«Julio Camba fue el primer nudista de Vilanova, que se sepa»

La Voz VILAGARCÍA |

AROUSA

El famoso escritor vilanovés marcó la vida de Benito Leiro. Fue precisamente un concurso sobre este autor el que le abrió las puertas del periodismo en 1984

06 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

M. Alfonso Benito Leiro llegó al periodismo por casualidad. Por casualidad y gracias a uno de los escritores que más admira: el vilanovés Julio Camba. El premio que en 1984 le concedió el Concello de Vilanova con motivo de un concurso convocado para celebrar el centenario del autor fue algo más que un reconocimiento. Fue también su oportunidad para empezar a ejercer de corresponsal. Desde entonces, no ha dejado nunca su profesión. Ni siquiera ahora que, como suele decir, se ha pasado al otro lado. Ejerce de jefe de prensa en el Concello de Cambados y, aunque se encuentra muy a gusto, todavía siente nostalgia por volver a la primera línea. Esa, que le permitió vivir en primera persona los terribles conflictos marisqueros de la ría o el desembarco del juez Garzón para acabar con el contrabando. Esa, desde la que su admirado Julio Camba contaba la actualidad mundial «y siempre te sacaba una sonrisa», recuerda.

Fue su pasión por la escritura la que lo llevó a presentarse al concurso literario. Entonces, nadie se planteaba estudiar periodismo «porque había que ir a Madrid o Barcelona». De la mano El Correo Gallego se convirtió en el corresponsal arousano, junto con su compañera Elisa Lois. Los profesionales de los medios de comunicación en Arousa se contaban con los dedos de una mano: Toño Mariño, del Faro, que sustituyó a Rivera Mayo cuando este se convirtió en alcalde; Julio Fariñas, de La Voz; Malofer, del Diario de Pontevedra, Felipe Suárez y Eloy Magariños, de Radio Arosa; Jorge García, de Atlántico. Junto a ellos vivió unos de los tiempos más conflictivos de la comarca. Y no solo por el contrabando o el narcotráfico, tema en el que más tarde se especializaría. El principal problema de entonces lo protagonizaba otro sector: el marítimo. «Los temas más potentes eran los conflictos marisqueros y el contrabando».

Eran los tiempos en los que se «intentaba organizar, planificar y profesionalizar el marisqueo», explica. Había entonces una frase emblemática que reflejaba el sentir de la población: «O mar é de todos». «Había albañiles que en épocas bajas iban a mariscar, a vendimiar y si había que hacer una descarga, pues se hacía», sostiene. En el otro bando estaban las cofradías «que intentaban que el marsiqueo fuera una actividad profesional». El conflicto se zanjó con varias muertes a manos de los vigilantes de los pósitos, que no dudaban en disparar a los furtivos. «Usaban escopetas, pero después Pesca los prohibió que fueran armados, pero para eso fue necesario que hubiera cuatro o cinco muertes», relata.

Escribir sobre este tema, «era complicado. Si tomabas partido te ganabas la antipatía de mucha gente y no podías decir quien tenía razón», asegura. Una situación parecida sucedía con el contrabando de tabaco. «Había cierta permisividad social. Se consideraba que el tabaco no mataba a nadie y era una forma de ganar dinero fácil», relata. Los que se hacían de oro, eran los jefes, pero todos sacaban buena tajada. «Se les consideraba héroes porque eran verdaderas empresas que daban trabajo», explica. Hablar de ellos no era tarea sencilla. «Al principio a los contrabandistas les fastidiaba que hablaras de ellos, porque les perjudicaba la notoriedad, pero también se acostumbraron». Tuvo oportunidad de participar en una pequeña descarga, lo que le valió el premio Ortega y Gasset. «Fue una experiencia emocionante. Era una banda pequeña y no dijimos que éramos periodistas», relata. El día que Garzón llegó a Arousa para intervenir el pazo de Baión su máxima preocupación era que el fotógrafo llegara a tiempo. «Tuvimos suerte e hicimos la única foto que hay de un helicóptero sobrevolando el pazo. Era de Juan Carlos Roma», recuerda. El operativo los dejó con la boca abierta, «porque parecía más bien un operativo contra ETA. Hubo incluso una rueda de prensa en la que nos dieron todos los detalles», rememora.

Pero el contrabando de tabaco dejó de ser rentable y dio paso a la droga. Asegura que la llegada de las sustancias ilegales «fue un shock tremendo para la sociedad porque, de repente, se tuvo que enfrentar a unas sustancias extrañas. Eso fue favorecido por el clima de permisividad social y política y fue una grave irresponsabilidad por parte de las autoridades, que pintaron la droga como reflejo de libertad, cuando en otros países ya se estaban tomando medidas», argumenta. Todo ello dio origen «a un negocio tremendo porque no había fiesta sin droga. La gente joven se acostumbró a consumir heroína y esa es una droga asesina». Vilanova fue un municipio especialmente castigado por esta lacra. «La gente mayor sufrió mucho. Lo más impactante es que no eran como los alcohólicos. Tenían reacciones extrañas que nadie entendía. Parecía como si estuviesen endemoniados», recuerda. Las muertes de estos primeros drogadictos sirvieron para que las autoridades tomaran medidas, «pero ya era un poco tarde porque la idea de que las drogas eran sinónimo de libertad ya había calado entre los jóvenes», explica con verdadera pena, pues ha visto a muchos quedarse en el camino.

Sus historias sobre el narcotráfico darían para varios libros. Y hay uno que todavía tiene pendiente: una novela ambientada en esta ría sobre la que tantas veces escribió.