Koran dankon. Así acaba una conversación todo hablante de esperanto bien educado, con un muchas gracias. Esta lengua artificial nacida hace más de un siglo con el fin de hermanar a la humanidad cuenta todavía en la actualidad con seguidores en tierras gallegas.
De hecho, la Asociación Gallega de Esperanto, disuelta hace años, busca ahora de nuevo su consolidación, presidida por Lourenzo Vidal. Actúan como anfitriones en el Congreso Nacional de Esperanto que se celebra en Santiago desde ayer y hasta el lunes.
Ni son octogenarios encerrados en torres de marfil ni se trata de un grupo de hippies idealistas. Los hablantes de esperanto son chavales que visten a la última, jóvenes estudiantes, adultos trabajadores o jubilados. Son gente de todo tipo que tiene algo en común: el amor por una lengua que les ha traído amistades, viajes e historias que contar. «Mi vida no sería igual sin el esperanto», asegura Suso Moinhos, profesor y miembro de la asociación.
Y es que los valores que defiende esta lengua creada por el polaco de origen judío Lázaro Zamenhof no pueden ser más atractivos: solidaridad, progreso, justicia, igualdad, confraternidad. El esperanto hizo de la colaboración internacional su bandera y esto llevó en el siglo pasado a que muchos gobiernos persiguieran a los esperantistas. Con todo, logró sobrevivir a dos guerras mundiales y llegar, por ejemplo, a la estantería de Félix Sánchez, profesor de instituto y miembro de la asociación que confiesa que «no tenía idea de lo que era el esperanto hasta que vi un libro sobre el tema en la estantería de mis padres. A partir de ahí me empecé a interesar y a estudiarlo».
El problema que señala Félix es que hay mucha gente que estudia esperanto pero no tiene con quién hablarlo. Por ello, una de las misiones de la asociación es crear un entorno común de hablantes que permita practicarlo. Se trata de una lengua que, por su estructura regular, es muy fácil de aprender y que cuenta con la ventaja añadida de ser un segundo idioma para todo el que lo habla. Nadie conoce el esperanto por ser su lengua materna y eso coloca a todos en un nivel de igualdad.
Para la esperantista Elvira Álvarez, lo mejor de esta lengua es que puedes ir a China o Bulgaria y no sentirte solo porque hay alguien que te habla en un idioma amigo.