Comercios para el recuerdo

Carlos Fernández

A CORUÑA

Un libro de Iglesias Martelo recupera del olvido las conocidas tiendas que convirtieron la calle Real en el centro neurálgico de la ciudad durante el siglo XIX

11 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

De la calle Real podría decirse aquello de quién te ha visto y quién te ve. Un interesante libro de Iglesias Martelo sobre esta popular rúa coruñesa, recientemente publicado por la editorial Arenas, hace una exhaustiva, y amena, relación de los comercios allí existentes, y en la actualidad desaparecidos en su gran mayoría. Eran unos establecimientos que le daban categoría, y hacían de ella la arteria principal de la ciudad, hoy desplazada hacia otros lugares más lejanos.

En el ramo de la alimentación, la tienda más antigua fue El Tirolés, en el número 54, que ya existía en el primer tercio del siglo XIX y estaba regentada por Toribia Rodríguez, que era conocida como La Tirolesa. Posteriormente, se tienen noticias de otras, como La Fonda del Correo, El Colmado, La Música y, también del siglo XIX, los regentados por Ramón Abella, Niceto Peña, Enrique Rodríguez López o Bescansa e hijos. Ya en el siglo XX estaban La Francia, La Confianza, Kessler (que permanecería más de 60 años), Turronería La Jijonenca (frente al cine París), La Gran Despensa, Lechería Tomé y Casa Navarro.

En cuanto a camiserías, Martelo destaca Yzquierdo, La Herculina, La Campana, La Moderna, Ríos, y La Inglesa y Carbajo (esquina a General Mola), que fue la que más duró. En el apartado de confiterías destacaban, en el número 90, Casa Pelletier, especialista en hojaldres, bombones rellenos, pastas y tartas variadas, que aparece en escritos de la Pardo Bazán y Fernández Flórez; Labra, en el número 20; La Mallorquina; Antonia Mesa; La Francia; La Victoria; El Fénix Coruñés; El Progreso (con su elegante salón de té); La Nueva España (también con salón); y La Jijonenca, en el número 7, que fue la única que llegaría hasta finales del pasado siglo XX.

Muy populares, especialmente para los niños, fueron las jugueterías como El Brillante, Bazar de Escudero (luego Bazar Freijido), Bazar de la Industria, Bazar Inglés, La Gran Bretaña, Bazar Otero, Bazar Estrada, Moya (con su casa central en San Nicolás), Madame X (luego Exclusivas Sáez), Bazar del Siglo XIX y Bazar de Pepe.

En el ramo de mueblerías se recuerdan Hijos de H. Hervada, El Anteojo, Joaquín de la Torre, La Gran Bretaña, La Económica, Casa Tizón (conocida como Las Damas, porque la mayoría de las empleadas eran mujeres), de la que su patriarca, don Arcadio, fue presidente de la Cámara de Comercio y del Deportivo; La Casa del Mueble, de los hijos de E. Cervigón; y Muebles Barreiro. También había ópticas, como M. Celis, Diamantes Americanos, General Óptica, Lázaro Óptico y Óptica Alemana.

Papelerías, entre otras, estaban Garcybarra, Roel (fundada en 1872 por el litógrafo Manuel Roel, emigrante retornado de Cuba); Ferrer, Cervantes, Lombardero y Porvén (en los números 18 y 66).

Peluquerías como las de Rafael Míguez, El Fígaro (que en 1906 cobraba el corte de pelo a 25 céntimos); Au Petit Salón (en el número 90, que contaba con servicio de limpiabotas); Trébol; Peluquería Salvador; Dona; Galicia, y Rafael Alberto.

Joyerías

En cuanto a relojerías-joyerías, destacaban en la primera mitad del siglo XIX las de los franceses Lavinia, Bonnet y Bailly. Otras fueron Antelo, Moris, Bono, Savaglio, Giral, Matilla, Abelenda, Kuiser, Canoura, Martínez Fole, Generoso, El Cronómetro, Escudero, Currás, Ramón Fernández, Ataulfo, Guimaraens, Fuentes, Salamanca, Lino, Regent, Franermy, Barreiro, Piruca, Isabel y Romeu (que funciona actualmente en el local de Kessler). Enfrente está la Joyería Malde, fundada en 1898, y que siempre ha contado con una distinguida clientela.

De las tiendas de música, la más famosa fue la de Canuto Berea, en Real 38, aunque ya funcionaba desde comienzos del siglo XIX en Riego de Agua, cerrando en 1985. También hay que citar el Bazar de Jorge Bono; Manuel Miguel y Compañía; Casa Martí; Industrias Miranda, y Electro Radio-RCA, de Ramón Sarasquete, donde se vendieron los primeros discos que llegaron a la ciudad del desaparecido Elvis Presley.