Regreso al restaurante de Ramón Freixa en Madrid después de demasiadas lunas sin visitarlo. Hay cocineros que no se parecen a lo que cocinan. A otros les pasa lo que a los perros y sus dueños. Freixa es de los segundos. Sus platos se parecen mucho a su persona, siempre se le han parecido, así que su mirada no es tan diferente desde la época en la que ambos llegamos a Madrid, allá por los años duros de Lehman Brothers. Es una cocina contemporánea y neoclásica, atildada, lo que es lo mismo que decir cuidada, pulcra y elegante, algo que le permite transitar por las décadas sin sufrir achaques, como les pasa a otros veteranos que se quedan rancios o se pasan de frenada asumiendo cada moda en lontananza.
