UN MÍSTICO CON RETRANCA
Televisión
LUIS VENTOSO EL PERFIL
30 Nov 2001. Actualizado a las 06:00 h.
En 1968, la gloria y la fama estrujaban al máximo a The Beatles. Fue entonces cuando George Harrison enredó a sus compañeros para retirarse a meditar a la India con el Maharishi Yogi, un gurú hindú con pinta de picarón. Al principio, aquello semejaba una excursión al paraíso: campamento a pie del Himalaya, vistas sobre el Ganges, tripis y petas, cachondas traídas desde Londres y buen rollito trascendental. Pero al cabo de unas semanas, a Lennon, saturado ya de misticismo, le entró el muermo y comenzó a poner a parir al sabio asceta. El vitriólico John acusó al santón de intentar magrear con la actriz Mia Farrow, que formaba parte de la expedición. Los hechos no estaban claros, pero tomando el jaleo lúbrico como pretexto, John y Paul se volvieron raudos a Inglaterra (el simplón Ringo ya se había dado el piro antes: «No soportaba las moscas»). Sólo Harrison permaneció en el retiro hindú. En él la espiritualidad oriental había arraigado en serio, mientras que para los otros fab four no pasó de una moda más, como el flequillo, los porretes iniciáticos con Dylan, las carreras de coches, la ropa psicodélica, los clubes cool del swinging London... Pero el George místico se torna brutalmente realista cuando se enfrenta al mito beatle. De los cuatro, fue el más dolido por haber pasado su juventud aplastado por un logo infalible. «Éramos monos en un zoo», resume cáustico en su autobiografía I, me, mine. En los documentales Anthology, crematístico invento que reunió a los tres supervivientes a fines de los 90, George rememora a The Beatles con un sarcasmo suave, que contrasta con la evocación felicísima del pasteloso McCartney. Harrison era un místico, sin duda (se murió ayer a lo Cristo: recomendando que nos amemos unos a otros); pero un místico con retranca. Tras la primera sesión de grabación con los chavales de Liverpool, el productor George Martin les preguntó si algo no había sido de su agrado. Harrison lo hundió: «Bueno, para empezar, no me agrada nada tu corbata». Harrison, autor de Something, tal vez una de las 20 mejores canciones pop del siglo XX, era el beatle predilecto de quienes encuentran a Paul algo blandito y a John demasiado cínico. George tuvo la mejor novia (Patti Boyd, la modelo que le guindaría Clapton con la canción Layla). Llevó el pelo más largo que nadie antes que nadie (merced, hay que decirlo, a unas prominentes orejas). Gozó de los mejores amigos (Dylan, los Monty Pithon, Roy Orbison, Nigel Mansell...). Inventó los festivales benéficos en 1971 para ayudar a Bangladesh, fue el primer beatle que logró un número 1 en solitario, el primero que abrió su cabeza al ácido, el único que estaba en el volcán de California cuando llegaron el amor y las flores. Se va un elegante, un músico con raptos luminosos, un multimillonario tranquilo, un gran tipo. Buen viaje, George...