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Leyendas del cine

Clark Gable, el arrebatador encanto del 'chimpancé' de Hollywood

Antes de triunfar, muchos lo veían como un paleto de Ohio, orejudo y rudo que se escapó de casa. Las mujeres de su vida –empezando por su madrastra– lo instruyeron y apoyaron. Con mucho esfuerzo escaló las cumbres de la fama, hasta coronarse como El rey. Encarnó a seductores viriles y tiernos por los que se derretían las mujeres: sus brazos envolvieron al firmamento de Hollywood. Pero no siempre se portó bien con ellas.

Por Fátima Uribarri

Viernes, 02 de Septiembre 2022

Tiempo de lectura: 7 min

A quién se le ha ocurrido gastar 500 dólares en retratar a ese chimpancé?», gritó indignado Jack Warner, presidente de los estudios Warner Bros cuando vio que la gente del estudio dedicaba una sesión de fotos a un muchacho torpón con unas orejas enormes y despegadas.

Aquel 'chimpancé' se transformó en un hombre arrebatador, dueño de una elegante virilidad y de una mirada irónica y mordaz que fulminaba a las mujeres. Aquel 'paleto de Ohio' —como lo veían en Hollywood—, orejudo, sin estudios ni modales se convirtió en Clark Gable, uno de los galanes inmortales del cine, un actor que todavía enamora a los espectadores casi 62 años después de su muerte.

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Loco por las mujeres.Aquí, William Clark Gable a los 21,  antes de convertirse en codiciado galán: trabajó (y besó) a las grandes actrices de Hollywood, como Joan Crawford, Greta Garbo, Hedy Lamarr, Jean Harlow, Lana Turner, Grace Kelly...

Como dijo Terenci Moix, «muchos otros abofetearon a vampiresas de pacotilla sin que nadie se estremeciera en su butaca. No hubo flagelador más elegante». En 1938, los cronistas de Hollywood lo bautizaron como El rey. Era habitual designar al soberano de cada temporada, pero Gable se quedó el título para siempre. ¿Cómo lo logró? «Los reyes se llevan sus secretos a la tumba», dijo Moix.

William Clark Gable nació en 1901 en Cádiz, Ohio, Estados Unidos. Su padre trabajaba en pozos petrolíferos y a su madre apenas la conoció: murió cuando él era un bebé de seis meses. Así que lo criaron sus abuelos paternos durante los primeros años; luego, cuando su padre se asentó y se casó con Lennie Dunlap, el niño se fue a vivir con ellos. Jennie es su primera mentora: tuvo varias, mujeres buenas que adivinaron su potencial y lo moldearon como apuesto seductor. Para él, Jennie fue «una de las personas más tiernas que he conocido en mi vida».

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Ella inventó a Clark Gable. Josephine Dillon, su primera mujer, era su profesora de teatro y tenía 15 años más que él. Ella le enseñó a actuar. Lo llevó a Hollywood. Le cambió la sonrisa y el nombre. Inventó a Clark Gable.

Jennie le enseñó a tocar el piano y lo alentó cuando Clark mostró interés por el teatro. Clark dejó la High School, comenzó a trabajar en una refinería, y a la salida ensayaba con un grupo de teatro de Akron. Pero cuando tenía 17 años, su madrastra murió.

Desapareció entonces el escudo protector. Al señor Gable le parecía que aquello del teatro no era cosa de hombres. El enfrentamiento paterno-filial fue enconado; a los 21 años Clark cobró la exigua herencia de sus abuelos y se largó. Aquella escapada supuso diez años sin que padre e hijo se dirigieran la palabra.

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Las puertas de Hollywood. Ria Langham –la segunda de sus cinco esposas– lo ayudó en su carrera. Ella le abrió muchas puertas de Hollywood gracias a sus buenos contactos.

Se fue a Portland (Oregón) y siguió haciendo trabajillos y actuando en compañías de aficionados. No tenía un duro ni un porvenir claro. Su novia lo dejó: no le veía futuro. Más ojo tuvo Josephine Dillon, la segunda mujer decisiva en su carrera artística. Josephine era una profesora de teatro, 15 años mayor que él. Ella fue quien le enseñó a actuar.

Camino al éxito

Lo llevó a Hollywood. Fue su pigmalión. Transformó a aquel tosco muchacho del mediooeste en un actor hollywoodiense. Le enseñó modales. Cambió su manera de vestir, de moverse, modificó su peinado, lo llevó a un dentista para que le esculpiera una bonita sonrisa y suprimió su primer nombre, William. Inventó a Clark Gable.

Además, se casó con él. Gable siempre reconoció una deuda de gratitud con Josephine. Ella siguió siempre enamorada, defendiéndolo cuando la prensa lo pintaba como un trepa que se aprovechó de ella. Josephine reconoció que el matrimonio nunca se consumó, pero cuando se separaron y dejaron de verse, un lazo de cariño permaneció. En su testamento, Clark estipuló que con sus bienes se terminara de pagar la hipoteca de Josephine.

Gable se sintió siempre agradecido a su primera mujer y estipuló en su testamento que con sus bienes se terminara de pagar la hipoteca de la casa de ella

Su matrimonio se rompió porque Clark quería algo más que papeles secundarios en películas de segunda, así que se mudó a Nueva York, donde se hizo amigo de Lionel Barrymore y se casó con Ria Langham, su tercera maestra. También era mayor que él (le sacaba 17 años) y también impulsó su carrera. Ella tenía contactos.

