«La imagen de Ribeira de los años cincuenta me recuerda a Macondo»

Ciprián Rivas

BARBANZA

Oujo Bello rememora su estancia en Madrid, estudiando Telecomunicaciones y luego Empresariales: «Había mucha gente, pero tenías que gestionar tu soledad»

27 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Azota la ría de Arousa el viento sur. Las piedras de la Airó, en frente; Rúa, a la izquierda; y Sálvora se esquina con Ons y esta a su vez con San Vicente. Este paisaje es diario en la vida de un hombre que forma parte de la historia moderna de Galicia. Hablar con él de belleza es hablar de paisajes y recuerdos, de lecturas, de música, de teatro, de cine de danza, de las nuevas tecnologías. Santos Oujo Bello inicia su formación en la academia El Pilar con un Carlos García Bayón jovencísimo de profesor, y comparte aula con Álvaro Landeira, Antonio Ayaso, Andrés Torres Queiruga, personalidades que medran en el mismo medio con una luz semejante y una dieta pareja: caldo, pescado y marisco, a veces toca carne y una pastilla de chocolate La Perfección.

-¿Qué imagen tiene de aquella Ribeira?

-La Ribeira de los años cincuenta me recuerda al Macondo de Cien años de soledad, de García Márquez; las calles no tienen nombre y hay que señalarlas con el dedo. Era un mundo donde las distancias eran inmensas. Salir de casa hasta la academia que estaba en el centro era un largo trayecto. Ir a Santiago, una aventura. Debíamos prepararnos el día anterior. Noia estaba muy allá. Todo estaba lejos. Claro, Ribeira era un lugar por el que no se pasaba, debías de venir adrede. Las distancias se notaban en la misma Ribeira; ir a Padín era ir?. a Padín; al Caramecheiro, no le digo nada. -De aquí marcha a Santiago. Sería otro mundo? -Voy internado a Peleteiro, dirigido por un Manuel Peleteiro que le impregnó aire de disciplina inglesa. Allí me encuentro, entre otros, con Manuel Loureiro. En él estudio sexto, reválida y preuniversitario; aprendo una disciplina de trabajo y estudio; desarrollo el compañerismo con los amigos. Acabo aquí y preparo el selectivo de Ciencias y me voy a una casa en la calle de La Conga donde comparto habitación con otro ribeirense, Álvaro Landeira. -¿Por qué elige estudiar Telecomunicaciones en Madrid? -Salió así. Veía a mi padre arreglar radios, y me llamaba la atención porque era un mundo misterioso. Ir a Madrid fue un paso muy importante. Allí te enfrentabas a la soledad. Estabas solo con tus circunstancias. Tenías mucho tiempo libre. Debías administrarte muy bien en todos los aspectos. Ya para llegar allí el viaje en tren era una epopeya. -Y en Madrid, ¿cuál es el tipo de vida que realiza? -Estudio Matemáticas, algo que siempre me gustó. Me encierro y disfruto con el estudio. Tenía que trabajar duro. No tenía un piso como tienen ahora los estudiantes. No. Vivía con una familia en una vivienda con derecho a habitación. Lo demás tenías que buscártelo tú. En Madrid había mucha gente, pero tenías que gestionar tu soledad. -Se sentía de pueblo. -Me sentía una hormiga. No es por despreciar a nadie, pero no es lo mismo salir de Ribeira que de un pueblo de Castilla. Aquí escuchabas historias de personas que habían dado la vuelta al mundo, que habían estado en el Gran Sol, en Terranova y te sugerían que había un mundo grande que conocer. Había relación con Nueva York. Nunca sentí ese complejo. En cambio de hormiga, sí. Inmensas cantidades de gente y tú eres uno más de esa multitud.