Comerciantes de A Ferrería, en Pontevedra, en pie de guerra contra los toxicómanos: «¿Alguien se imagina así María Pita, el Obradoiro o la Puerta del Sol?»
Pontevedra
Los indigentes se refugian en los soportales bebiendo e increpan a la gente a diario
26 Apr 2024. Actualizado a las 16:28 h.
Llueve. Desde primera hora de la mañana, los soportales de A Ferrería amanecen con un grupo de toxicómanos e indigentes refugiándose del aguacero y bebiendo cerveza y alguna botella de champán que compran en un supermercado próximo. Discuten, se enfadan entre ellos y algunos cambian del portal de La Pipa al de la antigua cafetería Los Soportales. «No se entiende que un chaval se tenga que ir al botellódromo y ellos beban en la calle sin que no se le diga nada», señala Carlos Fontán, que el pasado mes de noviembre abrió esta cafetería.
Esta mañana han increpado a una de las camareras para que no hiciese ruido al poner las mesas de la terraza. Poco después, cogieron una de esas sillas para sentarse más cómodos en la zona donde tenían la tertulia. «Esto es el pan de cada día. ¿Alguien se imagina así María Pita, el Obradoiro o la puerta del Sol de Vigo a estas alturas? A Ferrería es nuestro escaparate al mundo y así no se puede vivir», recalca este hostelero, que lleva meses pidiendo una solución. «No te puedes enfrentar a ellos, solo pasas y le pides que no se sienten o que se muevan. Si discutes, es peor, mira lo que le pasó a los del edificio de la plaza», señala.
Al inmueble al que hace alusión es al número 9, un exclusivo edificio rehabilitado por César Portela en el corazón de la plaza, que amaneció la semana pasada con dos pintadas en su fachada: «Puta, perra», «te gusta mojar, pues ahora limpia». Han instalado un sistema de riego en el techo de los soportales para limpiar la zona después de ver como defecaban en su puerta y hasta le restregaron la mierda por el cristal del portal. Los comerciantes de esta zona comparten el mismo malestar que los vecinos. Lamentan que con esta situación muchos pontevedreses eviten bajar por los soportales y opten por ir por Michelena.
Belén Camba atiende en Jeipop, la tienda de gominolas que hasta hace un año estaba en el entorno de Curros Enríquez. Se movió unos cuantos portales más arriba para tener más visibilidad. «Sé que hay madres que no quieren venir para que sus hijos no entren y vean algunas situaciones», explica esta trabajadora, que cree que si hubiese más negocios de hostelería en la zona se evitaría que los toxicómanos se acomodasen en los bajos de comercios y viviendas. «Sabemos que es un grave problema social de difícil solución, pero no podemos estar así», apunta Fontán.
En los soportales de enfrente, un grupo de comerciantes charlan en las puertas del negocio de perfumería. Su dueña Ana Vázquez ve desde el mostrador las tanganas que se montan a diario en los soportales. «Quién va a pararse a ver el escaparate. A veces hay durmiendo uno de ellos que además es peligroso», indica. Junto a ella está Rosa Díaz. Es la responsable de la Moda Ideal después de haberle dado el relevo a su padre el pasado verano. Así que ella es una de las veteranas de los soportales. Como el resto de sus compañeros cree que este problema social se ha incrementado en los últimos meses y ya afecta a los negocios. «Hacen sus necesidades en la acera y cuando empieza el calor huele muy mal. Además dejan todo tirado», recalcan los comerciantes, que comprenden la dificultad de las administraciones para solucionar este problema porque muchos de ellos rechazan la ayuda de los servicios sociales, pero «tienen que cumplir las mismas normas que todo el mundo».
Ya los conocen
La Policía Local y la Nacional pasa un par de veces durante la mañana, pero al estar el ambiente tranquilo, continúan. «No vale de mucho. Se saben el nombre y los apellidos de todos, pero al ser insolventes poco les pueden hacer», reflexionan estos comerciantes.
La tienda de moda Alma Gemela se cambiará en unas semanas al bajo de enfrente. Su tienda hace esquina con la calle San Sebastián y el trasiego de toxicómanos es constante. «Creemos que hay un punto de venta en la zona. Muchas de nuestras clientas se quejan al pasar por la puerta», explica Sara Magariños. Mientras los comerciantes se quejan, un grupo de toxicómanos se sientan bajo el edificio rehabilitado por César Portela y las discusiones se escuchan en toda la calle. Muchos de los paseantes se giran para ver qué pasa y ponen cara de resignación la ver el ambiente. «Cuando ponemos la terraza increpan a los clientes para pedirle dinero», señala Carlos Fontán. A él le gustaría que reabriese el Carabela, la cafetería del bajo del número 9 de A Ferrería y la de los soportales para devolver el esplendor a una plaza que es símbolo de la ciudad.