Una joven de Porto do Son tiene que andar 2,5 kilómetros por una zona sin luz para ir al instituto

Laura López RIBEIRA/LA VOZ.

BARBANZA

18 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Hacer la ruta para ir al colegio o al instituto, que para muchos niños y jóvenes es un acto cotidiano y rutinario, es un auténtico calvario para una niña de la aldea de Pedra do Lobo, en la parroquia sonense de Nebra. Nada menos que 2,5 kilómetros es lo que Ángela Touriñán, de 13 años, tendrá que caminar este curso todas las mañanas para ir a coger el autobús escolar que la lleva al instituto de Porto do Son.

Y lo peor no es solo la distancia, sino también el camino en sí: ni un solo tramo llano y, lo que es aún más grave, buena parte del trayecto discurre por una zona de monte, poblada de vegetación frondosa y maleza, deshabitada y sin luz alguna.

La historia tiene tela. Cuando Ángela inició el colegio con 3 años, su madre, Carmen González, removió cielo y tierra para lograr que el autobús escolar parase en Pedra do Lobo. Y lo consiguió. Este año, la chica comienza primero de ESO en el instituto sonense, y la sorpresa fue mayúscula para esta familia cuando les anunciaron que no estaba previsto que el autobús pasase por ahí. El director del centro, Bernardo Campos, mandó una solicitud a la Xunta de Galicia para pedir esta parada: «Enviamos a petición, pero aínda non recibimos resposta afirmativa nin negativa. Esperamos que a concedan porque é realmente necesario».

Mucho miedo

Así que, mientras tanto, la alternativa que tiene Ángela es caminar 2,4 kilómetros hasta Cornido, donde está la parada más cercana. Ayer fue la presentación, con un horario especial, pero la semana que viene tendrá que coger el autobús a las 8.00 horas. «Eu non teño coche, tampouco a podo acompañar, así que non sei como vou facer», relataba ayer la madre, desesperada.

Pánico es lo que siente la joven y, por supuesto, su madre, al pensar que tendrá que realizar esa ruta todos los días, saliendo de casa a las siete de la mañana -cuando aún hay oscuridad en invierno-, volver a mediodía y, dos días a la semana, a las seis y media de la tarde, cuando ya anochece. «A min dáme medo camiñar todo iso, e por riba eu soa», explicaba ayer la joven. «Négome a que a nena faga o camiño soa, a veces hai coches parados na zona e nin sequera me atrevo a facelo eu», dice la madre. Por eso, si no le dan pronto una solución, no descarta que la estudiante se quede sin ir al instituto. «Farei o que faga falta», continúa la progenitora.

En una situación semejante, aunque menos dramática, está otro joven de Resúa, Iván Pouso, que tiene que caminar también hasta Cornido, aunque en su caso el trayecto no llega a los dos kilómetros. Su madre, Irene Ventoso, considera que una nueva parada es necesaria: «Se traer un autobús é moi custoso, que veña un microbús, ou un taxi, pero estes nenos non poden quedar así, abandonados».

Y no es para menos su desesperación. El trayecto de ida comienza cuesta abajo, entre frondosos árboles y bifurcaciones de pistas dan al monte. Si a las nueve de la mañana impone, imaginárselo a las siete pone los pelos de punta. Así discurre casi un kilómetro, hasta que, al fin, se vislumbran las casas.

Luego se retoma un trayecto deshabitado y, cuando casi se está llegando a la carretera general, comienzan a aparecer las primeras farolas. Antes, ni un solo punto de luz. Ayer, en el primer día de clases, Ángela no pasó de ahí. En vez de llegar hasta la parada del bus, pidieron ayuda para que un coche la viniese a recoger. Pero, por desgracia, no será así siempre.