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Comprobado, las penas rompen el corazón

Psicocardiología

Comprobado, las penas rompen el corazón

Una nueva disciplina, la psicocardiología, demuestra de manera científica cómo las emociones influyen en el sistema cardiovascular, explica cómo un disgusto puede 'literalmente' partirnos el corazón y concluye que los amigos son la mejor medicina para evitar los infartos.

Miércoles, 22 de Mayo 2024, 12:32h

Tiempo de lectura: 8 min

Una nueva disciplina, la psicocardiología, confirma la existencia de una relación muy estrecha entre el corazón y la mente. Está probado científicamente cómo las depresiones pueden dañar el corazón y, a la inversa, cómo un corazón enfermo puede sumir a las personas en una crisis psicológica.

Que el corazón y la mente van de la mano es algo que el ser humano ha sabido de manera intuitiva desde hace mucho tiempo. Ya Aristóteles situaba en la caja torácica la fuente del sufrimiento y de la alegría. Ahora, los científicos están en condiciones de describir cómo el amor y la tristeza, la pasión y la frustración dejan su impronta en nuestro sistema circulatorio.

Alegría, miedo y rabia impulsan el sistema simpático, que acelera los latidos del corazón

El corazón, el único órgano cuya actividad podemos percibir en todo momento, late al ritmo de nuestros sentimientos. Basta con ver la foto de nuestra pareja para que empiece a golpear desbocado. El pulso se acelera en apenas cuatro segundos, según han demostrado investigaciones de psicólogos españoles. La proximidad física, por su parte, libera oxitocina, reduce la presión arterial y mitiga la ansiedad.

Alegría, miedo o rabia hacen que entre en acción el llamado 'sistema simpático', que es el que lleva al corazón a latir más rápido y con más fuerza. La relajación y la sensación de seguridad, por el contrario, refuerzan el efecto del sistema parasimpático, que actúa sobre el corazón con un efecto tranquilizador.

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Una mirada objetiva. Leonardo da Vinci fue uno de los primeros en observar sin tabús la anatomía de nuestro corazón. En este dibujo de 1512, el artista recogió todos los detalles, incluidas las arterias coronarias y las válvulas cardiacas. Para sus estudios anatómicos realizó en torno a 30 disecciones, hecho que solo se conoció tras su muerte: en su época, podría haber sido acusado de necromancia, castigada con la hoguera. Más arriba, en la imagen que abre este reportaje, Human heart, obra de Andy Warhol, de 1979.

En caso de peligro, el cerebro envía una señal a las glándulas suprarrenales, encargadas de segregar, entre otras sustancias, la adrenalina. Esta hormona llega al corazón a través de los vasos sanguíneos y actúa como un estimulante. El cerebro percibe el grado de esfuerzo al que está sometido en cada instante el corazón a través de receptores de presión situados en la aorta y en otros vasos importantes.

Hay pacientes infartados en los que no se encontraron, en análisis posteriores, arterias obstruidas ni válvulas defectuosas o trastornos en los tejidos vasculares. Los médicos buscan las causas en el ámbito psicológico y emocional de esos pacientes.

Médicos japoneses descubrieron en los años noventa el 'síndrome del corazón roto'

El corazón puede reaccionar de una forma dramática cuando perdemos al compañero sentimental o a un pariente cercano. Puede romperse, casi en un sentido literal. Los primeros en describir este fenómeno fueron unos médicos japoneses a comienzos de los años noventa. Estaban investigando a pacientes ingresados con las señales típicas de un infarto, como falta de aire, dolor pectoral y alteraciones en el electrocardiograma, pero que no presentaban estrechamiento de los vasos coronarios. Comprobaron, sin embargo, que el corazón presentaba un estrechamiento en la parte media y un abultamiento en la inferior. Médicos de todo el mundo empezaron a diagnosticar este cuadro, especialmente frecuente en mujeres tras la menopausia y sobre todo en aquellas que habían perdido a sus parejas de toda la vida. Por eso, los cardiólogos llaman a este fenómeno 'síndrome del corazón roto'.

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Corazón y dolor. Frida Kahlo pintó su retrato doble Las dos Fridas, en 1939, cuando se divorció de su marido. El vestido blanco y el colorido vestido tradicional representan sus raíces europeas y mexicanas: dos corazones laten en su pecho.

No siempre las alteraciones llegan con los disgustos. Experiencias alegres, como ganar la lotería o una fiesta sorpresa, también pueden provocar un pseudoinfarto. Peligroso puede ser igualmente un exceso de pasión o una carga excesiva de trabajo. En Japón existe una palabra para este fenómeno: karoshi. Allí, muchos cientos de personas mueren cada año después de haber tenido que trabajar repetidamente 24 horas seguidas.

Hay otros factores. Un estudio del Helmholtz Zentrum de Múnich ha probado que un 15 por ciento de las muertes por problemas cardiovasculares están relacionadas con la depresión. Y en los hombres, el sufrimiento psicológico aumenta el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular en la misma medida que lo hacen el colesterol alto o el sobrepeso.

El sufrimiento aumenta el riesgo de infarto en la misma medida que el colesterol alto

Durante una depresión, los sistemas nervioso y hormonal se encuentran en un estado de alarma prolongado. Los valores sanguíneos se alteran y aumentan marcadores inflamatorios. Este cóctel provoca un estrechamiento de los vasos sanguíneos.

