Falta de seguridad Un documental muestra cómo Amazon vendió la orina de sus repartidores como bebida energética
Destapar la poca fiabilidad de las plataformas en Internet es el objetivo del cineasta inglés Oobah Butler desde que él mismo trabajó en una. Ahora estrena un documental que va más allá: burla la seguridad de Amazon para llegar incluso a vender la orina de sus repartidores a través de su web. La orina, por cierto, que se ven obligados a depositar en botellas porque no tienen tiempo para ir al baño... La polémica está servida.
Lunes, 23 de Octubre 2023, 13:46h
Tiempo de lectura: 4 min
Oobah Butler es un cineasta inglés conocido en su país por haber logrado que un restaurante 'fantasma' fuese el mejor valorado en TripAdvisor a pesar de ser solo la dirección de su cobertizo y no haber cocinado allí en su vida. Ahora, el documental que ha dirigido y que se acaba de estrenar en Channel 4 va un paso más allá en su denuncia de lo fácilmente manipulable que es cualquier producto, suministro y valoración en Internet. Pero esta vez su denuncia es mucho más ambiciosa y relevante.
The Great Amazon Heist ('El gran atraco de Amazon') comienza con este gran provocador británico infiltrándose en un centro de distribución de Amazon en Inglaterra. Con una cámara oculta recoge el testimonio de los trabajadores que se quejan de unas condiciones laborales abusivas y peligrosas y de la vigilancia constante a la que les somete la empresa. Amazon, a través de su portavoz, James Drummond, ha negado estas acusaciones, obviamente, asegurando que «nada es más importante» que la seguridad y el bienestar de los empleados y que «la empresa proporciona ropa y calzado de protección y cuenta con equipos dedicados a la salud y la seguridad in situ».
Pero Butler va un paso más allá en su investigación. Mientras entrevista a los repartidores de Amazon descubre la dimensión de algo que ya se había denunciado, pero no a este extremo: la empresa penaliza tanto los retrasos en las entregas de los paquetes que los repartidores tienen que orinar en botellas en el camión porque no les da tiempo a buscar un baño. Amazon, obviamente, niega esta presión excesiva y asegura que los repartidores reciben avisos a través de la app interna para que hagan descansos periódicos.
Probó a vender las botellas con orina bajo la etiqueta «dispensadores rellenables». Y resultó que «el propio algoritmo las trasladó a bebidas», explica
Para evitar detenerse a orinar en algún baño cercano, los trabajadores llevan las botellas en los camiones todo el día, pero si cuando devuelven el camión no se acuerdan de tirarlas, son igualmente penalizados. Así que lo que suelen hacer es tirarlas en las cunetas de los alrededores de la empresa, justo antes de devolver las furgonetas y camiones.
Y aquí es donde Butler, un provocador nato, da un paso más en su investigación. Decide recoger esas botellas con orina y sacarlas a la venta a través de Amazon como bebida energética. Como lo lees.
El documentalista creó un diseño llamativo y profesional para su bebida y le puso un nombre eficaz y 'apropiado' al fino humor que 'se gasta': Release ('liberación'). Y embotelló en los botes amarillos la orina supuestamente desechada por los repartidores de Amazon. Butler ha explicado a Wired que pensó que la licencia de alimentos y bebidas, con la que no contaba, impediría la comercialización de su producto a través de Amazon. Pero probó a venderla bajo la etiqueta «dispensadores rellenables». Y resultó que «el propio algoritmo la trasladó luego a bebidas», explica. Incluso alcanzó el número uno de los más vendidos en la categoría Bitter Lemon. Aunque, conviene aclarar, la orina no se vendió a nadie salvo a los amigos de Butler que estaban en la 'conspiración'.
Butler cuenta que inicialmente lo encontró divertido, pero cuando la gente empezó a intentar comprar el producto, se asustó. Y sobre todo 'flipó' con que no hubiese ninguna herramienta para evitar que se publiquen y vendan productos peligrosos a través de Amazon. Ahí es cuando decidió ir un paso más allá para demostrar lo fácil que es burlar a una de las mayores empresas del mundo.
Butler consigue en el documental que sus sobrinas de 4 y 6 años compren productos que sólo están destinados a ser vendidos a adultos. En al menos cuatro casos, las medidas de verificación de la edad exigidas por la ley no estaban en vigor ni en el punto de venta ni en el de entrega.
Al realizar pedidos con un asistente de voz a través de Alexa, las niñas pudieron pedir cuchillos, sierras y veneno para ratas. Algunos de estos paquetes se entregaron en taquillas de Amazon, lo que hacía físicamente imposible que el conductor de la entrega comprobara si la persona que recibía el artículo era mayor de edad. Amazon, obviamente, ha negado todas estas acusaciones que, por otro lado, están filmadas. La empresa insiste, al margen de premeditados engaños, en que «Amazon se toma su responsabilidad de verificación de edad extremadamente en serio».
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