Tiempos de solidaridad marinera: un caso de 1926

Luis Lamela

MUXÍA

XESÚS BÚA

Crónica del feliz desenlace para una embarcación de Muxía que pasó apuros en una madrugada de marzo. Los vecinos reclamaron un galardón para quienes ayudaron en el rescate

27 ene 2015 . Actualizado a las 02:11 h.

Como de costumbre, en la madrugada del 9 de marzo de 1926 salieron a faenar en una embarcación de Muxía Juan Santos García, Manuel Fernández López, alias Muxiguente, y el joven de 16 años Camilo Toba. Al regresar por la tarde de las labores de pesca apretó el viento del NE duro, viéndose obligados a tomar dos fajas de rizos a la vela. Y después de doblar por barlovento del cabo Touriñán, era tan fuerte el viento y el mar que trabajaba sobre el bote, que entraba gran cantidad de agua poniéndolo en serio peligro, arriando la vela para tomar otra faja más y dando fondo para no caer mucho a sotavento.

No obstante, pronto arreció el viento de tal manera que cuando quisieron levantar el rezón no les fue posible, dando fondo a otro más que tenían de repuesto, aguantando al mismo tiempo con los remos para ayudar a las amarras, ya que, de romperse esta como esperaban de un momento a otro, se estrellarían contra los próximos acantilados de la costa, permaneciendo así en este estado de tensión toda la noche.

Al aclarar el día, el 10 de marzo, el temporal que continuó con toda su furia rompió una de las amarras y fue entonces cuando, agotados y sin dormir, comenzaron a perder la poca esperanza de poder salvarse. Al margen de esto, a las once de la mañana de ese mismo día 10 se presentaron en la Ayudantía de Marina de Camariñas los vecinos de Muxía Valentín Martínez y José Pérez. Al no haber arribado la embarcación de Juan Santos y Manuel Fernández a su localidad de origen, durante la madrugada habían recorrido por tierra todo el litoral desde esta última localidad hasta Touriñán, en donde fue localizada la embarcación que faltaba.

Los dos, muy nerviosos, manifestaron a la autoridad de Marina que en el sitio conocido por Moreiro, a barlovento del cabo Touriñán, se hallaba fondeado un bote tripulado que había salido en la madrugada del día anterior para las faenas de pesca, temiendo que, dado su proximidad a tierra, lo recio del temporal de NE reinante y hallarse entre unos bajos, al faltarle las amarras la embarcación se estrellaría contra los acantilados y seguramente perecerían todos sus tripulantes de forma irremisible.

Auxilio de unos vapores

De inmediato, el ayudante de Marina de Camariñas requirió el auxilio de unos vapores de pareja que permanecían de arribada en el puerto. Y pronto se adelantó el patrón del vapor Elisa, un joven de 26 años de edad pero bien curtido por los temporales de la Costa da Morte. Manifestó su disposición, no obstante lo duro del temporal, a intentar el salvamento si el armador de su barco se lo permitía. Este, Manuel Veiga, de Vilagarcía, lejos de oponerse contribuyó a acelerar en lo posible la pronta salida del vapor del puerto. Y mientras el barco salía por la bocana de la ría, varios grupos de marineros de Camariñas se concentraron en las inmediaciones del puerto en tanto en cuanto no se recibían noticias del resultado del salvamento. Pasaron después tres largas horas de angustia sin verse el vapor ni tener noticias, hasta que por fin dobló la punta de la Barca, pero sin rastro alguno del bote.

Sonidos de la sirena del barco

No obstante, pronto en las instalaciones portuarias se escucharon los lejanos sonidos de la sirena del barco dando a entender que el salvamento estaba felizmente efectuado. Fondeado el Elisa, los tripulantes salvados fueron trasladados a tierra, recibidos por el pueblo en masa y trasladados a la Ayudantía de Marina en donde fueron atendidos en la forma que fue posible.

Dicen los medios de comunicación de la época que los diez hombres que formaban la dotación del Elisa fueron felicitadísimos por los habitantes de Camariñas, vecinos que sabían de sobra lo que era la vida en el mar, pues todos allí eran pescadores, ensalzando la hazaña desarrollada por la tripulación del Elisa. Reclamaron que les fuese concedido un merecido galardón, publicando los periódicos de la época los nombres de los tripulantes para que sirviese de estímulo a todos: patrón Juan López González; patrón de pesca y armador, Manuel Veiga; dotación: José Portabales, David Veiga, Secundino Carrera, Jesús Ramón Veiga, Manuel Veiga Fernández, Emilio Lorenzo Pérez, Cándido Sánchez y Amadeo Vidal.

Después de casi noventa años transcurridos, quizás no esté de mal recordarles una vez más como un feliz ejemplo de solidaridad de los muchos que siempre existieron entre las gentes del mar, momentos que no siempre fueron dichosos.