El eremita establecido en la ladera del monte do Cabo aumenta las creaciones pictóricas y escultóricas
FISTERRA
Poco a poco, el viejo depósito de agua y el transformador abandonado al lado de la carretera que accede al faro de Fisterra, situado al principio del trayecto a mano derecha -en una pequeña elevación que puede pasar desapercibida si se viaja en coche a cierta velocidad- van cobrando vida. Tanto los edificios como el monte situado a su alrededor, que por cierto es de propiedad municipal (consorciado) y zona protegida.
Esa vida llega en forma de obras artísticas, tanto pinturas como esculturas, además de mensajes en unas letras de caligrafía excepcional, aunque algunos sean un tanto confusos o sorprendentes. Hay uno que es muy claro: «Voto de silencio», situado a la entrada de este curioso recinto. Eso indica que el responsable de todas estas creaciones ha decidido pasar una temporada sin hablar con nadie, y prefiere dejarlo claro.
El personaje es Arnó, un francés que llegó hace cerca de tres años al municipio como peregrino y decidió quedarse a vivir y a emprender un proyecto que, para algunos, tiene tintes templarios, y para otros, evocaciones (en el fondo, no en la forma) a Man de Camelle. Apenas hace vida de pueblo, aunque tuvo sus momentos. Al principio, pintó algunos locales de hostelería. Trabaja bien y es muy reservado. «É moi educado, ten una ampla cultura e non lle gusta nada falar da súa vida privada», señalaba ayer un hostelero que lo ha tratado en ocasiones. También lo hacen algunos de los vecinos que van a caminar hacia el faro, una práctica muy habitual en Fisterra. «Non ten problemas con ninguén, todo o contrario», añade este empresario. En Navidades, cuando la ola de frío, el Concello le envió unas mantas, por si acaso.