l periodismo es una profesión de riesgo. No solo para los compañeros que, para informarnos, mueren y se desangran en guerras y países en conflicto. Hay trincheras en todas partes. También aquí, en Arousa. Y la posibilidad de ser objeto de una agresión es directamente proporcional a lo bueno que sea el periodismo que se hace. Serxio González es mi compañero y mi amigo. En ambas cosas, irreemplazable. Pero es, sobre todo, uno de los mejores periodistas que hay en Galicia. Y por ello no es infrecuente que traten de callarle. De coartar su libertad de expresión. De anular nuestro derecho a estar bien informados. Los agresores inteligentes tratan de influir en los periodistas que, como él, hacen bien su trabajo. Intentan presionarles, desacreditarles o que los jefes les retiren su apoyo. Los mezquinos, los que simplemente son idiotas, agreden directamente. Física y verbalmente. Eso es lo que pasó en la madrugada del pasado viernes al sábado. Un energúmeno hermano de un ex concejal que tuvo que dimitir por perder el apoyo -dos veces- de su propio partido, el PSOE, le paró en la calle, le escupió a la cara y le dijo lindezas de este calibre: «Eres un puto mileurista, yo gano un pastón y tú ganas una mierda y voy a hacer que te echen de aquí, cabrón». Iba acompañado de otra hermana del conocido clan carrilexo que le agarró por el brazo y le pidió que le dejara, a lo que él contestó: «Déjame, que a estos hay que acojonarlos así para que se larguen, para echarlos de aquí, que yo hice la mili y en estos brazos hay mucha fuerza para partirle la cara a este cabrón». De sus palabras, con una simple ecuación, se deduce que el tipo simpatiza con el partido equivocado, que lo suyo es el Partido Nazi, y que en su cabeza hay huecos tan grandes que en ellos anidan cigüeñas. A este detestable personaje le gustaría cerrarnos la boca. Como sea. Porque la verdad es muchas veces incómoda. Difícil de digerir. A los puños e insultos responderemos con palabras y periodismo. Podrán hacernos sangrar, pero jamás lograrán callarnos.
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