La accidentada vida del Noroeste Pop Rock

F. Molezún / R. Ventureira

A CORUÑA

El concierto estival ha evolucionado entre críticas y gran aceptación popular

09 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Todo comenzó hace ya 23 años. Para las fiestas de María Pita del verano de 1986 se coteja en el Ayuntamiento organizar un gran evento musical, una romería rock, que satisficiese las ansias de espectáculo de los jóvenes coruñeses, diese salida a la ingente cantidad de grupos que por aquel entonces se habían formado en la ciudad, y atrajese a un público más allá de los límites de la provincia, para convertirse en un referente en el panorama roquero patrio.

En un primer momento se había planeado hacerlo en Adormideras, al aire libre, pero -y esto sí que no ha cambiado- la lluvia intensa que cayó en la jornada previa al evento hizo que la organización trasladase todo el equipo de sonido hasta el Pabellón de los Deportes de Riazor. El truco que los promotores de la idea emplearon para conseguir que, en efecto, los grupos locales fuesen en gran medida protagonistas del concierto fue intercalar un gran número de bandas coruñesas con primeras figuras del panorama nacional. El cartel definitivo de aquella primera edición quedó conformado por los locales Homo Hábilis, Viuda Gómez e Hijos y Método Sueco, que abrieron el recital a las 18 horas. Tras ellos, bandas invitadas, Peor Imposible y Desperados, para volver con los coruñeses Destellos de pasión. Continuaron los ya consagrados o emergentes, que se decía entonces, Glutamato Yeyé, La Mode, Mermelada, Burning, Objetivo Birmania, Siniestro Total y Os Resentidos, para que dos bandas de la ciudad pusieran el colofón a la fiesta: Dramáticos y Radio Océano.

En total 30.000 personas pasaron aquella tarde-noche por el pabellón, entrando y saliendo según sus preferencias, provocando que las puertas tuviesen que cerrarse en diversas ocasiones. Tamaño evento fue retransmitido por diferentes radios y las televisiones públicas autonómica y estatal grabaron parte de las actuaciones.

El éxito de la cita, y la ausencia de incidentes significativos, animó al Ayuntamiento a repetir la experiencia el verano siguiente. El pabellón volvió a ser la sede del que ya calificaban como «concierto estrella de las fiestas», a pesar de que las críticas a estos usos extradeportivos comenzaban a llegar a los pasillos del palacio municipal. Aunque en la primera edición los precios pagados por los grupos se habían ajustado al máximo -los locales se llevaron 75.000 pesetas-, el 25 de agosto de 1987 se optó por cobrar una entrada «simbólica» de 400 pesetas, que no impidió que miles de jóvenes volviesen a reunirse para disfrutar de un maratón musical en el que participaron cinco bandas locales y seis de ámbito nacional, entre los que destacaron, de nuevo, Siniestro Total y unos recién llegados llamados Los Ronaldos, cuyo cantante recordaría años más tarde el del Noroeste como «el primer concierto que dimos para masas».

Solo deporte

Las quejas por la celebración de conciertos en las instalaciones deportivas municipales encontraron a su principal valedor en el entonces concejal de Fiestas, Eduardo Blanco, que trasladó el Noroeste a la plaza de María Pita en 1988. Esto tuvo dos consecuencias inmediatas en la noche de lunes 29 de agosto. La primera, que el grupo La Granja tuvo que acortar su actuación a media hora, ya que el concierto tenía que acabar a una hora determinada. La segunda, las innumerables quejas de los vecinos de la céntrica plaza por los 30.000 vatios de sonido que llamaron a sus ventanales hasta entrada la madrugada. Por lo demás, el espíritu se mantenía, con cinco grupos de aquí intercalados con seis nacionales, entre ellos una Luz Casal que cuentan las crónicas que abandonó el escenario entre lágrimas.

Las quejas de los vecinos surtieron efecto y la edición de 1989 se trasladó hasta la playa de Riazor, marco que desde entonces quedaría ligado ad eternum a los conciertos estivales de la ciudad. Danza Invisible, Modestia Aparte y La Unión, que repiten este año, arroparon a cinco formaciones locales ante 30.000 personas que fueron testigos de este primer concierto playero que, en su siguiente edición, incorporó unas pantallas gigantes. Una mejora más que necesaria, teniendo en cuenta que 120.000 personas abarrotaron el arenal para ver y escuchar a Luz Casal, que horas antes leía el pregón de las fiestas. Y en 1991, 90.000 personas se acercaron a la playa.

