El gran pecado de los Rockefeller La bisnieta en contra de las petroleras Neva G. Rockefeller: «Si destruimos el medioambiente, el desarrollo económico se detendrá»
El planeta se ha calentado un grado desde los tiempos de mi bisabuelo, dice la bisnieta de uno de los hombres más ricos de la historia. Por encima de los dos grados, explica, el nivel de los mares ascenderá considerablemente. Por encima de los tres grados, perderemos la mayor parte de las ciudades costeras del mundo y en el Ártico crecerán bosques. Por encima de los cuatro, la sequía se adueñará de Europa. Por encima de los cinco, nos enfrentaremos al fin de nuestra civilización. Y remata: podríamos haber detenido el cambio climático hace décadas. Pero nos han estado mintiendo.
Neva Goodwin Rockefeller desgrana todos estos argumentos con voz calmada. Nos ha pedido que la conversación tenga lugar en la casa de su hijo en el Upper West Side de Nueva York, una vivienda de tres pisos que ningún mortal se puede permitir, salvo un oligarca ruso o un Rockefeller.
Neva Goodwin Rockefeller es economista, una mujer de ciencia, de datos, de evidencias. Una señora educada y reservada, a quien la locura de la era Trump arrastró a un enfrentamiento despiadado. El motivo de que el cambio climático sea tan importante para ella tiene mucho que ver con su bisabuelo. Se pregunta si su familia no tendrá un pecado original, si John D. Rockefeller, además de crear una dinastía mítica al construir su primera refinería, no puso su granito de arena para que la temperatura de la Tierra no deje de subir.
Neva Goodwin Rockefeller cree que su familia tiene una obligación. Por eso lucha. Y parte de esa lucha es contra la empresa que convirtió a su clan en lo que es: en los Rockefeller. Se enfrenta a Exxon Mobil. Y es una lucha sin cuartel.
Su bisabuelo, John D. Rockefeller, suministró la savia vital del sueño americano: el petróleo. Abrió su primera refinería en 1863, y 14 años más tarde controlaba ya el 90 por ciento del mercado estadounidense. Su empresa, Standard Oil, llegó a ser tan poderosa que el Tribunal Supremo decidió desmontarla, dividiéndola en 34 compañías; entre ellas, las dos a partir de las que surgió la actual Exxon Mobil.
El petróleo impulsó el ascenso de los Rockefeller, fue el lubricante de su poder, el carburante que llevó a los descendientes de John D. a ser senadores, vicepresidentes o filántropos. Los 174 miembros del clan Rockefeller, con una fortuna de 11.000 millones de dólares, ocupan el puesto 23 de la lista Forbes de las familias más ricas de Estados Unidos. La colección de arte de David Rockefeller, el padre de Neva Goodwin Rockefeller, se subastó con fines benéficos el pasado mayo y obtuvo 650 millones de dólares. Récord del mundo.
Pero, por muchos millones que tengan, Neva y los demás Rockefeller ven cómo el mar se va acercando inexorablemente a su mansión familiar de Mount Desert.
La campaña de Neva Goodwin Rockefeller contra Exxon comenzó en 2003. «Llevaba años dedicada al tema del cambio climático, había leído estudios sobre los combustibles fósiles y el aumento de las temperaturas. Y dado que mi familia seguía teniendo vínculos con Exxon, además de acciones, quise hablar con ellos. Pensaba que Exxon no conocía el problema. Fui una ingenua».
Contradiciendo a su padre
Como buena profesora de Economía que es, quiso hacer entrar en razón a la empresa valiéndose de argumentos económicos. «Propuse a la junta de accionistas que Exxon investigara la influencia del cambio climático en el negocio. Quería que la empresa se diera cuenta de que se trataba de un problema serio y de que ellos eran parte de él. Pero mi propuesta recibió pocos votos a favor».
