El caso Urdangarin pone a prueba la monarquía
Santiago
cinco especialistas analizan el escándalo protagonizado por el duque de palma, la reacción del rey, su decisión de publicar las cuentas de la casa real y su repercusión en una institución a la que los ciudadanos han suspendido por primera vez
18 Dec 2011. Actualizado a las 06:00 h.
La situación era insostenible. La reacción del rey era inevitable y fue contundente: apartar a Iñaki Urdangarin de las actividades oficiales de la corona tras su implicación en la supuesta apropiación indebida de fondos públicos que investiga la justicia. Don Juan Carlos explotó tras un mes de silencio durante el que día a día se ha ido estrechando el cerco sobre su yerno, con informaciones bochornosas y más que comprometedoras. Lo hizo el lunes a través del jefe de la Casa del Rey, Rafael Spottorno, que llegó a decir que el comportamiento del marido de la infanta Cristina no había sido ejemplar. Un golpe a la yugular del duque de Palma. Una reacción dura que demuestra que el caso está afectando gravemente a la imagen de la monarquía.
«Es grave y execrable, porque ha habido tráfico de influencias y se ha prevalido de su posición en una familia, una institución que es la más alta del país, que nos representa a todos y que queremos que sea inmaculada e intachable, que nadie la manche y menos desde dentro», explica Pilar Urbano, que acaba de publicar El precio del trono (Planeta). «El rey ha sido tajante, expeditivo y muy Borbón al apartar a su yerno en un gesto de autoridad, lo que indica instinto de conservación al poner un cortafuegos», añade. «Debe entenderse como un gesto inequívoco de preservar la institución, demuestra preocupación pero también capacidad de reacción, lo cual debe ser valorado positivamente», destaca Yolanda Gómez, catedrática de Derecho Constitucional y autora de La monarquía parlamentaria: familia real y sucesión a la corona.
«La reacción era obligada, lo más llamativo es la dureza con que se anunció, no hacía falta decir nada sobre la ejemplaridad, lo que significa que en la Casa del Rey existe la convicción de que todo lo que ya se sabe, acabe o no con una sanción judicial, es impresentable éticamente», señala José Apezarena, especialista en la casa real. «No hay ninguna duda del enorme enfado que tiene el rey, como mostró la rotundidad y dureza del jefe de la Casa del Rey, que es un diplomático avezado, que tiene perfecto conocimiento de lo que se deriva de sus expresiones, por lo que hay que deducir que detrás está la voluntad de don Juan Carlos: no es imaginable que Spottorno haya hablado así sin su visto bueno e incluso sin su impulso» añade.
Manuel Villoria, catedrático de Ciencia Política y miembro de la dirección de Transparencia Internacional, experto en temas de corrupción, incide también en que «una cosa es la culpabilidad penal y otra la dimensión ética». «Urdangarin no ha sido ni siquiera imputado, probablemente lo será, pero ello no quiere decir que lo procesen y menos aún que lo condenen», explica. «Se le podría acusar de apropiación indebida o participación en un tráfico de influencias, pero es dudoso que prospere; lo que es más claro, tal vez, es el delito fiscal», añade. «En todo caso, lo que es evidente es que éticamente es inaceptable que alguien que pertenece a la familia real, aunque sea consorte, vaya vendiendo informes ficticios y glamur y, además, por precios desorbitados, y eso sí está bastante probado», concluye. Pero el escándalo está afectando también a la infanta Cristina, ya que, según se ha publicado, la promotora familiar Aizoon, en la que comparte el 50 % con su marido y que tuvo su sede en el palacete que compraron en Pedralbes, valorado en 8 millones de euros, participó en la fabricación de facturas falsas para engañar a Hacienda. «La infanta puede verse salpicada porque ha formado parte de los consejos directivos de las empresas, lo que implica una responsabilidad, no es la firma de una esposa ignorante de lo que pudiera hacer su marido, porque el dinero, por muy escondido que estuviera en algún momento, ha aflorado, como se vio cuando compraron el palacete de Pedralbes, tenía que haberle llamado la atención», asegura Urbano. «Lo más raro de la comparecencia del lunes de Spottorno es que apuntó también a la infanta Cristina: cuando le preguntaron si el apartamiento de Urdangarin también podía afectarle a ella respondió «ya se verá», por lo tanto dejó abierta la puerta y dio a entender que la infanta también tiene problemas», rubrica Apezarena. Y añade: «La Casa del Rey ha fallado en su tarea de vigilancia y protección de la familia real».
