Señalábamos en un artículo anterior que el pecado más característico de nuestro tiempo es el idealismo, la convicción de que las cosas no existen en sí mismas, sino tan sólo como proyección de nuestra subjetividad. Sobre este postulado demente, que afirma que el mundo se forma mediante ‘ideas’, se fundaron las ideologías, concebidas como estructuras de pensamiento que niegan la realidad, para refundarla a su antojo. Pero hay todavía algo peor que el idealismo.
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