Volver
Patente de corso

Un biberón en el puticlub

Arturo Pérez-Reverte

Siempre que podía, viajaba de noche. Me refiero a hace muchos años, cuarenta o más. Y a viajar en moto, o automóvil. Las carreteras no eran tan buenas como ahora, los viajes eran más lentos y cuando tenías uno o varios camiones delante y muchas curvas, podía ser horroroso. Por eso prefería salir de Madrid hacia la medianoche para llegar a mi destino al amanecer. Me gustaba la carretera desierta, la cinta negra de asfalto con las marcas centrales iluminadas por los faros, la cabeza despejada para pensar. Cuando dejé la moto y me pasé al automóvil, escuchaba música de la que contaba historias –canciones de Juanita Reina,  Carlos Gardel, Los Chunguitos– en la soledad de la noche, manteniendo a raya el sueño con los cafés solos dobles que tomaba en las ventas de carretera, en mostradores con llaveros, navajas de Albacete, cassettes del Fary y de Bambino, habitados a esas horas sólo por algún camionero insomne o una pareja de la Guardia Civil.

Contenido exclusivo para suscriptores
La Voz
Suscríbete
para seguir leyendo
Lee sin límites toda la información, recibe newsletters exclusivas, accede a descuentos en las mejores marcas y muchas más ventajas
Etiquetas:
MÁS DE XLSEMANAL
Los tesoros de la Hispanic Society of America

Así vieron España por primera vez en Nueva York

Por Fernando Goitia
La leyenda negra de los hidratos de carbono

Esclavos de las dietas: ¿cuándo se convirtió la patata en una bomba?

Por Maren Keller
Psicoanálisis canino

¿Qué piensa mi perro? (No, no cree que eres el macho alfa de la manada)

Por Carlos Manuel Sánchez