La Voz de Galicia

Teresa Riesgo, ministerio de Ciencia: «Si la inteligencia artificial la siguen programando hombres, aprenderá sesgos machistas»

Yes

NOELIA SILVOSA SECRETARIA GENERAL DE INNOVACIÓN DEL MINISTERIO DE CIENCIA

«Seguramente fue un hombre quien inventó el cinturón de seguridad, porque no puede ser más incómodo para la fisionomía de la mujer», indica la catedrática y experta en innovación del Gobierno, que reclama el liderazgo científico femenino. «Hay mucha desigualdad en los puestos altos», señala

19 Feb 2024. Actualizado a las 05:00 h.

«Lo difícil es pasar hambre a los 50 años, ¿pero hacer satélites? Para nada», aseguró Teresa Riesgo (Madrid, 1965) durante las jornadas Impulsoras para España, que organizó la Fundación I+E en Madrid el pasado 7 de febrero para abordar la atracción de las chicas a los estudios STEM —acrónimo de Science, Technology, Engineering, Math; Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas— y la entrada de la mujer a los campos de la ciencia, la tecnología y la innovación. De eso sabe un rato Riesgo, que fue la segunda mujer catedrática de Tecnología Electrónica de España. Logró este mérito en el 2003, y desde entonces ejerce como docente e investigadora en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la UPM. Hasta que un buen día, recibió la inesperada llamada de Moncloa. «Al principio fui con un vértigo horroroso, pero que alguien te dé la oportunidad de aprender algo nuevo y de meterte en un mundo apasionante en el que puedes cambiar algunas cosas, que es lo que queremos, es increíble», señala. Su máximo empeño es que las niñas elijan carreras tecnológicas.

 

—Tu propia experiencia refleja muy bien la dificultad para la mujer en la carrera científica, que todavía era mayor en tu época.

—Sí, y justamente lo conté aquí durante la jornada. Yo ahora ya soy una supersenior, y cuando empecé éramos muy pocas mujeres en la escuela de Ingeniería Industrial, que es donde estudié, en la Politécnica de Madrid. Luego, en mi carrera profesional como docente y académica, he sido la única en muchos casos. Por dar un dato, yo soy la segunda catedrática de Tecnología Electrónica de nuestro país. La primera creo que fue en el 2001 y la segunda fui yo en el 2003, o sea que hace 25 años no había ninguna.

 

—Hay aproximadamente unas 10 mujeres catedráticas frente a unos 80 hombres. ¿Esa desproporción sigue siendo así a día de hoy en los estudios STEM?

—Yo creo que en general no, pero donde sí hay mucha desigualdad es en los puestos altos. En España, en global, entre catedráticos de todas las áreas de conocimiento, incluidas las ciencias biológicas o las sociales, donde hay muchas más mujeres, la proporción es más o menos 75 a 25. Es decir, el 75 % de los catedráticos son hombres, en cualquier ámbito, en global, aun en sectores que no son tecnológicos. En el nuestro es todavía peor. Lo que sí es verdad es que la proporción de mujeres es mayor en los mandos intermedios, por decirlo así. O entre los estudiantes, donde ahora en las TIC puede haber un 20 % de estudiantes mujeres, que sigue siendo muy bajo, y es donde está el futuro.

 

—Si la inteligencia artificial está programada por hombres, ¿no corremos el riesgo de que nazca siendo machista?

—Sí, y además el problema es que esos sesgos se aprenden una vez, y las inteligencias artificiales no son tan listas como para olvidarlos. Entonces, digamos que los estereotipos que pueda recoger una inteligencia artificial, no solo en el ámbito de género, que al tratarse del 50 % de la población es muy importante, sino también en el de la raza, aspecto físico, edad… son relevantes. Si la siguen programando los hombres, aprenderá sesgos machistas. Yo en esto pongo siempre un ejemplo. Seguramente fue un hombre quien inventó el cinturón de seguridad, porque no puede ser más incómodo para la fisionomía de una mujer. Esto del cinturón lo podríamos trasladar a la inteligencia artificial y sería todavía peor, porque sería un recuerdo que vamos a dejar ahí para siempre en esos algoritmos que están entrenados, a veces, con datos sesgados. Y esos sesgos pueden ser graves. Esto es muy importante, no solo que lo sepamos, sino que lo corrijamos también. Es importante estar ahí, porque, si no, seguramente nadie nos hará caso.

—En la jornada insististe en que las mujeres no pueden ser solo usuarias de la inteligencia artificial, sino que tienen que protagonizarla.

—Sí, hay que liderarlo. Y en este punto es importante que las mujeres que entienden de tecnología estén en los puestos de dirección y no solo en los consejos de administración. Porque la tecnología está siendo la clave del desarrollo empresarial. Es decir, que si las mujeres que hay en los consejos de administración son solamente expertas en asuntos legales o en comunicación corporativa (por decir dos ámbitos desde todo el respeto, porque también es muy importante que estén, pero no hay expertas en tecnología), los sesgos de desarrollo tecnológico de esa empresa permanecerán. Y las mujeres tenemos que convertirnos en protagonistas de esta historia. No en usuarias, ni ir detrás, porque, si no, nos volverán a diseñar el cinturón de seguridad.

 

—Y lo mismo con el resto de estereotipos, ¿no? Como el de la edad.

—Se ha hablado bastante de los estereotipos en esta jornada. De raza, de religión, de origen, de sexo, de identidad sexual… Y la edad es uno de ellos. Las cosas tienen que estar adaptadas a la diversidad que está presente en la sociedad. Todos vamos para mayores, así que más nos vale tener un poco de respeto con eso.

—¿Por qué sigue habiendo tan pocas mujeres que elijan la carrera científica, aun sabiendo que es el futuro?

