Amenaza terrorista en Europa

De nuevo el terror. Ese monstruo insaciable que se apodera de nuestra voluntad, de nuestro sentido común, de nuestra humanidad. La agonía de no saber si mañana seremos los siguientes en la larga lista de la parca o, si por el contrario, tras enterarnos de las noticias, doblaremos con tranquila indiferencia la página del periódico, saltaremos de web en nuestra táblet o pulsaremos el botón de nuestro mando a distancia para cambiar de canal, como si con esos gestos pudiéramos evadirnos de la realidad que nos rodea.

Pero, la realidad es tozuda y demoledoramente dura. Con la terrible guerra en Ucrania sin visos de solución a corto plazo y los tambores de guerra resonando no solo en la frontera de Gaza, sino también en la del sur del Líbano —norte de Israel—, numerosas personas han salido a la calle para demostrar su disconformidad con el sufrimiento de la población civil tanto israelí como palestina. ¿Cómo no hacerlo? Tan terrible ha sido el ataque brutal, desmedido y al mejor estilo de Daesh llevado a cabo por Hamás, como el bombardeo israelí a Gaza.

Sin embargo, tenemos que ser conscientes de que pese a nuestro clamor en pro de la paz, esta sucumbe una y otra vez ante la incapacidad humana para sentarse a dialogar y negociar un acuerdo, teniendo en cuenta que negociar significa ceder para lograr algo a cambio.

Y, mientras presenciábamos las visitas del canciller alemán, el presidente norteamericano y el primer ministro británico a Israel para mostrar públicamente su apoyo a este país, un tunecino, cuya petición de asilo había sido rechazada, asesinó en Bruselas a dos hinchas suecos y tanto Francia como Bélgica se han visto obligadas a evacuar varios aeropuertos ante las amenazas de atentados terroristas. ¿Tienen estos hechos relación? Probablemente no, pero a la vista de cómo se recrudece la situación en Oriente Próximo es legítimo suponer que más «lobos solitarios» y algún que otro grupo terrorista decidan atentar en Europa con la excusa de la causa palestina. Más sangre para incendiar el fuego de la ira y la incomprensión, justo lo que no necesitamos.