El origen del marco incomparable
Firmas
Marisa Prado heredó el terreno en el que tuvieron una fábrica de salazón y cultivaron maíz
22 Sep 2013. Actualizado a las 06:00 h.
Si en algún lugar vigués tiene sentido aplicar la manida expresión «marco incomparable» es en La Vela. La terraza más popular del Vigo costero, en Alcabre, es un establecimiento tipo Guadiana que solo abre su portalón en la mejor época para disfrutar de su gran baza, su privilegiada ubicación, unas vistas grandiosas al Atlántico con las Cíes al fondo. El local sigue siendo uno de los favoritos de los vigueses porque allí se cuece un buen rollo que no solo notan sus gestores. Marisa Prado, que junto a su marido, Armando Couso, regenta este bar que ahora está a punto de echar el cierre hasta el próximo verano, asegura que el lugar le da «paz».
La finca pertenecía a su familia desde 1764. «Mi abuelo, Benigno Prado, cultivaba maíz, que por cierto abonaba con marisco. Era complicado. Venían por el túnel con los bueyes y los animales se asustaban. En el arrastre traían centollos, nécoras, quisquilla, de todo. A esta playa no venía nadie en esa época. Bueno, ni aquí ni a ninguna», apunta. Pero recuerda que antes de aquello fue una fábrica de salazón. Su abuelo tenía siete hermanos. Los hombres emigraron a Argentina y las dos chicas se quedaron. El marido de una de ellas se quedó al frente de la factoría, porque a la mujer antes le estaba vedado, y por problemas de pagos le embargaron la empresa.
«Cuando el abuelo regresó pagó la deuda y continuó con esto en su poder». El muro de la finca es «el de toda la vida». De hecho, explica que hay unos huecos en las rocas porque tenía una concesión de muelle. «La finca la cortó la carretera. A mí me chocaba que no pagase impuestos y me enteré por una amiga que estaba haciendo una investigación, que el Ayuntamiento decidió que quedaran exentos porque cedieron la carretera en los años 40 sin cobrarla. Pero eso ya caducó. ¡Ahora yo sí la pago!».
La dueña de La Vela también recuerda que su abuelo, al que llamaban Patouro, hizo el primer hotel en Samil, El Bosque. «Mi abuela, Josefa Alonso, era la cocinera. Allí, con 8 años, yo ya recogía vasos. Ahora es la casa de mis tías. Él era carpintero, pero sobre todo, un visionario que se adelantó al futuro cuando Samil era una gran duna llena de lagartos y culebras. Hasta trajo el tranvía, consiguió que se desviase para pasar al lado de su negocio».
Cuando el patriarca repartió la herencia las tierras pasaron al padre de Marisa. «Antes, las que estaban al lado del mar no servían para nada y a mediados de los 70 la alquilaron para poner tiendas de cámping, luego se aprobó una ley por la que solo se podía acampar en terrenos mayores de dos mil metros. «Estando acampados mi marido y yo montamos un barcito en una esquina, en 1980, al que llamamos el Chas. Continuamos dos o tres años más, pero empiezas a tener niños, la vida se complica, lo dejamos y lo alquilamos en 1988». La propietaria explica que en 1998 lo vuelve a coger de forma definitiva, y hasta ahora.
Marisa parece haber heredado de su abuelo el mismo carácter emprendedor. Su oficio es desde hace más de 20 años el de monitora de gimnasia para centros públicos y también lleva junto a su hija menor una empresa de ocio y tiempo libre. «En el 96 me dio un bajón en junio pensando que todo el verano no iba a hacer nada. Decidí que no podía pasar tanto tiempo así. Me acordé de La Vela y a partir de ahí lo cogí yo con mi marido. Mis hijos tenían 17, 15 y 13 años y les dije que vinieran a echar una mano». Se emociona al recordarlo, «nos ayudaron, se hicieron muy buenas personas y profesionalmente se dedicaron al sector», indica.
Pero su gran pasión es el teatro (ahora forma parte del grupo Coilon) y por eso en esta terraza, además de vistas espectaculares, bebidas, bocatas y algo de tapeo, hay una programación estable que siempre abre Cándido Pazó. También hay actuaciones musicales y espectáculos que ya empiezan a crear escuela, como el show de Marcos de la Fuente con la puesta de sol como telón de fondo. En Ibiza venden muy bien los ocasos, pero en La Vela son mejores y los regalan.