En el olímpico 1992 no hubo Noroeste como tal, ya que hubo ciertos problemas legales con el nombre. Uno de los promotores de la primera edición lo registró y exigía un pago por su uso ante la indignación de Nonito Pereira Revuelta, uno de los padres de la criatura: «Son mis iniciales: NPR. Así lo bauticé en 1986. Pero hubo que cambiarlo a Coruña Pop-Rock, aunque la gente, que ya lo entendía como algo muy suyo, continuó llamándole el Noroeste». Para esta séptima edición se generó gran expectación, al anunciarse meses antes la posibilidad de que viniesen a tocar los Ramones -al final tocaron al año siguiente en el Coliseo-. La cabeza de cartel la ocuparon entonces los Hombres G, que el 2 de agosto actuaron junto a Los Inhumanos y otras seis bandas locales. Entre ellas unos Eskizos a punto de disolverse, que dieron un recital todavía hoy recordado por miles de coruñeses. Poco cambió el festival hasta su novena edición, cuando por primera vez se ven estrellas internacionales -Inmaculate Fools y The Stranglers- en un cartel en el que no había ninguna banda local. Además, la playa comenzó a utilizarse para otros conciertos, como El Gran Guateque, una cita que durante los años siguientes reunió a miles de nostálgicos ante leyendas como Los Pekenikes, Los Bravos, el Dúo Dinámico, Los Diablos o Fórmula V.

Llegan los extranjeros

La tónica internacional continuó en los años posteriores, conformando el cartel una gran estrella foránea acompañada por algún telonero patrio. En los años siguientes pasaron por Riazor Bob Geldof, Status Quo -que congregó a 75.000 fans-, The Cure, Simply Red y Joe Cocker, con la excepción de 1997, año en el que las estrellas absolutas fueron los ourensanos Los Suaves, que brillaron en la noche coruñesa ante 60.000 incondicionales. Comenzaron esos años a proliferar los conciertos en el arenal, al margen del Coruña Pop-Rock. Ketama, Marcela Moreno, Antonio Vega y otros muchos pasaron por la playa con cifras más que respetables de asistencia. Ante el fenómeno que experimentó la música folk en años anteriores, se organizaron las Noites Celtas, por las que pasaron autóctonos como Luar na Lubre y extranjeros como un ebrio Shane McGowan, Gwendal o Eric Riggler.

Volvió un nombre local a subirse al escenario en 2001. Xoel López, al frente de Deluxe, abrió concierto para los Waterboys, con los que tocó Carlos Núñez algún tema. El del 2002 fue un verano ajetreado para el escenario de Riazor. En vísperas de San Juan tocaron Amaral, Ketama, Especialistas y Piratas; y en el resto de la temporada estival pasaron por allí los ritmos disco de Gloria Gaynor, los himnos de Miguel Ríos, el joven flamenco pop de José el Francés y Rosario Flores, además de un festival que reunió a 100.000 personas para ver a Chenoa y otros triunfitos. Eso sí, del Noroeste como tal, ni rastro.

Año en blanco

El frenético ritmo de conciertos del verano anterior contrastó con la sequía del 2003. El programa de fiestas no incluía ningún evento en la playa. Según alegó en su momento el Ayuntamiento, la razón era el alto coste que esto suponía. Empresarios hosteleros de la zona y aficionados a la música en directo plantearon sus quejas ante esta decisión, y tuvo sus consecuencias. Entre el 31 de julio y el 8 de agosto del 2004 pasaron por riazor la Electric Light Orchestra teloneando a Rubén Blades; David Civera, La Quinta Estación, Los Suaves, Herdeiros da Crus, Deluxe y unas cuantas bandas locales más.

El Noroeste recuperó su pulso. En el 2005 fueron tres días de música, a cargo de, entre otros, Josele Santiago, Pereza y Siniestro Total; y el año siguiente fueron cuatro los días, si se incluye el Concierto Centenario de Estrella Galicia, donde grupos gallegos rindieron tributo a Golpes Bajos. Aparte de esto, viejos conocidos como Burning y Los Ronaldos compartieron uno de los carteles más chocantes de la historia del rock, en el que la elegancia del británico Paul Weller se encontró con El Koala y sus irrefrenables ganas de hacerse un corral. En el 2007 volvieron los grupos locales -arrasó Deluxe en casa- junto a Dover, Nacha Pop y los New York Dolls, entre otros. Como si nada hubiera pasado, el Noroeste volvía a ser una cita ineludible del verano coruñés. El cartel era escrutado nada más publicarse y las críticas volvían a llover sobre él. El pasado año repitió Kiko Veneno, junto a Raimundo Amador, M-Clan, Asian Dub Foundation y Mode Selektor, entre otros. Una plantilla artística peculiar que pareció no contentar a nadie, a pesar de congregar de nuevo a miles de coruñeses. Y este año, nuevo giro en el festival que, aparte de The Hives, con las actuaciones de El Consorcio y Raphael parece alejarse del pop, del rock y también del noroeste.