La lenta agonía del «Hidria II»

Rosa Estévez
rosa Estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Los propietarios del histórico barco lo han puesto a la venta tras ver naufragar, una tras otra, todas sus esperanzas

14 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Jacobo Costas y Sesé Otero nunca dan una batalla por perdida. Por eso decidieron, hace ya unos cuantos años, salvar un viejo vapor de una muerte segura y verter sobre él los cuidados necesarios para devolverle el esplendor perdido. El Hidria II se convirtió, gracias al tesón de esta pareja, en una joya del patrimonio marítimo gallego. Esa joya sigue brillando, ahora en una marina deportiva de Denia, pero tras su cuidada apariencia se esconde una larga historia de penurias y estrecheces que ha empujado a Jacobo y a Sesé a poner en venta una parte de su vida.

«O barco está en venta, sí», confirma por teléfono Jacobo Costas. Este grovense en el exilio, ya tiene sobre la mesa algunas ofertas que se resiste a contemplar, como la presentada por un alemán ansioso por hacerse con un vapor de lujo. Pero no es fácil vender un sueño. Por eso, Jacobo se aferra a una posibilidad que se dibuja en el horizonte, pero con la que no se atreve a soñar demasiado. «Se ese proxecto arrinca e vemos posibilidades... Nós somos loitadores e tiraríamos para adiante. Se non, se hai unha boa oferta... De momento, ás que tivemos resistímonos», cuenta un hombre que reconoce, tanto él como su compañera de viaje, Sesé, «temos esgotado as bágoas» en el último año.

Y es que la historia negra del Hidria II comenzó hace aproximadamente un año, cuando una llamada de teléfono advirtió a los propietarios del barco de que el proyecto que iban a realizar para Portos de Galicia, y que los iba a tener ocupados durante todo el verano, se cancelaba. Apenas faltaban unos días para que el barco soltase amarras e iniciase aquella aventura frustrada. «Nin por escrito se dignaron a comunicarse con nós», señalaba Jacobo con una voz atenazada por la indignación.

El principio

Aquella decisión de Portos de Galicia «afundiunos». «A mesma Administración que se supón que debería protexernos e mirar por nós, porque somos persoas, porque somos unha empresa pequena, porque o Hidria é patrimonio, acabou con nós». El barco, sin trabajo programado para el verano y sin un simple amarre desde el que poder seducir a los turistas, puso rumbo a otras aguas. Navegó hacia el sur y se encontró con un pirata moderno que, tras hacerle todo tipo de promesas, le dio la espalda y lo dejó a la deriva.

Después, el Hidria II pareció encontrar su sitio en el puerto de Cartagena. Al principio, las perspectivas eran tan buenas que Jacobo y Sesé decidieron llevarse a sus hijos hasta Murcia. Pero luego el viento volvió a cambiar. «Nestes momentos, non temos nin sequera cartos para poñer ao día os papeis do barco», relatan desde Denia. «Estou facendo algún que outro traballo de carpintería para saír adiante», cuenta Jacobo.

Mientras mira al horizonte con inquietud, Costas tiene algo claro. «Mentras este barco sexa meu, non volverá nunca máis a tocar augas galegas. Nunca». La herida aún duele.