«Estou indignado e resignado. Estas son as cousas que pasan neste país»
Firmas
15 Nov 2013. Actualizado a las 06:56 h.
La imagen de Víctor Dios luchando contra el chapapote y sus gritos en el puerto de Aguiño se han convertido en iconos de la desesperación que reinó en Galicia hace once años. De la desesperación y de la indignación de un país que se sentía abandonado a su suerte, protegido únicamente por la fragilidad de un ejército de hombres y mujeres dispuestos a darlo todo en una guerra que parecía perdida. Once años después, tras conocer la sentencia del caso Prestige, Víctor confiesa seguir «indignado, pero tamén resignado. Estas son as cousas que pasan neste país», reflexiona el bateeiro isleño.
El miércoles, cuando se leyó la dichosa sentencia, Víctor salió al mar a trabajar. No estuvo especialmente atento a un fallo del que, asegura, no esperaba ya gran cosa. «Había tempo que se vía que todo estaba preparado para que todo seguise igual», razona. Y así se llega a un fallo que sentencia que «todo foi impecable, que todo se fixo ben». A su juicio, eso es tanto como «burlarse da xente que estivemos alí. Non só dos mariñeiros, que ao fin e ao cabo tiñamos que estar porque non nos quedaba máis remedio que defender o noso, senón tamén dos voluntarios que viñeron a axudar». Y, a pesar de esa burla negra, sentencia, si otro barco pirata volviese a amenazar la costa gallega, allí volverían a estar los marineros. Y a las playas volvería a acudir el ejército blanco de los voluntarios porque «ao final a xente é boa», y está acostumbrada a «sufrir e a deixar que nos machaquen». Como ahora, cuando el golpe lo asesta el mazo del juez.
«Todo estivo mal feito desde o principio. Non estaban acusados todos os que tiñan que estar», sentencia. Para él, la lista de ausentes en el banquillo de los acusados no se acaba en la empresa fantasma que lanzó el Pretige al mar: también echó en falta a políticos que no solo «non asumiron responsabilidades, senón que aínda medraron». El que sí tuvo que enfrentarse al juez fue López Sors, un «cabeza de turco que tivo que pasar o mal rato» en un «paripé» que se demoró durante demasiado tiempo. También él salió limpio de un proceso salpicado de chapapote.
«O barco está no fondo»
Once años después, con sentencia o sin ella, «o barco está no fondo e aquí a culpa non foi de ninguén», sentencia Víctor Dios. Es una lástima que la decisión judicial no haya servido para borrar el olor del chapapote que este bateeiro, como tantos otros héroes, llevan grabado en la memoria. Ni para eliminar del recuerdo el miedo que les recorría la espalda cuando pensaban que iban a perderlo todo. Porque esas sensaciones, que se apoderan de ellos con solo cerrar los ojos, son una sentencia no leída.
la sentencia del «Prestige», 11 años después