El Mando de Acción Marítima de Ferrol, con base en A Graña, se ocupa de coordinar las labores de vigilancia y apoyo que los patrulleros hacen con la flota pesquera
02 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Los más de un centenar de pesqueros, mayoritariamente del norte del país, y sus tripulantes que desde junio hasta septiembre faenan en la conocida como costera del bonito no están solos. Desde hace ya varios años ejercen su ruda labor acompañados por unos centinelas que tienen como principal objetivo proporcionarles seguridad, auxilios mecánicos o sanitarios si es necesario.
Se trata de los patrulleros y remolcadores de la Fuerza de Acción Marítima (FAM) de la Armada española. Rotándose y combinando sus esfuerzos con otros medios de apoyo marítimos y terrestres, refuerzan el compromiso de la Marina con la vigilancia pesquera.
Tal y como se ha indicado desde la Armada, en junio fue el Alborán el que trabajó en unas aguas que van desde las Azores hasta el golfo de Vizcaya. En ese litoral los pesqueros van siguiendo la ruta de los bancos de túnidos. Y, con ellos, las unidades militares. En el mes de julio fue el remolcador Mahón, primero, y el patrullero Atalaya, después, los que ejercieron la labor. Ambos tienen base en la ciudad naval. En agosto se ocupó el Arnomendi, de Las Palmas. Y ayer, como adelantó La Voz, zarpó de Ferrol el Chilreu para cerrar la campaña al final de septiembre.
Un despliegue, en definitiva, que requiere la aportación de cinco buques y alrededor de doscientos marinos. Todos ellos, además, están siendo coordinados desde el Mando de Acción Marítima de Ferrol, con sede en A Graña.
El buque ferrolano que estuvo más recientemente en la costera del bonito fue el patrullero Atalaya, con una dotación de 45 personas. Ejerció esa labor desde el 16 de julio hasta el 1 de agosto. Algo poco habitual, ya que no suele realizar estas operaciones. Pero una avería en otro de los patrulleros programados para esta costera le obligó a zarpar y cumplir la misión.
La experiencia más reciente
Tal y como se indicó ayer desde el mando del buque, comandado por el capitán de corbeta Gonzalo Leira Neira, su trabajo se desarrolló a unas trescientas millas al noroeste de Fisterra, donde en ese momento se estaba faenando.
Sin incidencias reseñables durante el tiempo de navegación, sí se prestaron tres auxilios de carácter mecánico y otros dos que requirieron la labor de buceadores de la unidad ferrolana para el reconocimiento de hélices de sendos pesqueros. El tiempo, eso sí, no acompañó. La climatología fue en esos días «bastante dura», lo que hacía temer inicialmente un mayor número de problemas con la flota pesquera.
El toque de diana se producía a las 07.14 horas y, a partir de ahí, se iniciaban las labores generales de limpieza. A media mañana se comenzaba con ejercicios de adiestramiento de la dotación, combinados con la propia tarea de control de decenas de embarcaciones
Desde el mando del Atalaya se reiteró que este tipo de labores, no obstante, «nos llevan al complejo trabajo de los pescadores que faenan en la costera del bonito y gratifica saber que con un auxilio mecánico, por ejemplo, estamos contribuyendo a que un buque no perdiese todo lo hecho y tuviese que retornar a su puerto con las manos vacías».