se puede explicar con palabras. La barra te proporciona un modo distinto de ver las cosas, desarrollas una psicología de tanto cambiar impresiones con gente muy distinta, con diferentes modos de beber, de fumar, de sentarse, de hablar... Siempre me pareció algo mágico». Y para conseguir su sueño no dudó en juntarse con los mejores. Pasó por el restaurante lucense Portón do recanto -«Ahí me enamoré de la hostelería. Había un nivel profesional impresionante»-, y terminó recalando en A Coruña, donde ya pasaba las vacaciones de verano desde niño, sin descuidar su formación: «Pasé un tiempo por la cafetería Linares Rivas, pero aprovechando el servicio militar hice mis trabajos por Madrid. En aquella época empezaba a ponerse de moda la coctelería hawaiana, y me empapé de aquello. Pero nunca terminas de aprender en este oficio». A su vuelta a tierras gallegas fue fichado en el todavía activo Bora Bora, «donde aprendí muchísimo y donde surgió la idea de abrir un negocio propio, también en Santa Cristina».

Así, en los carnavales de 1978, nace El Pirata, un lugar donde podía dar rienda suelta a su creatividad coctelera. Lo abrió con unos socios, aunque terminó quedándose él solo al frente en pocos años. Más allá de los clásicos, el primer cóctel que creó Manuel sigue todavía en la carta. Se trata de Dama del Pirata, que tiene como base el ron: «Lo curioso es que en aquel entonces se llevaban los grandes adornos, bengalas, humo y vasos descomunales. Y el Dama es todo lo contrario, es muy clásico y se sirve en copa de cóctel. Fue muy satisfactorio para mí, ya que ese tipo de coctelería es la que realmente me apasiona». De hecho, El Pirata rezuma elegancia, con las luces tenues, la madera presente por todos los rincones y el ambiente cálido. Como un bar de película americana de los años cuarenta. Y con tres décadas de vida, es ya un clásico dentro de la noche coruñesa.

La última aventura de Manuel se llama Classic Bar. Es una especie de cátering de cócteles y copas especiales para grandes eventos: «Lo monté con José Iglesias, del Medley's Blues Café, que estuvo diez años trabajando conmigo en El Pirata. Vimos que había cierta demanda de un servicio de calidad, que se saliera de lo de siempre, para bodas, congresos y demás. Y la verdad es que parece que la gente empieza a despertarse a nuevas experiencias. ¡Que ya va siendo hora de aparcar el cubata y educar un poco el paladar!». Esa es su gran batalla, demostrar la profunda cultura que rodea al mundo de la mezcla y los grandes licores: «Beber no puede obedecer a una necesidad, es un disfrute que no debe hacerse con prisas. Pero cada vez vemos que se acerca más gente joven a curiosear en estos terrenos, y eso es bueno», asegura este defensor de la copa sabrosa y tranquila frente al frenesí del consumo abusivo de alcohol.

Si se le pregunta por sus preferencias mira al cielo y resopla: «Me metes en un aprieto. Hay cócteles tan maravillosos que me es imposible decidir. El Gin Fizz, el Dry Martini, el Manhattan, el Negroni... Es que hay recetas que rozan la perfección. Digamos que cada uno tiene su momento», resuelve, diplomático, el maestro coctelero.