Fondeo al sur y por fuera de Cala Volpe, en la costa nororiental de Cerdeña, tras haber pasado las bocas de Bonifacio con viento duro y rizos en las velas. Llego cansado, a la anochecida y con poca luz, guiándome por el resplandor del hotel que hay al fondo y por la farola de levante, procurando no arrimarme mucho porque hay piedras a flor de agua por ese lado. Por suerte no es época de turismo náutico masivo y apenas hay algún barco cerca. Al fin largo el ancla frente a la playa, a unos doscientos metros de ésta, dándole treinta y cinco metros de cadena en cinco de sonda para pasar la noche tranquilo, y no la aseguro hasta que el barco queda aproado a la brisa suave que viene del norte. Entonces, ya con todo oscuro alrededor, apago las luces de navegación, enciendo la de fondeo y, hecho polvo, me voy a dormir.
