Manolo «Chocolate» apaga sus fogones en octubre

AROUSA

21 sep 2007 . Actualizado a las 10:24 h.

Corre el verano de 1980. Un matrimonio japonés firma una hazaña total: alcanzar Vilaxoán a tiempo para comer en el Chocolate. Sentados a la mesa, los comensales nipones muestran una hoja de cuaderno a la camarera. Se han traído el menú anotado desde la otra punta del planeta. Fatalmente, no queda ni una miga de la mítica empanada de millo con croques. Los clientes componen un rostro de absoluto desconsuelo zen.

Así era el Chocolate de los buenos tiempos. El de Julio Iglesias sonriendo, Perón aplaudiendo, Álvaro Cunqueiro comiendo a dos carrillos. Y Manolo Cores, aquel chaval de cabellera rizada y pantalón corto al que sus dos benefactoras, Joaquina Montenegro y Manuela Domínguez, engolosaban con una pastilla de chocolate, colocando la bandera de Galicia en el mapamundi de la restauración. Después vinieron las aventuras en Caracas, en las Bahamas, nunca tan bien como en la casa de comidas que Manolo, su madre, Joaquina Rodríguez, y su esposa, Josefina Muñiz, armaron en 1969 para inaugurar la moderna gastronomía galaica a golpe de chuletón, tan maltratado hasta entonces por estos lares, y un pescado asado con el que nadie se había atrevido.

El 1 de octubre, el templo echa el cierre. Camino de los 78 años, Manolo se jubila. Y con él, su local, un pedazo de historia al que sustituirá, claro, una urbanización que transmutará en euros los escombros de su cocina. Chocolate no quiere hacer declaraciones, no concede entrevistas, pero tampoco prohíbe a nadie echar un vino junto a su lareira y aguzar el oído.

De una conversación entre amigos -«Choco, non marches»; «non me queiras tan mal, ho, déixame vivir»- se destila el pensamiento subversivo del maestro: «¿Que cociña galega? Non existe, o que comen agora aquí cómese en calquera sitio do mundo, veñen de fóra e nin saben que están en Galicia. ¿Os receitarios? Todos iguais, só cambian os puntos e comas. A comida non son notas musicais, home, é o tempo, é buscar o produto sempre na súa temporada, non poñer catro cagadiñas nun prato grande».

Si Chocolate no es el Arzak gallego tal vez se deba al olvido suicida que tanta espuma y tanta abstracción indigesta han arrojado sobre la sabiduría antigua de los pioneros. Ojalá aproveche, porque ya es tarde.