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Trasplante de sudor Cómo acabar con el mal olor corporal La revolución del doctor Sobaco

Este microbiólogo belga está cambiando nuestra manera de entender el aroma del cuerpo. Ni más duchas, ni más desodorante: la guerra contra el olor de axilas se puede ganar con un trasplante de sudor.

Por Mark Smith | Fotografía: Tom Jackson

Lunes, 06 de Febrero 2023, 12:55h

Tiempo de lectura: 7 min

He entrevistado a muchas personas, pero hasta ahora ninguna me había olisqueado la axila. Me digo a mí mismo que siempre hay una primera vez para todo. «No se preocupe, hombre, lo hacemos en un momento. Levántese un poco la camisa... y ya está», indica con un gesto el doctor Christopher Callewaert, un microbiólogo de 38 años de la Universidad belga de ingeniería en biociencias de Gante.

La biociencia es una disciplina muy amplia que abarca estudios sobre casi todo lo que está vivo. La Universidad de Gante es puntera a la hora de transformar esas investigaciones en aplicaciones novedosas. Con un gesto de la cabeza, Callewaert señala a otro profesor del centro que está trabajando en «la transformación de los orines en agua potable» por cuenta de la Agencia Espacial Europea.

Callewaert está especializado en el análisis del olor corporal y es un hacha, hasta el punto de que identifica distintos tipos de olor humano a pelo, es decir, con solo acercar la nariz al sobaco de turno. «Hay olores a pescado o cebolla, los hay fecales; están los amargos; también algunos ligeramente florales, incluso jabonosos –explica Callewaert en tono neutro y profesional–. Asimismo, te encuentras con lo que describo como olor a jabalí: fuerte...».

De pronto, me entra la angustia. He venido andando a paso rápido desde la estación, vestido con ropas de poliéster bajo el sol... ¿Es posible que mis propios sobacos apesten? Callewaert se ha ofrecido a husmearlos, pero respondo que preferiría someterme a su «comité detector de olores».

Dicho comité se compone de ocho personas «con formación especializada –cuatro hombres y cuatro mujeres–, a las que damos a oler muestras anónimas de olor axilar, que a continuación clasifican por intensidad y valor hedónico. En otras palabras, según si huelen bien o no».

«Casi todo sobaco es escenario de una guerra entre una bacteria que produce un olor agradable y otra que apesta»

Lo que llevó a Callewaert al mundo de las axilas fue un suceso decisivo que vivió cuando estaba acabando la carrera de Biociencias Aplicadas en Gante. El detonante fue una noche loca que culminó en un revolcón en un pajar.

«La historia es un poco bochornosa. Tenía 21 años, y una noche me fui a la cama con alguien a quien conocía... Más tarde reparé en que mi cuerpo desprendía un fuerte olor –cuenta–. Era la primera vez que tenía problemas de olor corporal. Literalmente, apestaba. Han pasado años, pero hoy no tendría problema en detectarlo entre millares de olores distintos».

Se lavó a conciencia y se aplicó desodorante, pero la cosa fue a peor. Callewaert terminó por convencerse de que «había pillado una enfermedad de algún tipo». Fue al médico y este le dijo que no tenía nada en absoluto.

La axila es como una jungla tropical

Perplejo, Callewaert le dio vueltas al asunto y se dijo que la noche de pasión seguramente había ejercido un profundo impacto en su microbioma, la flora bacteriana que vive en el cuerpo, específicamente en la axila. Estos microbios prosperan «en ese hábitat cálido, húmedo y nutritivo», donde la elevada concentración de glándulas sudoríparas segrega gran variedad de lípidos, sales y proteínas. Callewaert cita a la microbióloga Mary Marples, que comparaba nuestra piel con el planeta. «El antebrazo es el desierto; el cuero cabelludo, un bosque lleno de frescor; y la axila es la jungla tropical».

Callewaert pensó que «si la transferencia negativa es posible, también puede serlo la positiva. Es decir, si puedes contraer mal olor corporal a través de las bacterias, lo lógico es que también puedas contraer buen olor, ¿no?». Planteó esta hipótesis a sus profesores, que la encontraron interesante. «Después solicité un par de becas al Gobierno belga. Me las concedieron y me puse a trabajar».

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El microbio misterioso. Nuestro olor corporal no siempre es cuestión de costumbres y comportamientos personales. Con frecuencia tiene que ver con los misterios del microbioma que, gracias a los estudios de Callewaert, estamos comenzando a aclarar.Foto: Getty Images

Formó entonces un pequeño equipo en la Universidad de Gante. Lo primero que hicieron fue recoger muestras de 53 pares de sobacos y tratar de encontrar diferencias discernibles entre el microbioma de los que olían a rosas y quienes lo hacían a macho cabrío. Por suerte para Callewaert, su estudio incipiente coincidió con la aparición de la tecnología de secuenciación del ADN, capaz de desglosar y analizar las estructuras moleculares con una exactitud y precisión desconocidas hasta la fecha.