el príncipe, indignado
No solo don Juan Carlos ha abandonado a su yerno, también el príncipe Felipe ha marcado distancias. Durante la presentación de su fundación a favor de la juventud en Barcelona dijo que será «honesta y transparente». Aunque no citaba a su cuñado, era fácil hacer un paralelismo con el Instituto Nóos del exjugador de balonmano. «Sé que el príncipe Felipe está indignado con la conducta de Urdangarin», apunta Urbano. ¿Y la reina Sofía? ¿Por qué decidió fotografiarse para la revista ¡Hola! junto a su yerno y su hija en plena tormenta mediática? «La visita tuvo un componente familiar, pero también quiso transmitir su apoyo personal a la infanta», explica la autora.
La cuestión de fondo es cómo va a afectar este escándalo a la monarquía en un contexto de progresiva pérdida de respaldo. En el último barómetro del CIS los ciudadanos la suspendían por primera vez, con una nota de 4,89, por detrás de los medios de comunicación y las Fuerzas Armadas, la institución más valorada. «El aprecio de la población por la monarquía va descendiendo lentamente porque el propio paso del tiempo hace olvidar los servicios muy importantes prestados, las nuevas generaciones los desconocen», señala Apezarena. «Puede empañar su imagen, pero no tiene por qué producir una quiebra de la monarquía: una cosa es la conducta de un garbanzo negro de la familia, que no sea el rey, y otra la institución», señala Urbano. «Lo que tiene que preocupar al príncipe Felipe, más que los hechos de Urdangarin, que se sustanciarán judicialmente, es la depreciación de la monarquía, el debate real y crepitante que hay, sobre todo en las nuevas generaciones, que cuestionan que haya un privilegio de cuna», añade. Villoria coincide en que don Felipe puede ser el gran perjudicado. «Sobre todo es preocupante para el príncipe, que puede encontrarse con un clima hostil al comenzar su reinado», afirma el politólogo.
La decisión del rey de hacer público el desglose de los 8,5 millones de euros que recibe anualmente para el sostenimiento de su casa y su familia va en esa dirección de mejorar la imagen de la monarquía. A Gómez le parece una «medida muy acertada, que trata de mostrar que no hay nada que ocultar y una forma de adaptarse a los tiempos en los que se exige cada vez mayor información». «No solo el rey, sino que todos los poderes públicos deberían ser mucho más transparentes. La casa real ha actuado así buscando una legitimación que Urdangarin ha dañado enormemente», opina Villoria. «No publicar las cuentas es fruto de la pereza, pero era inevitable que ocurriera tarde o temprano. La única pega es que da la sensación de que se ha hecho forzado por una coyuntura negativa», afirma Apezarena. «La clave es que la monarquía sea útil al país, de lo que no tengo la menor duda. Si España tuviera que inventar una herramienta de márketing de nación y de país, pocas habría tan favorables: he viajado con los reyes por el mundo entero y la tarjeta de presentación que tiene España es espectacular», añade el biógrafo del príncipe Felipe. Para confirmar su utilidad, pone el ejemplo del contrato de 6.500 millones para construir el AVE de La Meca a Medina. «Detrás del acuerdo con Arabia Saudí ha estado el rey», afirma. «Si comparamos el monto del contrato con la asignación anual de 8,5 millones, podemos sacar conclusiones», cierra Apezarena.
Por Enrique Clemente