Un edificio conservado en sal

AROUSA

El Museo da Conserva está a punto de ser una realidad. Antes de final de año, la fábrica de Goday retornará al presente

16 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Pese a superar con creces los cien años de historia, la fábrica de conservas de Goday está hoy más joven que nunca. El edificio ha sido rescatado del olvido gracias al Concello, que arañó dinero en varias consellerías a fin de hacer realidad un viejo sueño: convertir la primera conservera gallega en un museo sobre esa industria. Las obras se adjudicaron en septiembre del 2004 y, cuatro años después, están a punto de ser finalizadas.

El camino fue largo. Pero es que en él se han cruzado toda serie de obstáculos: desde problemas para encontrar la financiación precisa para culminar la actuación, hasta problemas físicos que han obligado al equipo que se encarga de la rehabilitación a cambiar sus planes sobre la marcha. El último de esos problemas surgió con las paredes del edificio, que han tenido que ser picadas y recebadas de nuevo debido al exceso de salitre que se había detectado. Una sal que poco a poco fue adsorbida del entorno -la fábrica está en una de las zonas más expuestas de toda A Illa al viento del sur- y de las materias primas con las que, año sobre año, se trabajó en su interior.

Sudando

Que la sal abundaba en los muros de la vieja salazón quedó patente cuando, hace ya algún tiempo, se secó el recinto a base de colocar deshumidificadores y cañones de calor. La acción combinada de esos dos elementos logró espantar los años de abandono de las paredes, que empezaron a sudar sal. El exceso de esa sustancia, sumado a la cuestionable calidad de la piedra utilizada para levantar la nave, hicieron necesario redoblar esfuerzos en una obra que se caracteriza, precisamente, por eso: or el trabajo en ella invertido.

Cambiar la cara de la vieja conservera ha costado mucho dinero -casi 600.000 euros aportados por diversas consellerías-, pero también mucho trabajo manual. Tal vez porque las instalaciones se vayan a convertir en un museo, tal vez por su gusto por la faena bien hecha, el arquitecto responsable del proyecto, Manuel Gallego, ha querido utilizar muchas de las técnicas constructivas que se empleaban allá por el 1879, cuando Juan Goday abría su factoría y la llenaba de los cachivaches que habían revolucionado Nantes con un nuevo sistema de conservación de los alimentos. Con ellos llegaron los mosius, que debían de enseñar a los isleños a utilizar tanta maquinaria nueva.

El recuerdo de aquellos técnicos franceses y de sus alumnos ocupará pronto un lugar de lujo: en el nuevo corazón cultural y administrativo de A Illa.