«Antes –explica–, la microbiología era un páramo, como Siberia. Nadie quería estudiarla porque solo podías teñir muestras, es decir, cultivar bacterias en un platillo y mirarlas. A partir de 2010, los progresos en tecnología de secuenciación nos han facilitado información sin precedentes sobre las enzimas, las rutas bioquímicas y demás. Ahora tenemos absoluta comprensión bioquímica de lo que pasa en realidad, y las posibilidades son infinitas».

El enemigo en esta guerra tiene nombre

Su primer estudio publicado en 2013 venía a confirmar aquello que sospechaba y con datos abrumadores. La preponderancia de una bacteria, el Staphylococcus epidermidis, producía un olor agradable o inofensivo en las axilas. En cambio, el Corynebacterium dominaba en las que atufaban. Y es más: casi todo sobaco es escenario de una guerra microbiológica entablada por estas dos tribus por el control del territorio.

Por desgracia, nuestro protocolo intervencionista para con el microbioma –jabones y desodorantes que lo arrasan todo a su paso– no funciona según lo deseado. Así lo indican los datos que Callewaert ha recogido a lo largo de sus investigaciones. «Mi forma de ver las cosas: si no usas desodorante y no te lavas con demasiada frecuencia, tus axilas no pasan de albergar unos pocos tipos de bacterias. Si las axilas no huelen, deja las cosas como están y no exageres con el desodorante. Porque, si aplicas mucho, aparecen nuevas clases de bacterias, y si una de ellas es del tipo causante de olores, puede convertirse en hegemónica, con el resultado de que tus sobacos, de pronto, apestan».

«Hay otros desencadenantes que llevan al florecimiento de la Corynebacteria: algunas medicinas, una visita al hospital, cambios en la dieta, vestir ciertas ropas que tienen su propio microbioma», explica.

Los médicos no se lo toman en serio

Su página web recibe un aluvión de comentarios a diario. «Mi novia me dice que huelo mal incluso después de ducharme», escribe uno desolado. Otro quiere saber por qué su sobaco izquierdo apesta y su derecho no. Hay quien está planteándose intervenciones drásticas, desde bótox en las axilas a la liposucción para extirpar las glándulas sudoríparas. Y siempre una queja casi universal: los médicos no se toman en serio sus problemas de olor corporal. «Porque no lo consideran una enfermedad –indica Callewaert–. La ciencia tiene por objetivo curar enfermedades, y la curación del cáncer es más importante que la del olor personal. Y punto. Además, los médicos no se sienten precisamente atraídos por el estudio del sobaco, y de ahí que no haya mucha investigación».

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Mi sobaco fue el primero. Callewaert, que no tiene problema en autodenominarse 'doctor sobaco', comenzó a investigar porque él mismo tuvo problemas de olor corporal tras una noche de sexo desenfrenado.

Callewaert ha realizado el primer trasplante de biomaaxilar en la historia. Por medio de unos amigos de la universidad se enteró de la existencia de dos hermanos gemelos idénticos con una diferencia sorprendente: uno olía a rayos, el otro no. Las Corynebacteria dominaban las axilas del hermano maloliente y las del tipo Staph en el otro.

Christopher pidió a este último que no se lavara durante cuatro días e indicó al maloliente que se aplicara productos antibacterianos de forma intensiva y repetida. A continuación tomó muestras de sudor del hermano fragante y las aplicó en las axilas del gemelo menos afortunado por medio de almohadillas de algodón que sujetó a la piel con firmeza. Tras una segunda aplicación, su microbioma mejoró y los gemelos se volvieron indistinguibles en el plano olfativo.

'Si tus axilas no huelen, no exageres con el desodorante: pueden aparecer nuevas bacterias causantes de olores'

Tras el éxito del experimento, Callewaert volvió a ponerlo en práctica. Los trasplantes de sudor ajenos bastaron para que la mayoría de las axilas oliera de forma tolerable antes de un mes. Sin embargo, tres meses más tarde, muchos de ellos volvían a atufar. El bioma original intrínseco a sus axilas había vuelto a imponerse. «Me dije que tenía que haber una forma mejor de hacer todo esto, un método más consistente», recuerda. ¿Y si fuera posible aplicar el Staphylococcus, la bacteria benigna, directamente en la axila, sin las almohadillas de algodón? Estaba empezando a soñar con un desodorante probiótico.

Un negocio que mueve millones

Callewaert ha realizado un ensayo clínico para poner la idea a prueba. Los sujetos del estudio fueron 60 personas con mal olor, reclutadas por medio de un periódico de difusión nacional. A lo largo de dos meses, los participantes se rociaron las axilas a diario con un espray suministrado por Callewaert. Durante el primer mes, este aerosol contenía poco más que agua; se trataba de un placebo. Durante el segundo, el frasco contenía bacterias del tipo Staph seleccionadas. Todas las semanas, los olfateadores del comité recibían muestras de sudor.

«Nos encontramos con unos cambios formidables en personas que desde siempre olían mal», asegura. Callewaert reconoce que el espray no funcionó en algunos casos y que necesitan todavía pulir algunos aspectos, pero su objetivo final es comercializar un producto probiótico. Las posibilidades de mercado son enormes. No en vano, se estima que el consumo global de desodorantes facturará este año alrededor de 20 billones de euros.