Neva G. Rockefeller posee un importante paquete de acciones en Exxon. «Pensaba que no conocían el problema. Fui una ingenua»
El siguiente intento lo hizo en 2006, cuando Lee Raymond -el por entonces presidente de Exxon- invitó a comer a David Rockefeller, uno de los hombres más influyentes del mundo financiero de Nueva York. Raymond quería presentarle a su sucesor, Rex Tillerson, quien acabaría ejerciendo como intrascendente secretario de Estado del presidente Trump durante casi un año. «Fui a la comida con mi padre. Desde la oficina de Raymond le hicieron saber que no había que molestar a Tillerson con el tema del cambio climático. El asistente de mi padre me pidió, por favor, que me comportara. Pero no lo hice».
Durante la comida, Neva Goodwin Rockefeller habló del cambio climático y de la culpa que, en su opinión, tenía Exxon Mobil. Dijo que su familia poseía muchas acciones y que por eso quería que la firma invirtiera en energías renovables antes de que su modelo de negocio se desplomara. Rex Tillerson respondió que Exxon estaba en el lado de los buenos. Que los países ricos se habían hecho ricos gracias al petróleo y que ahora les tocaba a Asia y África disfrutar de esa posibilidad. Neva Goodwin Rockefeller replicó: «Si destruimos el medioambiente, el desarrollo económico se ralentizará, incluso se detendrá». En aquel momento, no conocía lo que Exxon sabía.
En 2008, Neva Goodwin Rockefeller y otros miembros de la familia se presentaron ante la junta de accionistas con una nueva propuesta. Pedían que Exxon estudiara las posibles consecuencias del cambio climático sobre los países en vías de desarrollo. Si eran negativas, las economías de estos países se verían perjudicadas, las promesas de crecimiento no podrían materializarse… y Exxon se quedaría sin todos esos clientes potenciales con los que pretendía hacerse. «No hubo muchos votos a favor de mi idea. Exxon había llamado a los principales accionistas y les había dicho: ‘Votad en contra de la propuesta’. Pero tras la junta di una rueda de prensa que despertó mucha atención».
Ante los medios de comunicación dijo que su abuelo demostró ser un hombre de negocios brillante: se dio cuenta de que la clave para el desarrollo económico era la energía. «Tenía claro que las energías existentes en aquel momento, como la tracción animal, no podían satisfacer la demanda. Estudió la cuestión y encontró la energía que tenía futuro. Si mi bisabuelo viviera hoy, apostaría por las renovables».
Tras la rueda de prensa, la cortesía entre la familia Rockefeller y Exxon pasó a la historia. Empezó la confrontación directa. Si a los Rockefeller no les gusta la empresa, no tienen más que vender sus acciones, se dijo desde Exxon Mobil. Pero para la familia había más en juego que unas simples inversiones. La Fundación Rockefeller financió que la escuela de periodismo de la Universidad de Columbia iniciase una investigación que diera respuesta a una pregunta: ¿qué sabía Exxon sobre el cambio climático?
Los periodistas descubrieron que la empresa sabía mucho. En una charla que un científico de Exxon dio ante los principales directivos de la compañía les dijo: «Existe un consenso científico sobre la influencia que la humanidad está ejerciendo en el clima a través del dióxido de carbono, liberado por la quema de combustibles fósiles». Aquello fue en 1977. Cinco años más tarde, un informe interno daba la voz de alarma: si no se reducía la quema de combustibles fósiles, se corría el riesgo de «sucesos catastróficos». También advertía de que amplias zonas costeras de Estados Unidos -entre ellas, Florida- podrían quedar sumergidas bajo las aguas. El cambio se produciría de forma lenta, pero, una vez puesto en marcha, podría ser irreversible. La opinión pública no supo nada de estos estudios. Al contrario. Durante décadas, Exxon Mobil destinó millones de dólares a financiar a lobbies para que pusieran en duda el cambio climático.
