Ochenta años del bar Germán

AROUSA

Celestino Pintos es la tercera generación que se hace cargo del emblemático local de Cambados famoso por sus empanadillas y por su vino albariño

06 jul 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Llegar a los ochenta años es siempre tarea difícil. Hacerlo en el buen estado de salud que disfruta el bar Germán de Cambados es casi envidiable. Este establecimiento abrió sus puertas el 18 de julio de 1928, cuando Cambados se encontraba inmerso en la celebración de los festejos de Santa Mariña. Fue Germán Pintos el que entonces regentaba este negocio. Le pasó el testigo a su hijo, Ramón Pintos, al que todavía hoy se le puede ver por el local jugando la partida. Y este le cedió, hace unos años, el local a su hijo, Celestino Pintos. En total, tres generaciones han pasado por la barra de este establecimiento que dentro de una semana cumplirá los ochenta años.

«Al principio vendía de todo un poco. Teníamos también una bodega pequeña en la que se hacía albariño y tinto. La cosecha se vendía en la taberna», recuerda hoy Ramón Pintos, más conocido como Moncho . Su pasión era ser mecánico y, durante años, trabajó en varios talleres de la zona. Pero un buen día «me dijeron que tenía que trabajar aquí, que hacía falta», explica. La historia de Celestino, al que todos llaman Tino , es diferente. Empezó estudios de filología, pero no le gustaba demasiado. Volvió a casa y descubrió en el vino una de sus pasiones. Aquella pequeña bodega continúa hoy surtiendo de los mejores albariños al establecimiento. «Tenemos dos hectáreas de albariño con las que elaboramos 20.000 botellas y el 60% de la producción se vende aquí», asegura Tino.

Ouso da Torre, que así se llama la firma, tuvo mucho que ver en la creación del consello regulador. De hecho, Moncho y su padre participaron en muchas de las reuniones para debatir los estatutos del nuevo consello regulador. Tino es hoy catador de esta entidad. Padre e hijo dirigen esta pequeña bodega y realizan todo el trabajo. Quizás por eso sus caldos tienen tanta fama, «porque vivimos la vida en medio de las cepas», afirma Moncho.

Cuando el bar Germán abrió sus puertas, los marineros eran sus principales clientes. «Vendíamos vino y chatos para los marineros, nada más», asegura Moncho. Recuerda que, en una sola mañana, era necesario «rellenar la botella de caña entre cuatro y cinco veces». Entonces, la partida se jugaba también antes de comer, «porque no había café». No fue hasta los años sesenta que llegó la primera cafetera al local. Con ella aparecieron las que hoy son las famosas partidas de cartas y también de dominó.

Fue por la misma época cuando Pepita, la mujer de Moncho llegó también al Bar Germán. Y con ella hicieron aparición las famosas empanadillas. Se sirven todos los sábados y los domingos y han logrado convertir a este establecimiento en un local de obligada visita durante los fines de semana. De hecho, en ocasiones resulta casi imposible encontrar un hueco libre a la hora del vino.

En estos ochenta años, el Germán ha visto cambiar mucho a su clientela. «Ahora viene mucha juventud», asegura Pepita. Es lugar de cita obligada para los amantes de las partidas de carta y, últimamente, de dominó. También, lugar de fútbol, donde muchos cambadeses celebraron recientemente la última victoria de la selección española. Pero, sobre todo, es un local familiar, entrañable. Si detrás de la barra han estado ya tres generaciones de Pintos, entre sus clientes figuran hasta cuatro generaciones de la misma familia. Será por las empanadillas, será por el calor con el que se acoge a todo el mundo pero al Germán le quedan todavía muchos años más de trabajo.