Así ha titulado Edu Galán su más reciente obra, publicada por la editorial Debate, en la que disecciona un fenómeno que amenaza con esterilizar por completo a las sociedades contemporáneas. El derrumbe de la moral compartida que antaño vertebraba y cohesionaba a las sociedades propició la floración de un individualismo euforizante, un espejismo de autosuficiencia personal que las llamadas ‘nuevas tecnologías’ no han hecho sino agigantar. Y, en volandas de estas ‘nuevas tecnologías’, potenciada por las redes sociales, se ha impuesto una nueva forma de impostura o ‘postureo’ moral que desborda y deja chiquita la hipocresía de antaño (que no era más que el homenaje que el vicio rendía a la virtud), que se traduce en un exhibicionismo furioso de presuntas cualidades personales que implican la crítica de otros comportamientos que no se adaptan a ellas. De este modo, las redes sociales se convierten en herramientas para el control moral de las personas, a quienes se celebra cuando su conducta se adapta a los ‘valores’ impuestos desde Silicon Valley y se execra cuando osan apartarse de ellos.