Mentiras descubiertas
Gracias a las investigaciones de la Universidad de Columbia, en 2016 Neva Goodwin Rockefeller supo que Lee Raymond supuestamente ya había sido informado de ello por sus propios científicos. Y, sin embargo, lo negó. «Lo que me pregunto es: ¿por qué Exxon Mobil nos mintió, a nosotros y al conjunto de la opinión pública? -dice Neva Goodwin Rockefeller-. Es una cuestión psicológica: ¿por qué las personas que dirigen grandes compañías hacen cosas que suponen una seria amenaza para el futuro de la humanidad?». Tras una pausa se contesta a sí misma. «Hay multitud de artículos en los que se asegura que las empresas están dirigidas por psicópatas, por personas carentes de conciencia. De qué otra manera podría explicarse?».
Las investigaciones financiadas por los Rockefeller ayudaron a emprender procesos judiciales. Algunas ciudades costeras estadounidenses, como San Francisco y Nueva York, han demandado a Exxon y otras petroleras por los gastos que les supone la subida constante del nivel del mar. El modelo que toman como referencia son los juicios contra las tabaqueras, a las que la presión generalizada llevó finalmente a admitir las consecuencias perjudiciales de fumar. Pero Exxon Mobil ha pasado al contraataque. Para ello cuenta con el apoyo de los senadores republicanos que el año pasado declararon: «Las cuestiones relacionadas con la protección del clima son cuestiones políticas sobre las cuales no le corresponde pronunciarse a la Justicia».
«¿Por qué los que dirigen grandes empresas hacen cosas que amenazan a la humanidad? Son psicópatas, no tienen conciencia»
En Estados Unidos, el cambio climático se ha convertido en campo de batalla del choque cultural al que el presidente Trump arrastró a su país. Y Exxon Mobil se ha convertido en símbolo indiscutible de esa lucha. Según un estudio, Exxon es la empresa con la que más se identifican los votantes republicanos, muy por encima de las demás. El 69 por ciento de ellos cree que el cambio climático se está exagerando, porcentaje que entre los demócratas no llega ni al 4 por ciento. En Estados Unidos, la confrontación por el cambio climático hace tiempo que dejó de basarse en datos, se ha convertido en un ring político más, como el aborto o el derecho a portar armas. Por eso, los republicanos intentan generar un ambiente hostil hacia la familia Rockefeller, incluso hablan de una malvada intriga dirigida por ecologistas extremistas.
Un columnista conservador escribió hace poco: «Atacar a una empresa norteamericana de forma tan despiadada no es propio de una de las principales familias de nuestro país». La polémica también ha estallado dentro del clan Rockefeller. Algunos miembros de la familia todavía trabajan en el negocio petrolero o quieren seguir beneficiándose de sus actividades. Ariana Rockefeller, empresaria de la moda, ha declarado que cree que la campaña promovida por sus parientes no es acertada. «No me parece que perjudicar nuestro patrimonio familiar ayude».
Neva Goodwin Rockefeller deja escapar un suspiro ante estas palabras. «Ariana no estaba bien informada, asesores interesados la habían incitado a decir eso. La mayoría de la familia comparte las críticas a Exxon», añade. Exxon Mobil ha optado por la defensa favorita de Donald Trump. Asegura que es víctima de una conspiración promovida por los Rockefeller.
«Exxon tiene su estrategia para influir en la opinión pública. Los malvados Rockefeller contra las honradas petroleras»
«Es una estrategia para influir en la opinión pública: los malvados Rockefeller contra las honradas petroleras. No se nos aprecia en todas partes…», dice Neva Goodwin Rockefeller. La familia lleva tiempo siendo objeto de todo tipo de burdas acusaciones, los teóricos de la conspiración consideran a David Rockefeller la mente detrás de una conspiración internacional. Según ellos, el Club Bilderberg -una influyente organización que agrupa a personalidades de la economía y a la que pertenece David Rockefeller- estaría intentando hacerse con el poder mundial. Neva Goodwin Rockefeller todavía conserva una participación en Exxon Mobil, cuenta. Quiere tener voz en la empresa. Esta cartera de acciones, añade, es su «cartera de pecados».
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