Las preocupaciones también pesan en el corazón. Las personas para las que el trabajo es una fuente de estrés pueden ver aumentado su riesgo de sufrir un infarto cardiaco o una embolia en un 40 por ciento, mientras que, en el caso de la depresión, ese valor se dispara hasta el 70 por ciento.

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Un puñal en el pecho. El pintor mexicano Juan Patricio Morlete Ruiz ilustró con su cuadro El corazón de María (1759) un importante símbolo de la espiritualidad católica. Desde hace siglos se ha vinculado el corazón con los sentimientos, también entre los egipcios y los griegos.

Los científicos creen que las personas especialmente propensas a sufrir un infarto son aquellas que no saben decir que no en situaciones de sobreexigencia, además de aquellas con tendencia a enfadarse fácilmente o que se muestran hostiles en su trato con los demás. Al mismo tiempo piensan que cualquier cambio positivo en la psique mejora el estado físico. Mente sana, corazón sano.

Secuelas del infarto

A menudo lo que también se cumple es el proceso inverso: corazón enfermo, mente enferma. «Una enfermedad cardiaca suele generar inseguridad y ansiedad en los pacientes», dice Hilka Gunold, directora del Departamento de Psicocardiología en el Centro Cardiaco de Leipzig. «Se pierde esa confianza intrínseca en que el cuerpo va a seguir funcionando como siempre», confirma Christoph Herrmann-Lingen, director del Departamento de Medicina Psicosomática y Psicoterapia en la Universidad de Gotinga. «No es raro que a un infarto de miocardio le siga un infarto del yo», añade. Al menos uno de cada cinco afectados desarrolla una depresión o un trastorno por ansiedad que precisa tratamiento.

Muchos psicólogos y cardiólogos apuestan por mantener unas buenas relaciones sociales como mejor medicina para tener un corazón sano y feliz. Varios estudios han demostrado que el apoyo de la pareja o de un familiar y el contacto con amigos prolongan la vida. Las personas a las que les abrimos nuestro corazón se acaban convirtiendo en su mejor protección.


Así mantienes tu corazón y tu mente sanos

  • Apaga tu estrés

    Con métodos de la terapia cognitiva conductual, la terapia antiestrés ayuda a identificar los desencadenantes de la angustia y los patrones de conducta perjudiciales. Los participantes aprenden a retomar el control de su vida y gestionan mejor sus sentimientos negativos.

  • Abstinencia digital

    Si no consigues desconectar, deberías fijar unos tiempos a lo largo de la jornada durante los cuales no contestar el teléfono. También deberías llegar a un acuerdo contigo sobre las horas a las que te permitirás leer tus mensajes electrónicos. ¡No es imposible!

  • Duerme mejor

    La falta crónica de sueño eleva el riesgo cardiovascular. Contesta: ¿necesitas el despertador para levantarte? ¿Precisas café u otros estimulantes? ¿Los días libres duermes mucho más que los laborables? Si has respondido con tres síes, duermes muy poco.

  • Adapta el ritmo diario

    Si te vas a la cama más tarde de lo que deberías, intenta variar tu ritmo diario. Para ello, exponte desde temprano lo más posible a la luz solar y, por la tarde, apaga lo más pronto que puedas las luces intensas, así como el televisor y los monitores leds (sí, también el smartphone).

  • Practica la relajación

    La técnica ‘reducción del estrés’, basada en la conciencia plena (MBSR en sus siglas inglesas), ayuda a combatir la presión. Tras un entrenamiento de varias semanas controlarás tu atención de forma selectiva. Estos ejercicios son eficaces contra la ansiedad y la depresión.

  • Música para el corazón

    Las melodías actúan sobre el cerebro; pueden ralentizar el pulso y también acelerarlo. Por tanto, albergan el potencial tanto de reducir la presión arterial como los valores en sangre de la hormona del estrés. La música clásica es especialmente beneficiosa.

  • Toca moverse

    Las personas que practican deporte de manera regular, por ejemplo tres veces a la semana durante 45 minutos, pueden conseguir mejores resultados que tomando un fármaco contra la hipertensión. Además, se recuperan de situaciones de estrés más rápidamente.

  • Relaciones sanas

    La protección más eficaz para el corazón y la mente son unas relaciones afectuosas. Los que mantienen una amplia red de relaciones sociales (pareja, familia o amigos), aunque no se cuiden mucho, viven de media más tiempo que los solitarios que comen sano, hacen deporte y no fuman.

  • Pausas reparadoras

    Haz pausas para reflexionar sobre tus deseos y objetivos. La búsqueda de un sentido a lo que haces no es palabrería. Reserva un espacio en tu vida para hacer algo que te llene, como una actividad artística. Las personas que cuentan con esos oasis reparadores resisten mejor las cargas.

  • Alimento para el cuerpo y el alma

    Estudios han demostrado que la dieta mediterránea reduce el riesgo de infarto o embolia. Además, concluyen que la alimentación influye en el estado de ánimo. Por ejemplo, hay indicios de que la dieta mediterránea aumenta la sensación de satisfacción y la atención.