Aprobar una oposición a la séptima: «Mi mayor temor era volverme loca»

Candela Montero Río
Candela Montero Río REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Sara Viqueira (izquierda) e Isabel Fraguela (derecha) son funcionarias después de presentarse siete veces al examen.
Sara Viqueira (izquierda) e Isabel Fraguela (derecha) son funcionarias después de presentarse siete veces al examen. MARCOS MÍGUEZ / JOSE PARDO

Academias y preparadores explican las claves para perseverar a las que se aferraron estudiantes que estuvieron ocho años en busca de una plaza. «Cuando aprobé solo podía llorar y en cuanto fui capaz de hablar le dije a mi marido: "¡Vete al súper a por dos botellas de cava!"»

18 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Una oposición no es una carrera de velocidad, sino de fondo. Quienes se han enfrentado a uno de estos procesos saben que las posibilidades de que el resultado no llegue en el primer intento son altas. No son solo una, ni dos, sino que las convocatorias a las que tienen que presentarse algunos candidatos para obtener plaza se cuentan por decenas. 

Hasta a siete exámenes tuvieron que acudir Sara Viqueira e Isabel Fraguela para poder ser funcionarias. Ambas buscaban un puesto como docentes que tardó en llegar más de lo deseado. Sara, betanceira de 41 años, terminó en el 2005 sus estudios de Filoloxía Inglesa y se presentó por primera vez a las oposiciones en el 2014 en busca de una plaza como profesora de educación secundaria. La consiguió en el 2022. «Me presenté siete veces y dos aprobé sin plaza», explica. Parecida es la historia de Isabel, ferrolana de 42 años, que estudió Educación Infantil y opositó en la especialidad de audición y lenguaje. Se presentó por primera vez en el 2007 y sacó la plaza en el 2013: «Por el medio todo fueron intentos fallidos», lamenta.

«¡Influyen tantos factores! El número de plazas, el tribunal, los nervios,... te juegas mucho en muy poco tiempo», dice Isabel a la hora de argumentar por qué enfrentarse a varios intentos antes de aprobar es más habitual de lo que a los opositores les gustaría. A la premisa de que «la regla de a más esfuerzo, mejor resultado no aplica en estos caso», Sara añade la situación personal: «Los que la sacan a la primera son, en general, personas que se dedican al 100 % a la oposición. Pero en el momento en que tienes un trabajo o, como en mi caso, hijas, el tiempo de estudio se reduce a un par de horas por la noche y algo más el fin de semana», relata esta profesora.

Una tesis que respaldan las preparadoras. A esas circunstancias personales y a las características propias de cada proceso, Iria Costas, de la academia Claves Educativas, en O Porriño, suma «el ritmo y la capacidad de estudio» de cada opositor. Laura Adela Fernández, directora de la academia Equipo Laura, en Narón, habla de «un cúmulo de circunstancias que se escapan del control del aspirante». «Por desgracia, he sido testigo más veces de las que me gustaría de profesionales increíbles que dejan de intentarlo porque el propio sistema las destroza. Eso es dramático», lamenta.

Factura económica y psicológica

Todas reconocen el desgaste que esta larga pelea supone en más de un sentido. La primera factura es la económica. Isabel recuerda cómo se sentía «en deuda» con sus padres: «Vivía con ellos y estuve años con pequeños trabajos que me ayudaban a pagarme la academia». 

Pero las opositoras coinciden en que, sin duda, el esfuerzo más grande es el psicológico. Isabel Fraguela asegura que veía cada intento como «un fracaso mayor» y que «caía en un pozo más profundo con cada convocatoria», lo que le hacía pensar que «el objetivo era inalcanzable». «El primer pensamiento que me venía a la cabeza era: "No valgo"», recuerda. Un sentimiento que Sara Viqueira compartía: «Es durísimo, después de todo el año trabajando y de la tensión que sufres el mes que dura la oposición, ver que tu esfuerzo no ha servido para nada». «Ves que cada vez estás sacrificando más y más cosas sin conseguir el objetivo», añade.

