Andamos faltos de reflexión y de conexión con nuestro entorno. Eso lo sabe hasta el apuntador. La vorágine de este mundo se nos va de las manos o, mejor dicho, se nos lleva no sé a dónde. Pararse a pensar sobre el mundo y lo que hacemos aquí es una actividad tan en desuso como viajar en diligencia. Y si alguien viene con el cuento del bienestar es porque trae para vendernos una pastilla, un zumo detox o un libro de autoayuda.
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