Se fueron a vivir a Hollywood. Poco a poco, con papeles teatrales, Gable se iba dejando ver, y un día llegó el ansiado contrato con la Metro Goldwyn Mayer, que estaba a la caza de estrellas masculinas. La MGM decidió promocionarlo poniendo en sus brazos a los bellezones de la casa, a Norma Shearer en Alma libre, a Greta Garbo en Susan Lenox...

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Carole Lombard, su gran amor. Cuando se conocieron ambos estaban casados. Su romance era vox populi en Hollywood, pero había cláusulas de 'moralidad' en sus contratos. Se casaron y fueron felices aunque él le fue infiel: era un mujeriego empedernido. Cuando ella murió en un accidente de avión Clarke Gable, quedó devastado.

Se repitió a lo largo de su carrera. Por sus envolventes brazos pasó medio firmamento: Carole Lombard; Barbara Stanwyck; Claudette Colbert; Myrna Loy; Loretta Young; Rosalind Russell; Deborah Kerr; Grace Kelly; Susan Hayward; Yvonne de Carlo; Doris Day y Sophia Loren, entre otras.

Se desentendió de su hija

Rudo, sardónico, apasionado y también refinado y tierno, Gable representaba a un hombre que enamoraba a las mujeres. Y eso le encantaba. Fue un mujeriego empedernido que no siempre se portó bien. Loretta Young tardó muchos años en contar que él la forzó a mantener relaciones sexuales. Se quedó embarazada y se marchó con su madre para ocultarlo. Entregó a la niña –Judy– en adopción y luego la adoptó ella misma. Clark Gable se limitó a entregarle un puñado de dólares y se desentendió.

Las apariencias importaban mucho en Hollywood. Y la de Clark Gable era la del hombre viril, machote. Pero demostró que también valía para la comedia ganando un Oscar (el único) por su papel en Sucedió una noche, una película que hizo mucho daño a los fabricantes de camisetas interiores: bajaron las ventas un 99 por ciento porque cuando en una escena él se quitó la camisa, se vio que no utilizaba aquella prenda.

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Buenas migas con Ava. «Era muy dulce y, a la vez, muy grande y viril, con mucha personalidad», dijo de él Ava Gardner, su compañera de reparto en Mogambo.

Ya era una estrella. Vinieron los grandes títulos con repartos estelares, como Rebelión a bordo, San Francisco; y en 1939, el peliculón: Lo que el viento se llevó. Así como hubo muchas dudas a la hora de ponerle cara a Scarlett O'Hara, el productor David O. Selznick tuvo claro desde el principio que Rhett Butler era él y supo cómo convencerlo para que aceptara el papel. Lo que el viento se llevó lo convirtió en un mito indestructible, pero no le dio el Oscar (la película consiguió diez): ese año se lo llevó el actor Robert Donat por Adiós, Mr Chips.

Destrozado por la tragedia

Luego llegó la tragedia: Carole Lombard, el amor de su vida, falleció en un accidente de avión en 1942 durante una gira por el país para vender bonos de guerra. Clark Gable, destrozado, decidió entonces aparcar el cine, se alistó en el Ejército del Aire y se fue a combatir a Europa.

El regreso de El rey fue como una montaña rusa de aciertos y decepciones: estuvo mal en Adventure, sobresalió en Mogambo... Ahí coincidió con Ava Gardner, quien –como todos los que trabajaron con él– exaltó su bonhomía: «Era muy dulce y, a la vez, muy grande y viril, con mucha personalidad», dijo Ava.

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Su adiós con Marilyn. Vidas Rebeldes fue su última película, también la de Marilyn Monroe. Él murió de infarto justo después de terminar el rodaje; ella cayó víctima de una sobredosis de barbitúricos pocos meses después.

Pero Gable ya se había adentrado en el ocaso. Se empeñaba en hacer de galán a pesar de su edad. Quería un caché acorde con su fama, y no se lo pagaban, a pesar de que entre las 25 películas más taquilleras de la Metro en los años 30, ocho estaban protagonizadas por él.

Su crepúsculo fue también el de Marilyn Monroe: se llevaron muy bien en el rodaje de Vidas rebeldes, la última película de ambos. John Huston cuenta en sus memorias que Gable tuvo una paciencia infinita con la rubia: «Nunca protestó por sus retrasos». También Marilyn lo elogió: «Representaba todo cuanto yo podía idealizar. Lamento que no obtuviese el reconocimiento crítico por su labor interpretativa», dijo Marilyn.

Clark Gable murió antes de que se estrenara Vidas rebeldes, meses antes también de que naciera su único hijo legítimo, John Clark Gable.

El reconocimiento final lo consiguió. Sigue siendo El rey.


La realización de Lo que el viento se llevó es una de las epopeyas más excesivas de la historia del cine. Clark Gable no quería aceptar el papel de Rhett Butler porque creía que los miles de lectores de la novela de Margaret Mitchell ya tenían en su cabeza una imagen del personaje. David O. Selznick, el productor, tenía muy claro que Rhett Butler era él, así que desplegó su astucia para convercerlo: le dijo que si aceptaba podría pagarse el divorcio de su segunda esposa, Ria Langham, y quedaría libre para casarse con Carole Lombard, la mujer de su vida.

Fue una decisión crucial. Clark Gable actuó en 65 películas, muchas de ellas muy taquilleras (Sucedió una noche, Rebelión a bordo, Mogambo...), pero Lo que el viento se llevó es un fenómeno estratosférico: se calcula que ha recaudado unos 4000 millones de dólares y fue la película más taquillera durante 34 años. Definitivamente, Rhett Butler era él.