La Voz de Galicia

La madre de todas las demos

Sociedad

Javier Pedreira, «Wicho»

La tecnología multitacto, última moda en los teléfonos móviles y que empieza ?a extenderse a los ordenadores, tiene su origen en un sistema presentado en 1968

07 Dec 2008. Actualizado a las 02:00 h.

La última moda entre los fabricantes de teléfonos móviles, al menos en sus terminales de gama alta, está en dotarlos de pantallas táctiles mediante las que el usuario maneja todas o la mayoría de las funciones del teléfono, en muchos casos prescindiendo de un teclado tradicional, siguiendo la estela marcada por Apple con el iPhone en julio del 2007 y, un par de meses más tarde, con el iPod Touch.

Microsoft, por su parte, ha empezado a comercializar en abril de este año un producto llamado Surface, que, pensado fundamentalmente para manejar contenidos multimedia, permite a sus usuarios manipular estos con una pantalla multitacto al estilo de Tom Cruise en Minority Report o de los investigadores de CSI: Miami, a los que de hecho podemos ver usándolo cada semana.

Pero, en realidad, nada de esto es especialmente nuevo, ya que la tecnología multitacto tiene sus orígenes en trabajos independientes de la Universidad de Toronto y de los Laboratorios Bell presentados en 1982, aunque no fue hasta 1999 cuando aparecieron los primeros productos comerciales que usaban estas ideas, mientras que los interfaces de ordenador con ventanas, iconos, ratón y puntero comenzaron a ser popularizados por Apple con el Macintosh a partir del 24 de enero de 1984.

E incluso el Macintosh llegaba después del Lisa, otro ordenador de Apple con interfaz gráfico que fracasó estrepitosamente, que a su vez llegaba después del Alto de Xerox, un ordenador que, si bien nunca fue producido comercialmente, sí fue el primero en utilizar un interfaz gráfico y la metáfora de un escritorio como espacio de trabajo del usuario.

Todos estos interfaces WIMP (Windows, Icon, Mouse and Pointer), palabra que curiosamente significa 'debilucho', tienen su fuente de inspiración en la que ahora se conoce como la madre de todas las demos, una presentación del NLS, el oNLine System, sistema desarrollado por Douglas C. Engelbart y su equipo del Augmentation Research Center del Instituto de Investigaciones de Stanford.

En aquella demostración, Engelbart enseñó por primera vez a los aproximadamente mil asistentes las posibilidades de un sistema que ya entonces utilizaba un ratón, texto interactivo, videoconferencia, correo electrónico e hipertexto, sembrando sin duda muchas ideas que influirían poderosamente en el desarrollo de la industria informática, aunque tardarían tiempo en dar su fruto. Y es que aquella demostración tuvo lugar en la sesión A research center for augmenting human intellect (Un centro de investigaciones para aumentar el intelecto humano) de la Fall Joint Computer Conference, celebrada el 9 de diciembre de 1968, hace hoy casi exactamente 40 años.

De hecho, estas ideas tardaron tanto en ser aplicadas que, aunque en su momento Douglas Engelbart patentó el ratón de ordenador, esto no lo convirtió en millonario, ya que, para cuando los ratones se hicieron imprescindibles para la inmensa mayoría de los usuarios de ordenadores, por un lado la patente ya había caducado y, por otro, se habían desarrollado nuevos mecanismos de funcionamiento para estos dispositivos que no infringían la patente de Engelbart.

Nada nuevo

Así que casi se podría decir que en los últimos cuarenta años no se ha inventado nada realmente nuevo en lo que se refiere al interfaz de los usuarios con el ordenador o con los gadgets con pantalla; de hecho, en ocasiones, y sin decir nombres, se podría argumentar que la industria ha ido hacia atrás con supuestos avances en este campo.

Pero tampoco es cosa de despreciar los enormes avances que se han ido experimentando con el tiempo. En la breve historia de los ordenadores hemos pasado de máquinas que simplemente no tenían interfaz con el usuario más allá de un mazo de cables que había que recolocar para programarlos, como en el caso del Eniac ?-uno de los primeros ordenadores de la historia-, y que contestaban mediante unas luces en un panel o tarjetas o cintas de papel perforadas, a ordenadores que también se programaban mediante tarjetas o cintas perforadas, a otros que se manejaban desde un teclado pero mediante comandos más o menos arcanos que había que memorizar, y finalmente a los que usamos hoy en día, en los que sin sabernos un solo comando podemos escribir textos, editar fotos y vídeos, masacrar marcianitos a mansalva, investigar sobre la estructura de nuestro ADN, etcétera.

Lo que no me atrevo a vaticinar es para cuándo podremos hablarle al ordenador como ya hacía el capitán James T. Kirk a bordo del Enterprise en Star Trek, pero seguro que todo se andará.


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