Un año lejos de Penamoa

A CORUÑA

Casi 12 meses después de los primeros realojos del poblado chabolista, sus antiguos vecinos tienen una vida nueva, aunque siguen sufriendo problemas de integración

04 ago 2009 . Actualizado a las 11:33 h.

Muy pocos quieren dar su nombre. Y mucho menos salir en una foto. Eso supondría dar pasos atrás en el camino andado durante los últimos meses. De todas formas, algunos de los ex vecinos del poblado chabolista de Penamoa que ya han sido realojados en «pisos decentes» no tienen problema en relatar cómo es su vida ahora y en comentar si ha funcionado o no, al menos en su caso, el plan de integración puesto en marcha por el Ayuntamiento coruñés.

Una de esas familias realojadas es la de María José Conchado. Tiene 48 años, una pensión de 300 euros al mes y, de sus seis hijos, el más pequeño, de 15 años, sigue viviendo con ella. Los dos abandonaron Penamoa hace nueve meses y, aunque al principio notaron las reticencias de sus nuevos vecinos, se sienten plenamente integrados en el barrio de Palavea. «Es que mi hijo ya tiene amigos aquí, sale con ellos y ya no quiere saber nada de arriba. Ya no volvería por nada del mundo a Penamoa», explica María José.

Ella fue de las primeras en ser realojada porque, según explica, conocía perfectamente las normas de convivencia en una comunidad de vecinos. «Yo viví en un piso. Me crié en Caranza (Ferrol), por lo que no hacía falta que me enseñaran nada. Sabía que no se podía gritar a partir de las doce de la noche, ni poner la música alta o que había que cuidar los espacios comunes...». Nada que ver con lo que ocurría en Penamoa.

Madre de seis hijos

María José se casó a los 13 años y, después de vivir en las chabolas del solar que ahora ocupa El Corte Inglés, se trasladó a Penamoa. Después de quince años, su marido la dejó sola con sus seis hijos, por lo que tuvo que luchar duro para salir adelante. Ahora tampoco lo tiene fácil. Aunque cinco de sus hijos han formado sus propias familias, el pequeño sigue viviendo con ella. «Y con una pensión de 300 euros, imagínese... Compro poquito porque no hay mucho dinero», comenta. Al menos nadie le pone trabas, excepto sus dificultades de movilidad, para disfrutar del nuevo entorno, salir a la calle, al parque y hablar con los vecinos.

Otra de las familias que se han trasladado a Palavea es la de José Ríos. Está allí desde febrero y es, según explica, «una maravilla, una bendición de Dios». Cuando se inició el proceso de integración tenía miedo de «hablar más de la cuenta» porque era consciente de que eso podría volverse en su contra. Ahora, en su nuevo piso, no tiene reparo en confirmar que su vida y la de su mujer ha cambiado «muchísimo». «Vamos a ver. Nosotros vivíamos en un chabolo, pero teníamos nuestras cosas limpias y con una mínima comodidad, pero esto es diferente». No quiere caer en el morbo, pero confiesa que allí «se nos comían las ratas por más que limpiásemos la casa». Al recordar los inviernos en Penamoa se le ponen los pelos de punta: el agua de lluvia corría como un río por las calles, la humedad y el frío difícil de esquivar y si hacía un poco de viento dormían mirando al techo... por lo que pudiera pasar. En definitiva, «la miseria nos comía», dice.

«Veo cariño en los vecinos»

Ahora él, con 52 años, y su mujer siguen luchando para conseguir una mayor integración social. José Ríos trabaja vendiendo frutas y, aunque según dice intenta buscar otros trabajos, nadie le da una oportunidad. «Porque soy gitano», argumenta.

De todas formas, no tiene queja alguna de sus nuevos vecinos. Los dos se sienten bien acogidos («veo cariño en ellos», insiste). Pero en lo que más repite y subraya es su agradecimiento a los funcionarios y responsables del Ayuntamiento coruñés. «Ahora me doy cuenta de que siempre estuvimos apoyados por ellos», apunta.

De hecho, la Concejalía de Servicios Sociales sigue desarrollando el plan especial para Penamoa con bastante éxito, según aseguran desde el Ayuntamiento. El objetivo es la integración social de todos los chabolistas que se adhieren a él. No todos quieren o pueden pasar este trámite: uno de los requisitos es estar desvinculado del mundo de la droga.