Isabel Fraguela, funcionaria después de siete intentos: «Caía en un pozo más profundo con cada convocatoria. El pensamiento que me venía a la cabeza era: "no valgo"»

Este desgaste no lo sufren solo quienes se han presentado muchas veces. Laura Álvarez, de Ourense, aprobó a la segunda las oposiciones al cuerpo de gestión procesal y administrativa y, aunque invirtió menos intentos que Isabel o Sara, cuenta que necesitó «ayuda psicológica» para sobrellevar la presión: «No podía dormir, tenía taquicardias y adelgacé muchísimo. Mi mayor temor era volverme loca», reconoce. «Ves que la vida sigue y tú estás metida en un bucle», añade. 

Aguantar en esa carrera de fondo se convierte, entonces, en el mayor de los retos. Un largo y tortuoso camino en el que todas pensaron en abandonar. ¿Qué las impulsó a no tirar la toalla? El entorno, indican, fue fundamental: «Me motivaban a seguir mis compañeros, mi preparadora, mi pareja y mi familia», explica Isabel. Las preparadoras también destacan la importancia de este factor. Para Laura Adela Fernández es imprescindible «hacer equipo», mientras que Iria Costas destaca la labor de esta «red de apoyos» que pueda «sostener» al aspirante.

Laura Álvarez, opositó al cuerpo de gestión procesal: «No podía dormir, tenía taquicardias y adelgacé muchísimo. Estás metido en un bucle»

Pero la gran clave está en el trabajo interno y el autoconvencimiento. Laura Álvarez se aferró al clásico «si otros pudieron, yo también podré», mientras que en el caso de Isabel Fraguela, la motivación logró vencer a la frustración: «Tenía claro que era mi vocación, que era lo que me llenaba y ya era un reto personal el objetivo de la plaza», asegura. 

Desde las academias destacan la importancia de relativizar. Para Laura Adela Fernández, es imprescindible asumir que «la oposición es muy difícil de sacar», mientras que Iria Costas sostiene que hay que «plantearse la plaza como una opción, pero no la única». Además, estas preparadoras ofrecen otros consejos que van desde la «organización» hasta «fijarse objetivos a corto plazo», sin olvidarse del autocuidado: «Hacer deporte, alimentarse bien, cuidar las relaciones sociales y tener tiempo de calidad con tu gente querida es, probablemente, lo más fundamental y algo que, por desgracia, mucha gente olvida en este proceso», defiende Laura Adela Fernández. 

Otro punto importante, aseguran las docentes, es «visualizar el objetivo».

El shock de lograr la plaza

¿Y qué se siente cuando por fin llega la plaza? ¿Qué es lo primero que se piensa? El de convertirse, por fin, en funcionarias es un momento que estas tres exopositoras recuerdan a la perfección y con lujo de detalles. Laura Álvarez estaba a punto de subirse a un avión, y fue la que más tiempo necesitó para hacerse a la idea: «Tenía tanta presión que en el momento no fui capaz ni de alegrarme. Estaba en shock, no era ni consciente. Había llevado mi cabeza y mi cuerpo a tales niveles de estrés y presión continuos que necesité meses para asimilarlo», rememora.

Para Isabel y Sara la reacción fue más inmediata. La primera recuerda que tuvo sentimientos encontrados: «Me fallaron las piernas, me eché a llorar y lo primero que sentí fue un gran alivio y, a continuación, un vacío enorme», cuenta. Sara era otra que en un principio «solo podía llorar», pero pronto esa sensación dejó paso a la euforia más absoluta: «En cuanto pude hablar le dije a mi marido: "¡Vete al súper a por un par de botellas de cava!" Inmediatamente llamé a mis padres para decirles que se vinieran a casa a celebrarlo. ¡Fue increíble!».