Hay platos que, cuando los veo en la carta, me sirven de referencia para calibrar el nivel de un restaurante sin necesidad de pedir demasiado. Si están bien hechos, ya sé que allí hay muchas probabilidades de comer bien. Uno de ellos es el steak tartar. Otro, cuando de comedores italianos se trata, el vitello tonnato. O, como dicen en Argentina, el vitel toné. Una elaboración sencillísima que no falta en la oferta de ningún restaurante trasalpino en España y que, sin embargo, pocas veces está bien hecha.
