«Hace 20 años, se destruían dos o tres castros al año, pero ahora las amenazas están controladas»

A MARIÑA

Sus dos décadas de experiencia profesional en la provincia le permiten constatar que el patrimonio es más respetado

29 mar 2009 . Actualizado a las 03:00 h.

Meijide llegó a Lugo hace casi 20 años. El tiempo pasado desde entonces ha resultado apreciable desde cualquier punto de vista que se use. Tomado como referencia para medir las transformaciones, el patrimonio parece un ámbito de gran alcance. «Creo -dice Meijide- que hubo un cambio profundo. En ese momento comenzó la arqueología urbana de Lugo, comenzaron a hacerse excavaciones sistemáticas y es la época en la que se completan los inventarios arqueológicos de la provincia».

En aquellos tiempos, además, el desarrollo de la autonomía y el traspaso de competencias que transfería el Gobierno central tuvieron un efecto en este campo, como recuerda Meijide: la arqueología, hasta entonces limitada a instituciones como la Universidade de Santiago de Compostela o el Instituto Padre Sarmiento, se profesionalizó.

-¿Es Lugo una provincia especialmente rica desde el punto de vista arqueológico?

-Sí. Lugo es muy variado. Tiene costa, montaña y chaira, y cada zona tiene distinto interés. Tiene la minería del oro en las montañas interiores; tiene la capital romana; tiene la chaira con su gran riqueza megalítica... Friol tiene 250 túmulos. -¿Hay percepción social de la importancia que tiene esa riqueza? -Hubo un cambio radical. Hoy los concellos, por ejemplo, tienen interés en proteger los castros. Hay que decir que esos castros comienzan a configurar Galicia y son hitos que organizan el territorio. Además la riqueza que tenemos en Galicia y en Lugo para la cultura castreña es impresionante. -¿Puede correrse el riesgo de que la recuperación y la divulgación de la cultura castreña se queden en una moda y de que luego venga el olvido? -Creo que no. En otros países, Alemania o Inglaterra, empezaron un siglo antes. Nosotros tenemos la ventaja de que nuestro patrimonio arqueológico se conoce mejor. Aquí, hasta que llegaron las máquinas con las parcelarias, se conservaba todo. En la provincia de Lugo, hasta hace poco, solo estaban excavados el castro de Fazouro [situado en el municipio de Foz, a orillas del Cantábrico] y el de Viladonga [perteneciente al municipio de Castro de Rei, en la zona oriental de Terra Chá], y se paraba ahí. Hoy tenemos el de castro de Santa María, en Cervantes, que es visitable; el de Castromaior, en Portomarín, que es impresionante y que cambió las ideas sobre la cultura castreña; el de Formigueiros, en Samos.... También comenzaron unas catas en el castro de As Grobas, en Ribadeo; el Concello de Mondoñedo promovió excavaciones en Zoñán [yacimiento situado en la parroquia de Os Remedios]; en el de Augas Santas, en Palas, se hicieron campañas... Estamos comenzando a andar en ese campo. Pero tenemos también la cultura megalítica, que siendo muy rica está abandonada. Ahí se comenzó a hacer algo: por ejemplo, la limpieza de la necrópolis de Santa Mariña, entre Sarria, Samos y O Incio; en Friol se comenzó la limpieza de los túmulos de Narla. -¿Hay amenazas a ese patrimonio? -Es imposible un control absoluto; siempre hay algo que se va fuera. Las obras públicas están supervisadas; siempre se hacen estudios de impacto; todo está bastante controlado, y a medida que se vayan aprobando los nuevos planeamientos municipales, esos castros quedarán protegidos. Hace 20 años, se destruían dos o tres castros al año. Hoy, no. Casos de ese tipo parecerían hoy increíbles: el tiempo va pasando y las sensibilidades van cambiando. -¿Están conjuradas esas amenazas? -Creo que las amenazas están controladas. Tenemos inventarios, el Seprona trabaja en la vigilancia, tenemos la conciencia social... Hay una red social muy amplia. Hoy la gente que trabaja en el campo nos avisa si ve una mámoa. Las actuaciones subvencionadas en el campo -una limpieza, por ejemplo- son informadas por nosotros.