«Para min todas as praias son interesantes. A todas lles teño lei»

AROUSA

Sita, mariscadora de A Illa, le da la vuelta al dicho popular y pregona que, para las mujeres, cualquier tiempo pasado fue peor. En el mar, dice, aún hay «moito machismo»

17 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Luisa Castro, Sita, tiene la voz rasgada y los ojos cargados de esa fiereza de quienes no se dejan intimidar por nadie, ni siquiera por la vida. «Non sei que che vou poder contar eu», dice poniendo entre interrogantes el interés de su experiencia y de una trayectoria que, como la de todas las mujeres de su generación, está marcada por el trabajo, trabajo, trabajo. Empecemos por el principio, digo. ¿Por qué O Bao es su rincón favorito? La respuesta es sencilla: «Para min todas as praias son interesantes, e a todas lles teño unha certa lei. Pero aquí, nesta zona da canteira traballamos moito. Había un cemiterio de bateas, había moitísimas, moitísimas, e botaron moitos anos. Despois, cando se empezaron a poñer normas, as mariscadoras limpamos todo eso: cortamos as bateas, subímolas para arriba... Botamos moito tempo aí».

Con la puerta de los recuerdos ya entornada, Sita -que se estrena en su condición de abuela- empieza a hacer memoria. «Penso que desde os dez anos son mariscadora. Toda unha vida. Empecei indo aos caramuxos, porque para as rapazas era máis fácil. E polas tardes ia á fábrica», cuenta. Había mujeres que se adaptaron mejor al trabajo en tierra y a la seguridad de un sueldo, fuese grande o pequeño, pero a ella el mar la arrastraba hacia la ribeira. Recuerda regresar de la playa con su cosecha sobre la cabeza. «Penso que non medrei máis polo peso que traía», recuerda con una alegre carcajada.

Y es que a Sita el humor nunca le falta. Lo utiliza para explicar que cualquier tiempo pasado fue peor, al menos para las mariscadoras. Cuando ella era una jovencita iba al berberecho. «Iamos moito, cun carro de mans», cuenta. Además de mariscar, tenían que subir los kilos de marisco hasta tierra firme. «Iamos tres ou catro rapazas. Unha tiraba polo carro e as outras empurraban. E tiñas que ir vender aos compradores, porque non había lonxa e ao mellor un poñíase onde está agora a casa do mar e o outro en Camaxe». Eran los tiempos en los que el «cacharro de berberecho» (cuatro kilos) valía «cinco pesos» (quince céntimos de euro). Por la tarde, las manos de Sita volvían a toparse con ese producto en la fábrica, cuando se preparaba para el enlatado.

Las comodidades

Pero no son solo las comodidades laborales -ahora hay coches para trasladar las capturas, hay lonja para venderlas, hay trajes para no pasar tanto frío en la orilla- las que han mejorado la vida de las mariscadoras. En tierra el mundo también ha cambiado. «Se miras un pouquiño atrás, ves que progresamos moito», asegura Sita. «Afortunadamente, porque eu penso que se tivera que volver a todo aquilo non sería capaz. Porque teño moitos anos enriba», añade antes de seguir desgranando recuerdos. «Antes chegabas da seca e ao mellor tiñas que ir lavar ao río, ou coller a sacha e ir poñer patacas... E hoxe en día xa non é así», cuenta. «Metes a roupa na lavadora, xa podes deixar a comida organizada dun día para o outro, chegar e quentar, e todo vai doutra maneira», narra. Antes de que las modernidades llegasen a su casa, «o que máis me preocupaba a min era, antes de ir para a praia, deixar a roupa lavada e auga na casa, porque non tiña auga encañada que a tiña que carretar». Hasta los más pequeños detalles exigían un duro trabajo: de las casas se barría, mañana tras mañana, la fina capa de arena blanca que se echaba en el suelo para frenar la humedad. Y aquella arena había que recogerla en la playa, guardarla en un saco, cribarla y renovarla a diario. Así que no es de extrañar que la jornada arrancase a las seis de la mañana y no acabase hasta pasada la media noche.

Todo aquel mundo de esfuerzos y sacrificio no tiene nada que ver con el mundo que conocerá el nieto de Sita. «É un rapaz. A min igual que tería gustado máis unha rapaza...», dice encogiendo los hombros. ¿Por qué? «Porque na miña casa xa hai maioría de homes, e xa me gustaba unha meniña para equilibrar».

Y es que a Sita lo de que se equilibren las fuerzas entre hombres y mujeres es algo que la obsesiona. «Non soporto que nos boten así para un lado», dice haciendo un gesto con la mano. Algo que, dice, sigue pasando más veces de las deseables. «É máis criticada unha muller cando fai unha cousa mal que un home. E hai homes que dan pena, porque hainos que cando maduran xa están para ir para a cova», explica sacando el genio. Que haya una conselleira de Pesca le parece muy bien, «e debería haber un presidente da Xunta que tamén fose muller».

Machismo

En el mar «hai aínda moito machismo». Hay pocas patronas mayores (en la ría solo Evangelina Lago), pero de eso culpa tanto a las mujeres como a quienes quieren cerrarles las puertas. Y es que las féminas «non queren coller ese cargo» y asumir las furibundas críticas que suelen recibir los dirigentes del mundo del mar. «Son cargos que queiman», explica Sita. Ella ya está también un poco quemada, y eso que tiene claras las bases de su gobierno: hacer respetar las normas, hacer que se cumplan los topes y luchar con uñas y dientes para que las mariscadoras puedan vivir de su trabajo. «Se hai unha boa seca e o marisco vale, eu voulle dar á xente para que se defenda. Porque os paxariños hai que collelos cando están bos de coller. Cando voan, voaron e ti quedaches así».