—Yo creo que hay una parte importantísima de modelos sociales que las niñas y los niños absorben de sus casas, de su entorno, de la sociedad, de Instagram, de TikTok... que son modelos difíciles de superar. El mundo, con perdón, de la princesa Disney, está en muchas niñas. Y esos modelos no solo llegan a ellas, también a las familias. Hace poco una niña me contó que quería ser ingeniera aeronáutica para hacer satélites, pero decía: «Mi madre me dice que eso es muy difícil». Y yo dije: «Lo difícil es pasar hambre a los 50 años, ¿pero hacer satélites? Para nada. Si te lo planteas a los 17 o 18 años, aprenderás, lo harás, y tendrás una vida por delante superinteresante. A veces no son solo las propias niñas, sino también ese entorno. Y es difícil, porque está lejos de las capacidades que tenemos como ministerio.

 

—¿Por qué se presentan menos mujeres que hombres a los premios nacionales de investigación?

—Porque otro tema que también viene quizás de la educación social es ese síndrome del impostor del que adolecemos las mujeres de manera increíble, ese «no voy a ser capaz». El hecho de que se presenten muchas menos mujeres a los premios pasa incluso en algunas áreas en las que hay muchas mujeres, eh, como biología o medicina. ¿Por qué se presentan menos? Por ese «total, no me lo van a dar…». Cuántas veces habremos oído eso en una mujer.

 

—En la carrera científica y académica es fácil ver en el currículo de una científica cuándo fue madre, por ejemplo. Hay parones que penalizan.

—Desde el ministerio estamos poniendo sobre la mesa medidas activas para que esto no ocurra, teniendo en cuenta estos parones. La ley de Ciencia fue un avance enorme en esto, la reforma que se hizo en septiembre del 2022. Y también estamos terminando el nuevo Plan Estratégico de Investigación Científica, Tecnológica y de Innovación para el período 2024-2027, en el que hay un elemento transversal, que es este asunto de la no discriminación por motivos de género u otros a la hora de evaluar, y todo lo demás. También creo que otras medidas que vienen de otros departamentos, como por ejemplo el permiso de paternidad obligatorio, hacen que el parón se produzca en los dos casos.

 

—Hay quien dice que el PIB de un país debería medirse por las veces que el talento se queda aquí, no cuando se va. Eso en España no pasa mucho.

—Creo que lo estamos mejorando. Tenemos que hacer que haya más investigación de las empresas, porque muchos de esos talentos que se van fuera no están trabajando en una universidad o en un centro de investigación, sino que están trabajando en un centro de I+D de una empresa. Tiene que haber más oportunidades privadas. Y otra de las cosas que hacemos es poner los medios para atraer a emprendedores que quieran montar una empresa de base científica en España.

—¿Qué papel juega Galicia en el marco estatal en el ámbito de la innovación tecnológica?

—En Galicia tenéis una Axencia Galega de Innovación que funciona muy bien, y una ventaja, que son tres universidades muy buenas, cada una especializada en un ámbito distinto; además de unos centros tecnológicos de referencia. CTAG, por ejemplo, en Vigo, es un referente en toda Europa en el ámbito del automóvil. O Gradiant, en el de las TIC. Un día lo hablaba con el alcalde de Vigo, que tenéis una gran ventaja aquí, y es que se vive muy bien. Y esa es una baza muy importante para retener el talento. A mayores, tenéis la Agencia de Supervisión de la inteligencia artificial, que es muy importante, y el superordenador CESGA del Centro de Supercomputación de Galicia, que está en la cresta de la ola de muchas de las tecnologías que se están haciendo en España. Luego, en las tecnologías cuánticas, Galicia está tomando mucha delantera; o en lo relativo a los aviones no tripulados, con esa instalación que hay en Rozas, en Lugo. Uno no puede ser bueno en todo, pero sí puede especializarse y aprovechar su idiosincrasia.

 

—Tras 25 años vinculada a la universidad, un día te llama el Gobierno.

—Fue un momento emocionante. Yo llevaba 25 años muy liada en el mundo académico, y me llamó la entonces secretaria de Estado de I+D y Universidades, que era Ángeles Heras, a la que no conocía, y me dijo: «Estamos buscando a alguien para la dirección general, y nos interesa tu perfil. Le mandé el currículo y me entrevistó. Después, lo hizo el entonces ministro, Pedro Duque, a quien yo admiraba, como todos los españoles, yo creo, y ahí me metí. Al principio con un vértigo horroroso, pero que alguien te dé la oportunidad de meterte en un mundo apasionante en el que puedas cambiar algo a los 50 años, es increíble. Ahora estoy casi en mi cuarto período con la ministra Diana Morant.

 

—Tengo entendido que ayudaron dos cosas en tu carrera: estudiar en un colegio mixto y un par de buenos profesores.

—Son fundamentales los buenos profesores, pero también los padres. Mi familia influyó mucho. Yo tenía unos padres mayores. Mi padre me sacaba 42 años, y se había criado en una época difícil de guerra y posguerra. Mi madre trabajaba en una empresa de seguros, y cuando se casó tuvo que dejarlo, porque en su empresa en los años 50 no podía haber mujeres casadas. Y ella fue tan moderna que me enseñó que tenía que trabajar y ser independiente. Me matricularon en el colegio mixto, y yo jugaba con el Mecano de mi hermano; después, me compraron también el Lego. Y en casa, por ser una chica, no me mandaban recoger la mesa. Íbamos a la compra y hacíamos la cama juntos mi hermano y yo. Teníamos una educación muy buena, y se lo agradezco mucho a mis padres, porque es lo mejor que uno puede tener.


Comentar