El engaño del transporte público

AROUSA

Mientras la clase política alaba las bondades de dejar el coche en casa, O Salnés padece unas líneas de buses tercermundistas

27 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Uno de los vicios del gobernante arousano reside en su desmesurado gusto por la teorización. Desde hace años, organismos como la Fundación Comarcal de O Salnés dedican buena parte de sus esfuerzos a la elaboración de libros blancos que, siempre desde la teoría, analizan la situación de los sectores económicos y productivos de Arousa y proponen soluciones, caminos a seguir. Sobre esta base se crean foros como el Patronato de Turismo Rías Baixas, auspiciado por la Diputación de Pontevedra, y se fletan embajadas hacia los principales foros y ferias del ramo. Lo último es acudir a la Expo de Zaragoza.

Y no es que todo lo anterior esté mal. Es que, bajando a pie de calle, ni una sola de las iniciativas tan bien diseñadas se lleva a la práctica en condiciones. O, si se hace, olvida la base, las paredes sobre las que debe instalarse el tejado, y no al revés. Supongamos que, por una vez, una sola de las muchas proyecciones turísticas de esta comarca funciona y llega a su destinatario. Imaginemos que una familia de Oslo entra en contacto con una guía en papel satinado, con un folleto, con un spot . Pensemos en su entusiasmo por conocer en persona las vetas doradas del albariño, las costas blancas de San Vicente, la tradición del marisco carrilexo. ¿Cómo sería el periplo de un noruego en su camino hacia O Grove?

Hace un par de años, un holandés pionero en el desarrollo del turismo náutico de calidad explicaba en aguas mecas que las rías gallegas resultarían excelentes para atraer a navegantes de media Europa. Gentes con un buen poder adquisitivo que no dudan en alquilar patrón y velero para conocer nuevas tierras. «Pero esto en Galicia -lamentaba nuestro operador- es realmente difícil, porque para empezar los aeropuertos están fatalmente comunicados con cualquier otro lugar, incluidas sus ciudades de cabecera». Por este lado cae el primer golpe. Los viajeros del Norte aterrizan en Santiago. La única forma de salir de Lavacolla es un autocar que conduce al personal hasta el centro de Compostela.

Por mucho que el veraneante se maneje en buen inglés, el bajo porcentaje de personas que por estos lares es capaz de mantener una conversación en el noble idioma de Shakespeare convertirá sus intentos por informarse en una verdadera penuria. ¿Cómo explicarle por señas a este tipo que debe ir en bus a Santiago y, desde allí, bien subir en un tren hasta Vilagarcía y de nuevo un autocar hasta O Grove, bien bucear en la estación compostelana hasta dar con el autobús de Monbus que, de nuevo teóricamente, puede conducirle directamente hasta San Vicente?

Si a pesar de todo nuestro amigo es capaz de sobreponerse a la adversidad y alcanzar la estación de buses de Vilagarcía, alguien tendrá que recomendarle que cierre la boca y pase desapercibido, no sea que el conductor de turno le haga abandonar el vehículo porque, como le acaba de suceder a un grupo de turistas hace dos semanas, «el servicio es para los del pueblo».

Hay, con todo, algo de profundamente democrático en este mal trato al veraneante. No en vano, estas malas formas son las mismas que se dispensan a la población local. Los incumplimientos de Monbus en la línea Vilagarcía-Cambados-O Grove, unificada con la de Santiago tras la absorción de Castromil y La Unión por parte de la poderosa concesionaria, son constantes desde hace años. No se respetan horarios, hay servicios que ni se realizan y buses que no se detienen en las paradas. Que se lo pregunten a la concejala meca Victoria Canoura , que obtuvo una respuesta como mínimo curiosa por parte de Monbus. Sin denuncias por escrito, alegó la compañía, no se puede hacer nada.

Tampoco deja de ser curioso que estudios específicos, como el elaborado en el 2004 por la mancomunidad, lleguen a conclusiones como esta: «Se considera que O Grove está bien conectado con las cabeceras comarcales/puntos de intercambio de Sanxenxo y Vilagarcía. Dada su posición periférica no se considera viable la conexión directa con capitales sin penalizar a los usuarios de otros puntos». Con estos mimbres, difícil trenzar buenos cestos. Y eso que el presidente comarcal, Jorge Domínguez es uno de los principales impulsores de la creación de un transporte público de calidad en O Salnés. Un empeño en el que ha insistido hasta quedarse ronco sin encontrar respuestas adecuadas. Buena parte de las claves están, necesariamente, en la Dirección Xeral de Transportes, dependiente de Política Territorial. Suyas son las competencias y suya la responsabilidad de velar por que los concesionarios cumplan sus obligaciones. Hasta ahora, poco ha demostrado.