La Voz de Galicia

Grecia alivia la soledad rusa

Internacional

Leoncio González redacción / la voz

12 Feb 2015. Actualizado a las 05:00 h.

Cualquier otro ministro de Exteriores de la UE se hubiese abstenido de viajar ayer a Moscú para evitar la lectura de que está del lado ruso, o de que simpatiza con él, en el conflicto de Ucrania. Más aún, si es el jefe de la diplomacia de un país intervenido que acude ese mismo día a negociar con el Eurogrupo la prórroga de su rescate: no es muy europeísta, que se diga, dar la impresión a los socios comunitarios de que se está dispuesto a recurrir al Kremlin en el caso de que la eurozona no se pliegue a los deseos de uno.

Pero Nikos Kotziás no es un ministro de Exteriores cualquiera. Es uno de los eslabones a través de los cuales discurrió en el pasado la conexión de Syriza con Rusia y, por extensión, la persona de enlace entre Moscú y el nuevo Gobierno griego.

Cuando estaba todavía en la oposición, en el año 2013, invitó a la Universidad de El Pireo, donde era profesor de Teoría Política, a Alexandr Dugin, el teórico de referencia del neoeuroasianismo y uno de los ideólogos de los que se valió Putin para justificar los zarpazos imperialistas que propinó a la integridad territorial de Ucrania. Según el analista Anton Shekhovtsov, Dugin defendió en su conferencia que, si llegaba al poder, en lugar de abandonar la UE, Syriza debería seguir en su interior y promover la defensa de los intereses rusos en la escena internacional.

Kotziás, añade Shekhovtsov, dirigió posteriormente un estudio de opinión que concluía que, para los griegos, «Rusia es un Estado aliado en el que confían y con el que quieren relaciones más estrechas». Dugin escribió, tras su visita a Grecia, que en este país «nuestros socios podrían ser los izquierdistas de Syriza, que rechazan el atlantismo, el liberalismo y la dominación de los fuerzas de las finanzas globales».

Es cierto que Dugin no forma parte del núcleo duro de Putin y que toma las decisiones en Moscú, pero sus predicciones han probado ser demasiado certeras para pasarlas por alto. El cordial encuentro entre Kotziás y Lavrov, así como el rechazo público del primero a las sanciones impuestas por la UE a Rusia, son cualquier cosa menos el despiste de un principiante.

Abren una nueva fractura en la política exterior europea, sirven para aliviar la soledad rusa y colocan a Grecia en una situación de equidistancia en el pulso que libran Europa y Putin por el control del este del continente. Si es el precio que debe pagar Atenas por disponer de una alternativa a la eurozona en caso de que se tenga que ir del euro o si lo hace de forma desinteresada, por afinidad, se sabrá antes que tarde.


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