El pulpo lució todos sus encantos

Laura López RIBEIRA/LA VOZ.

BARBANZA

Centenares de personas acudieron a la cita gastronómica más importante de Porto do Son, en la que se sirvieron 3.000 kilos de cefalópodo y 2.000 de mejillones

15 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Porto do Son fue ayer un hervidero de gente, se convirtió en el epicentro de la gastronomía y de los festejos. El protagonista y, sin duda, el rey de la fiesta, fue el pulpo. En su honor se celebró la décimo séptima edición de la Festa do Polbo, una cita organizada por la Asociación Sonense de Empresarios a la que nadie quiso faltar.

Allí estuvo, incluso, el más experimentado de los larpeiros, el televisivo cocinero Benigno Campos, que fue el encargado de dar el pregón. Habló de la calidad del cefalópodo de la zona, y de la buena mano que tienen en el interior de Galicia al cocinarlo. Pero, lo más importante, se comprometió a realizar una comida en el programa Larpeiros a base de pulpo de Porto do Son. Y no faltaron las menciones a Paul, el cefalópodo más famoso mientras España se la jugaba en Sudáfrica.

Pero tampoco se quisieron perder esta cita, entre otros, el alcalde sonense, Xoán Pastor Rodríguez, y miembros del grupo de gobierno local y de la oposición; el presidente de la Diputación, Salvador Fernández Moreda; los parlamentarios Manuel Ruiz Rivas y Bieito Lobeira; la diputada provincial Rosana Pérez; el alcalde de Boiro, Xosé Deira; el de Muros, Domingos Dosil; el de Carnota, José Oreiro; el de Lousame, Santiago Freire, y representantes municipales de A Pobra y Rianxo.

La nota original y más marchosa llegó con la presencia de decenas de motoristas que están participando estos días en la concentración que organiza la asociación Ría de Noia.

Una carpa enorme dio cabida a cientos de personas que acudieron a degustar 3.000 kilos de pulpo y 2.000 de mejillones. Para preparar el cefalópodo estaban las expertas manos de los empleados de la pulpería Veloso Puente Ulla. Su dueño, Manuel Veloso, explicaba ayer el secreto para cocinar este manjar: «Ten que ferver amodo, uns vinte minutos, e media hora de repouso». El resultado saltaba a la vista y, sobre todo, se notaba en el paladar, según contaban algunos de los comensales.